Creo que el mundo sería mucho más aburrido sin nuestras contradicciones. A mi las mías me hacen pasar muy buenos ratos, entre los que incluyo lo propósitos de enmienda. Pensar en remediar algunas de esas contradicciones es como lanzarse a un año nuevo pero en plan semanal o incluso diario. ¡No hay quien escape a la educación religiosa y a estos miles de años de ambiente judeocristiano!
Pero se me ha venido a la cabeza el asunto de las contradicciones por una cuestión menos personal. Resulta que en pleno avance de lo digital, de los dispositivos de lectura, de la "tinta electrónica" y de las comunidades de internautas, vivimos en Madrid un renacer, como nunca he conocido, de las librerías. Lo que antes me hacía crecer los dientes de envidia cuando iba a París, Londres, Berlín, Buenos Aires o Nueva York, esos negocios montados desde el capricho lector, con una selección especial, un ambiente atractivo, pensado para que después, o antes, de comprar te sientes un rato a charlar o leer y te tomes algo, abundan ahora en Madrid.
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