"Los objetos no saben su propio material, los gestos no saben sus sentimientos y las palabras no saben las bocas que las hablan. Pero para estar seguros de nuestra existencia, necesitamos los objetos los gestos y las palabras. Cuantas más palabras nos permiten usar, más libres nos volvemos" (Herta Muller)
Somos lo que vivimos en nuestras infancias rurales, rodeados de gestos, de cuentos, de rencillas, pero siempre bajo la mirada vigilante de un estado rígido e indolente, con su red de alcahuetes, soplones y delatores, que habían conseguido someter a nuestros padres, a nuestros abuelos y a nuestros vecinos a una estricta conformidad con las miserias que creían merecerse. Unos por no pensar igual que los líderes y los otros por la clase social donde nacieron.
Estas quince historias de Herta Muller, en su libro En tierras bajas están encadenadas a los ojos abiertos de una niña de pueblo que hace de su día a día una fría y pesada repetición de sus míseras rutinas, en un país de gobierno dictatorial, muy semejante al franquista.
Todos esos habitantes sometidos, forman parte de su espacio de tierra tiranizada, que fermenta con las palabras de su autora, frases cortas y exactas de lo que ve, queriendo el Estado, y ahora nosotros su secuela, que no nos preguntemos los porqués de esta aceptación del determinismo, para no culpabilizar de cerca aquellas cobardías.
Sabemos que es en parte una autobiografía, inyectando, al lado de sus áridas formas verbales, el espectro poético de la visión inocente, agresivo y conciso, en escenas como sueños infantiles. Sin perder la literalidad de aquella línea política.
Que no otros, sino nosotros, podemos fijar nuestro vivir en esas secuencias diarias, alrededor de la cotidiana sinrazón existencial, o ir marcando para comparar, aquellos rituales ideológicos obligatorios, a los que asistimos y que luego se secuenciaban en la escuela, en la catequesis y en los nodos.
Otros libros suyos traducidos al castellano son: El hombre es un gran faisán en el mundo, La bestia del corazón y La piel del zorro, en todas ellas se respira represión e infelicidad en la vida cotidiana de una minoría olvidada.
En el siguiente enlace, puedes leer el brillante discurso de aceptación del Premio Nobel: "Cada palabra sabe algo sobre el círculo vicioso"
Herta Müller (Nitzkydorf, 1953), descendiente de suabos emigrados a Rumanía, es uno de los valores más sólidos de la literatura rumana en lengua alemana. Estudió Filología Germánica y Románica en la Universidad de Timisoara y se vio obligada a salir del país por su relevante papel en la defensa de los derechos de la minoría alemana. Desde 1987 vive en Berlín.
Herta Müller ha sido galardonada con los premios Aspekte (1984), Ricarda Huch (1987), Roswitha von Gandersheim (1990), Franz Kafka (1999) y Würth (2006). En el 2009 fue designada por la academia sueca como Premio Nobel de Literatura. (Datos de Ed. Siruela)