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El animal piadoso de Luis Mateo Díez

Carlos Lombas 18 de Diciembre de 2009 a las 09:48 h

"Cada vez que se encuentre usted del lado de la mayoría, es tiempo de hacer una pausa y reflexionar." Mark Twain

Ese pensar común de que la ciudad es una fuente inagotable de historias buenas y malas, y de que en los pueblos medianos o pequeños la vida es casi vacía, se contradice con la historia de la literatura, pues la mayor parte de las grandes historias noveladas ocurren en pequeños poblados y villas medianas, cercadas por la conciencia y las normas, donde arreglar los errores o llevarlos al olvido es una larga y enmarañada tarea que ocupa tiempo, aliados y estrategias.

 

Las bocas se abren y se cierran dependiendo de la dirección del viento, y en una calle estrecha que se pronuncia una acusación, surge un huracán que arrasa la vida del acusado, sin parar en la razón de que puede ser una mentira. Y después volver sobre la verdad es un agrio e infinito puzle  para reconstruir la realidad

Samuel Mol, es en El animal piadoso, el protagonista de la última novela de Luis Mateo Díez. Policía jubilado y creyente se encuentra en su tiempo libre con un caso cerrado en falso catorce años atrás, donde las víctimas vuelven sobre él, para pedir cuenta y razón de aquel archivo, por falta de verdades y pruebas. Parecería anacrónico ahora que no tiene la autoridad para llevar a cabo esa investigación, que tal caso renazca, pero se siente culpable de que siga sin saber quien fue el asesino.

Con la mejor estrategia estilística de los insignes detectives de la historia de la novela negra, Luis Mateo Díez, encamina a Samuel Mol por la senda de los espectros, de los detalles, de las pruebas, que va enlazando y comparando, entre copas de anís y testigos de todos los estamentos sociales, políticos y religiosos cercanos a esa pequeña burguesía rural, enmudecidos de pronto ante tamaño despropósito homicida.

Al Samuel sedentario, le empujan sus pies a un encuentro con los vivos y a las imágenes donde convivió con los que ya murieron, pero por cercanos, sin ser asesinos, fueron casi como cómplices de un silencio que cerró el caso sin acusados.

 

Lleno de misericordia y acosado por su conciencia, anuda paso a paso los detalles que no quiso ver entonces, a la vez que en su vida personal se van construyendo los porqués de sus fracasos familiares, viéndose más cercano a la soledad que a la verdad.

Las palabras de Mateo Díez le dan más dimensión a la literatura con este nuevo personaje, que como un ensayo  sobre el discurso de la vida hacen de ambos un exquisito territorio habitado por la lucidez.

Luis Mateo Díez nació en Villablino, León, en 1942. Su primer libro de cuentos, Memorial de hierbas, apareció en 1973. Alfaguara ha publicado sus novelas Las Estaciones Provinciales (1982), La Fuente de la Edad (1986), con la que obtuvo el Premio Nacional de Literatura y el Premio de la Crítica, Apócrifo del clavel y la espina (1988), Las horas completas (1990), El expediente del náufrago (1992), Camino de perdición (1995), La mirada del alma (1997), El paraíso de los mortales (1998), Días del Desván (1999) y Fantasmas del invierno (2004). Sus fábulas están reunidas en El diablo meridiano (2001), El eco de las bodas (2003) y El fulgor de la pobreza (2005). Y todos sus cuentos están recogidos en El árbol de los cuentos (2006). El libro El reino de Celama (2003) reúne sus tres novelas ambientadas en ese lugar imaginario. Y con La ruina del cielo (2000) obtuvo el Premio Nacional de Narrativa y el Premio de la Crítica. (Datos extraídos de Literalia)

Luis Mateo Díez es miembro de la Real Academia Española.

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