Hay una escena mítica en la también mítica película "Blade Runner". Al final de la misma, Roy Batty, el jefe de los replicantes que ha conseguido llegar a la Tierra, salva la vida al Blade Runner Rick Deckard, y mientras sabe que son sus últimos segundos de vida, va enumerando todo aquello que ha vivido, que ha visto en su corta pero esplendorosa vida, todo aquello que ningún humano ha sido capaz de vivir y, mucho menos, de recordar: "Yo he visto cosas que vosotros no creeríais: atacar naves en llamas más allá de Orión, he visto rayos C brillar en la oscuridad cerca de la puerta Tannhäuser...". Recuerdos, imágenes, vivencias que ahora se perderán, sin dejar huella, como "lágrimas en la lluvia". ¡Es hora de morir! Y así lo hará, como una máquina que agota su tiempo. Una paloma blanca vuelva entonces por el cielo lluvioso de la ciudad.
Un título y la idea de los replicantes son los dos lazos, ligeros y, al tiempo, necesarios lazos que unen esta mítica película -pionera y superviviente de las de ciencia ficción, que fue estrenada en 1982- con la última novela de Rosa Montero: "Lágrimas en la lluvia".
Una novela ambientada en los Estados Unidos de la Tierra, en un Madrid del 2109, que resulta sorprendentemente cercano y verosímil a pesar de que Rosa Montero haya dejado volar su imaginación para ofrecernos un mundo en que los alienígenas tienen también su protagonismo y en que los adelantos tecnológicos dejan nuestros inventos actuales en un juego infantil, casi de guardería. En las numerosas entrevistas que le han hecho a Rosa Montero en estas semanas de promoción de su libro, siempre hay una contestación que se repite: "Lágrimas en la lluvia" es una de mis novelas más personales. Y comencé a leerla creyendo que esta respuesta era más una pieza de marketing ante el cambio de 180 grados en su novelística que una descripción certera y personal de la misma, pero me equivoqué. Ahora lo sé. En la novela, en ese mundo tan lejano como real, en ese mundo en que los deseos de venganza y de poder mueven los hilos secretos de los personajes, en que la angustia ante la muerte (inevitable) y el deseo de compañía, de amor, de huir de los recuerdos con el mismo ansia de intentar no olvidarlos, en este nuevo mundo que Rosa Montero se ha creado, ella se encuentra en casa, y en casa nos hace estar a cada uno de sus lectores.
"Lágrimas en la lluvia" nació como un juego. Un juego y un regalo. Un juego, un regalo y un deseo. El juego de unir dos de las grandes pasiones de la Rosa Montero lectora: la ciencia ficción y la novela negra. El regalo de inventarse un mundo propio, un universo en que vivir a partir de los sesenta años (como tantos otros se compran un piso en Torrevieja y con él la posibilidad de inventarse una nueva vida ajena a los ajetreos del hoy y del trabajo cotidiano). Y un deseo: reinventarse. Un deseo que se convirtió en una obsesión, en una necesidad a medida que se fue escribiendo, que se fueron desarrollando sus tramas. Y, sobre todo, la novela destaca por el personaje protagonista: Bruna Husky. Una tecnohumana especial. Muy especial. Un tecnohumana que se sabe especial desde que tiene uso de razón (más allá de su propia edad física) y que ha sufrido una gran pérdida hace dos años: ese Merlín cuyo recuerdo es doloroso y necesario; ese Merlín que un día se fue, como a ella le sucederá, ya que los replicantes en la novela de Rosa Montero viven tan solo diez años, pero su final no es tan plácido, no es tan cinematográfico como el de Roy Batty en "Blade Runner", sino todo lo contrario: a los diez años comienzan a sentir los efectos de una terrible enfermedad, terrible e inevitable, que les va consumiendo por dentro, multiplicando su dolor, ante el fin inevitable.
"Lágrimas en la lluvia" es una novela negra de ciencia ficción. Y lo es porque está situada en un Madrid de 2109 (al que no le faltan ni las zanjas ni las obras en el imaginario de los lectores) y porque Bruna Husky debe resolver una serie de crímenes, que habla de una conspiración y que la tiene a ella como presunta culpable. En la novela se han mezclado, en un cóctel de sabores reconocidos, todos los tópicos del género: un mundo futurista con una lógica aplastante, un culpable evidente que va modificándose a medida que fluyen los capítulos, un policía bueno con cara de perro y cuerpo de gigante, un personaje de sombras y de sospechas, como lo será el memorista, varios amigos de la replicante que aparecen en los momentos más oportunos... y una serie de asesinatos sin conexión que terminan revelando un plan, una mente criminal. Todos los tópicos que dan cuerpo y escenario a la verdadera novela, a la verdadera historia que se cuenta en "Lágrimas en la lluvia"; la anécdota, las descripciones, los personajes y los misterios como el plató para ver ante nuestros ojos un verdadero prodigio de sensaciones y de sentimientos. Esa cuenta hacia atrás de los días que le quedan a la replicante para llegar a sus diez años de vida; la negativa a aceptar los recuerdos de su infancia, recuerdos implantados, pero recuerdos tan vivos o tan falsos como los de cualquier humano, los del propio memorista, sin irnos más lejos... y junto a la muerte, junto a esa necesidad de aferrarse a una vida que se sabe que nunca puede ser presente, la luz de los lazos de la amistad, de la generosidad, de ese dejarse llevar por el corazón. Temas recurrentes en la compleja novelística de Rosa Montero. Temas que, en esta novela, rescata un tema tan actual como lo es la visión del "otro", ese otro que se necesita (como son los replicantes), ese otro que se protege con leyes, ese otro que se convierte en habitual en nuestras aceras y en nuestros trabajos... pero ese otro que es la diana de nuestro odio, de nuestra desesperación, de nuestros miedos cuando algo sale mal, cuando nos sentimos atrapados. ¡Y con qué maestría un tema de hoy en día, como es el papel de la prensa y de los partidos políticos, el uso partidista y torticero que hacen de estos temas aparece retratado en la novela!
"Lágrimas en la lluvia" ofrece muchas más lecturas que la trama policial en un escenario de ciencia ficción nos presenta. Lecturas que nos hablan de los grandes temas que nos obsesionan; los temas clásicos de la muerte y de los recuerdos; y los temas más actuales de la marginación a quien es diferente y a los modelos sociales y políticos que estamos construyendo, en una sociedad en que ni la política ni la prensa han conservado ni un ápice de ética. Una novela en la que todo tiene sentido: como la imagen de la portada, con esa osa, magnífica osa que se zambulle en el mar, en una mar en que también las lágrimas, como los recuerdos, pueden perderse.