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El último cigarrillo

Ana Isabel Rábade Obradó 5 de Agosto de 2010 a las 09:39 h

Decía Mark Twain (según otros era Oscar Wilde y no me extrañaría que alguien se lo atribuyera a George Bernard Shaw) que dejar de fumar es muy fácil. Como prueba, él lo había hecho ya cientos de veces. No opina lo mismo Zeno Cosini: su vida esta plagada de “últimos cigarrillos” y su incapacidad para dejar de fumar lo atormenta como una evidencia de la enfermiza debilidad de su carácter. Zeno Cosini es el protagonista de La conciencia de Zeno la obra más conocida del escritor Italo Svevo.

Svevo no gozó en vida de un gran reconocimiento como escritor e incluso en la actualidad se le valora de manera un tanto ambivalente. Para algunos, La conciencia de Zeno es una obra maestra. Para otros, una novela divagante, interesante pero algo fallida, que no termina de estar a la altura de otras publicadas por la misma época (1919). Svevo ya había intentado antes dar el salto de los negocios (su ocupación) a la literatura con dos novelas, Una vida (1892) y Senectud (1898). Su nulo éxito le hizo resignarse y limitar su dedicación a la escritura a pequeñas colaboraciones en periódicos. Hasta que unas clases de inglés cambiaron su vida. Por cuestión de negocios Svevo asistió a la academia Berlitz de Trieste, su ciudad natal, y se hizo amigo de su profesor de inglés, quien, tras leer La conciencia de Zeno, le ayuda a publicar su traducción en Francia, donde comienza la valoración y la fama de Svevo. ¡Aún habrá quien diga que no es importante aprender idiomas! Por cierto, el profesor de inglés en cuestión era un irlandés llamado James Joyce (¿cómo serían las clases de inglés del autor de Finnegans Wake?), lo cual hace que nos debamos tomar más en serio sus juicios literarios. Según una cierta leyenda, Svevo, de origen judío, es, en parte, el modelo para Leopold Bloom, protagonista del Ulises. No sé qué pruebas avalan esta última afirmación, pero sí sé cuánto me hubiera gustado presenciar una conversación entre el taciturno irlandés y el triestino burlón.

            Zeno Cosini no consigue dejar de fumar y recurre a un novedoso tratamiento: el psicoanálisis. Para En posición de ser cargadareforzar la terapia, su psicoanalista le sugiere que escriba una autobiografía. Así se pone en marcha La conciencia de Zeno, tal como nos cuenta en un breve prefacio el propio psicoanalista, que afirma publicar la autobiografía de Zeno sin consentimiento de éste como venganza por haber renunciado al tratamiento, y nos advierte de la mezcla de verdades y mentiras con que nos vamos a encontrar. Al hilo de sus múltiples y fracasados intentos por abandonar su adicción a la nicotina, Zeno nos narra introspectivamente su vida desde su ya lejana infancia (requisito ineludible del psicoanálisis). Soñador, bienhumorado, incapaz de tomarse en serio lo que se supone que son las cosas serias de la vida, Zeno adolece de una falta de firmeza en su voluntad y cualquier resolución, aunque la asuma con la mayor de las determinaciones, resulta modificada al instante por la circunstancia más nimia. Como sus decisiones de abstenerse del tabaco.

Es fácil menospreciar La conciencia de Zeno. Svevo escribe con ligereza, a menudo con un peculiar humor zumbón y con una absoluta falta de énfasis, pero sabía muy bien lo que se hacía como escritor, aunque nos cuente que los seres humanos no sabemos cómo vivir. Somos incapaces de adueñarnos del curso de nuestras vidas. Por mucho que afirmemos con solemnidad la plena posesión de nuestras decisiones, nos asemejamos básicamente a hojas caídas que el viento zarandea a su capricho. Y todas las recetas para el "éxito" en la vida fallan, porque no hay recetas para vivir. Nos equivocamos. No sabemos. Ni siquiera a nosotros mismos nos conocemos lo bastante como para saber qué queremos. La vida es paradójica.

Lo paradójico es importante en la novela de Svevo. Svevo presta atención a los nombres, como se muestra en el pseudónimo que escogió como nom de plume. Su nombre verdadero era Aron Hector Schmitz y su alias literario alude a su doble origen cultural italiano (su madre) y alemán (su padre). Esta dualidad hace de él un perfecto triestino. Trieste -una hermosa ciudad muy literaria: recordemos, por ejemplo, las Elegías de Duino de Rilke-, era el centro de la Italia austro-húngara hasta el final de la Primera Guerra mundial y continúa siendo una ciudad de tres idiomas: alemán, esloveno e italiano (su fidelidad al dialecto triestino perjudicó bastante a Svevo, al que se acusó de escribir en mal italiano). El nombre de Zeno tampoco es casual: nos recuerda a Zenón de Elea, el filósofo griego conocido básicamente por sus paradojas (por lo menos la de Aquiles y la tortuga le suena a todo el mundo).

