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La guerra de las salamandras

Ana Isabel Rábade Obradó 8 de Octubre de 2010 a las 09:30 h

La palabra “robot” forma parte de nuestra cotidianidad de manera ambigua. Son robots muchos aparatos insignificantes e inofensivos incorporados a nuestra vida diaria haciéndola mucho más cómoda. Pero por robot también entendemos un humanoide mecánico que, en nuestras fantasías, puede pasaImagen de serie con toques de Star Trekr de ser un cómplice servicial a un enemigo terrorífico y amenazador. La palabra “robot” es de origen checo y su creación de debe a los hermanos Čapek. Apareció por primera vez en la obra de teatro R.U.R. (1921) de Karel Čapek, escritor y periodista checo, pero Karel desveló que el verdadero inventor fue su hermano Josef, que, aunque era básicamente un pintor, colaboró a menudo en las obras de Karel.            

Karel Čapek es un personaje interesante. Amigo de Masaryk, el fundador de la República de Checoslovaquia, proclamado “enemigo público número dos” en este país por los nazis, candidato al premio Nobel de Literatura  (al parecer, no se le concedió justamente para no molestar a Hitler, de acuerdo con las habituales componendas de la Academia). Aunque considerado en su país uno de los grandes de la literatura checa, internacionalmente se le reconoce sobre todo como autor de obras de ciencia ficción, aunque ésta sólo sea una parte de su producción. Entre sus obras de ciencia ficción, muy influyentes en el género, destaca La guerra de las salamandras, una novela distópica, es decir, de esas que nos auguran un futuro poco halagüeño.

            Un capitán de la marina mercante dedicado a recorrer los mares del sur para el habitual expolio de sus riquezas en pro del beneficio de alguna compañía occidental descubre una especie de salamandras marinas gigantes dotadas de gran inteligencia. Esta inteligencia, que permite a las salamandras aprender el lenguaje y los usos humanos, las convierte en excelentes trabajadores esclavos submarinos. A partir de aquí, la codicia humana, también denominada a veces espíritu emprendedor, origina un floreciente tráfico internacional de salamandras que transforma la economía, el trabajo y la manera de vivir de los hombres en toda la superficie del globo terrestre. Para quien a estas alturas ya esté poniendo los ojos en blanco, lo que Čapek ofrece con estos presupuestos no es una farragosa invención de mundos alternativos, sino una sátira inteligente y divertida del mundo real, como sucede a menudo en la buena ciencia ficción.

 

            Algunos señalan que La guerra de las salamandras, publicada originalmente en 1936, es una crítica del ascenso de la amenaza nazi ante la mirada impávida o despreocupadSaludo entre ambos, bigotudosa de todos. Ciertamente, Čapek no ahorra puyas contra la Alemania nazi (las salamandras criadas en Alemania son, por supuesto, más altas, más fuertes, mejores e incluso más rubias), pero la interpretación me parece demasiado complaciente. Es todo el modo de vida occidental (del que, aunque no nos guste nada reconocerlo, el nazismo también fue un resultado) el que está en la picota. Conviene no olvidar que no faltaba mucho para que las potencias occidentales ―las mismas que luego, sacando pecho, proclamaron aliarse para defender la libertad― abandonasen a la joven República Checoslovaca en manos del Tercer Reich, no fuera que Hitler se enfadase (el vergonzoso Pacto de Munich se firmó en 1938; Chamberlain, Primer Ministro británico, lo justificaba así en discurso en la BBC: “Qué horrible, fantástico e increíble sería que aquí tuviéramos que cavar trincheras y ponernos las máscaras de gas por causa de una disputa en un país muy lejano entre gente de la que no sabemos nada”). 

 

Las relaciones internacionales, los intereses nacionales, la política, los sindicatos, el ejército, la industria, la ciencia, la religión, la educación, la moral y las buenas costumbres y, muy especialmente, el glorioso sistema capitalista y el libre mercado en el que se puede comerciar con todo y en el que todo y todos se pueden sacrificar para el lucro de unos cuantos... Čapek no deja títere con cabeza. Con un divertido estilo de collage (sobre todo, en el Libro Segundo, en mi opinión, el mejor de la obra), Čapek parodia toda clase de textos (periodísticos, científicos, declaraciones y manifiestos políticos e incluso referencias a ficticias encíclicas papales o reproducciones de interesantísimos fragmentos en idiomas desconocidos) para poner en evidencia la crueldad, las estupidez, la vanidad y la hipocresía en las que incurren los seres humanos inadvertidamente y ufanándose de su superioridad. Todas las instituciones que sustentan nuestro extraordinario modo de vida occidental son puestas a prueba y ninguna sale triunfante. La necedad de los seres humanos cegados por la ganancia y por diversas formas de orgullo propio ―patrio, intelectual, etc.― es autodestructiva.

            Diversión garantizada... que da mucho que pensar.

 

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