Las aporías de Zenón pretenden demostrar la imposibilidad o irrealidad del movimiento. La conciencia de Zeno nos insinúa que la vida no lleva a ninguna parte. Por detrás de La conciencia de Zeno hay, asimismo, una reflexión nada enfática pero constante sobre el tiempo (¡no podía ser menos en una novela de la época!). Para la conciencia de Zeno, el tiempo esta muy lejos de ser un continuum compuesto por puntos uniformes que avanza inexorable en una dirección única. Es, más bien, uUno dice al otro que podría matar a un hombre directamenten material plástico, que se encoge y se estira. Así, la memoria de toda la infancia de Zeno se resume en unos pocos párrafos (para contrariedad de cualquier psicoanalista), mientras que el recuerdo se distiende en algunos episodios que podrían parecer banales. Las huellas del tiempo en nuestras vidas no revelan una sucesión regular de momentos homogéneos, al igual que los meses que se reúnen en un año no están formados todos ellos por el mismo número de días.

Un día Zeno sale a dar un paseo, como de costumbre, por los alrededores de Trieste y el estallido de la guerra le impide absurdamente regresar a su casa. La guerra le descubre que no es su voluntad la que está enferma, sino la época y los hombres. La ligereza deja su lugar -como suele hacerlo en nuestras vidas con el paso del tiempo- a una visión más sombría. En un párrafo sobrecogedor, Svevo termina imaginando una futura catástrofe que, provocada por los propios hombres, acabará con la epidemia humana que contamina la faz de la Tierra.

Svevo, fumador empedernido, nunca abandonó el funesto hábito. Si se descubriera un antídoto contra sus males, yo, que dejé de fumar hace casi quince años, creo que lo retomaría ahora mismo, sobre todo en estos tiempos en los que hasta los cigarrillos de chocolate son políticamente incorrectos (¡y además engordan!).

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Comentarios - 3

hester chave

3
hester chave - 12-10-2013 - 09:13:47h

Trieste, su ciudad natal, y se hizo amigo de su profesor de inglés, quien, tras leer La conciencia de Zeno, le ayuda a publicar su traducción en Francia, donde comienza la valoración y la fama de Svevo. ¡Aún habrá quien diga que no es importante aprender idiomas! Por cierto, el profesor de inglés en cuestión era un irlandés llamado James Joyce
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alfonso

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alfonso - 16-08-2010 - 21:57:56h

Recuerdo que cuando terminé “La conciencia de Zeno”, me dije que acababa de leer una gran obra. Después, he podido contrastarlo así con muchas opiniones de personas del mundillo literario, a las que por su currículo y criterio ponderado concedo bastante crédito (buen ojo crítico –con el ojo bueno- de J. Joyce, como no podía ser menos).
La parte inicial sobre el proceso de abstinencia del tabaco que mencionas, no me resulta intelectualmente la más interesante del libro, por estar –a mi juicio- bastante estirado (alargado en demasía), y no guardar un equilibrio adecuado con el resto de la trama.
El meollo del libro está en su personaje central, próximo al antihéroe, abúlico y temeroso, cronista de privilegio al tiempo próximo/distante de su época y entorno social (pionero del psicoanálisis, y perfecto narrador del mundo de los pequeños negocios y de las amantes institucionalizadas), y con una gran dosis de “coña marinera” subterránea. Su familia política también está deliciosamente cosida al argumento, y me acuerdo curiosamente, del potencial morboso deliberadamente irresuelto de la cuñada bombón.
Desconozco si esta novela ha sido trasladada a la pantalla, porque haber película “hayla”, eso sí, para algún L. Visconti redivivo, o quizá para una gran serie de TV –¡tan escasas!-, que es lo que más se lleva ahora.
Ana Isabel, encuentro un gran placer en que seas tú quien más se ocupe en reseñar en este blog, las grandes “novelas de siempre” (¡porque buena falta hace!).

Benito

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Benito - 7-08-2010 - 12:05:04h

He leído "Senectud". Te deja mal cuerpo porque poco a poco la trama se vuelve más opresiva y sin salidas. De entrada no me gustó, pero luego me di cuenta de que expresa muy bien la visión de la vida de Svevo: uno se hace ilusiones y poco a poco la vida te lleva a ninguna parte. Es comprensible que el libro no gozara del favor del público, pero es un buen libro. Un pedante diría que refleja muy bien la falta de sentido y de horizontes en que vive el hombre contemporáneo.


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