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A MÍ ME GUSTAN GRANDES

Ana Isabel Rábade Obradó 27 de Mayo de 2009 a las 09:08 h

Ya sé, ya sé... Lo políticamente correcto cuando se es aceptablemente intelectual es decir que te gustan las pequeñas tiendas de barrio, donde ese señor tan amable que te conoce de toda la vida te atiende con trato familiar... ¡Pero es que a mí me pirran las grandes superficies! Y cuanto más grandes, mejor. Me encanta vagabundear por entre los pasillos atiborrados de productos inverosímiles. Soy de las que no dudan demasiado en probar unas absurdas galletas de chocolate ecológico importadas de la Isla Mauricio y no me molesta perder el tiempo husmeando entre mercancías exóticas que jamás compraré.

Con las librerías, me pasa algo parecido: me gustan grandes. Resultaría elegante afirmar que disfruto sobre todo en esas pequeñas librerías donde un librero sabio y vocacional es capaz de recomendar a cada cual qué leer. ¡Y acierta! Yo soy muy tímida. Por no hacerle un feo al amable librero, sería capaz de comprar, siguiendo sus indicaciones, El niño del pijamas a rayas, lo último de la narrativa hispano-americana -que, por lo general, me aburre-, o el mismísimo Hombre lento de Coetzee. Por otra parte, poseo una natural tendencia libertaria, apaciblemente escondida tras mi timidez, que me lleva a desconfiar de las recomendaciones. Sé, además, que mis gustos a menudo no coinciden con la apreciación general. Por volver a productos de los que alimentan el cuerpo y no el alma, mi chico acostumbra a decirme que sería excelente probando yogures para una marca comercial: los que me gustan podrían descartarlos de su producción. Recuerdo también cómo durante años, cada vez que visitaba su tienda, discutía con un amable frutero sobre mi incomprensible afición a los pomelos blancos, cuando todo el mundo sabe que los únicos apetecibles son los rosas. Al final dejé de ir por su negocio. Un argumento definitivo: está muy bien pasear por el pueblo o por el barrio y que todo el mundo te conozca y te salude, ¿pero qué me decís del estimulante anonimato de las calles de Nueva York?

Me gusta entrar en una tienda y que nadie me pregunte lo que quiero. Le agradezco mucho a quien sabe dar los buenos días sin intentar ningún ulterior acercamiento. Si se trata de una librería, la pregunta que sigue -ese cortés ¿podemos ayudarte?- realmente me incomoda, porque las más de las veces no sé lo que busco. Me gusta pasear por una librería como otros se pasean por el monte y espero a saber qué quiero hasta ver qué libros -ellos mismos y sin necesidad de intermediarios- se me ofrecen. Siento verdadero placer al fisgonear entre los anaqueles, hojeando un libro aquí y otro allá, sin que nadie repare en mí, como si me hubiera convertido en el hombre invisible. Una portada, un nombre, un título, el formato reconocible de una editorial de esas que saben elegir, te llama. Te aproximas. Lo coges en tus manos con dedos anhelantes. Lo toqueteas mientras deliberas si seguir adelante. Lo dejas. O lo tomas, y al manipularlo con delicadeza, escuchas el chasquido inconfundible de unas páginas abriéndose virginalmente por primera vez, acompañado del embriagador efluvio a libro nuevo. La boca se te hace agua. También puede ocurrir que, sin haber salido de la librería, el libro haya pasado ya por muchas manos. Alguien antes que tú ha violentado su celofán y se ha internado entre sus páginas. Te alegras: nada más frustrante que un libro que aprieta firmemente sus hojas, rígidamente arropado por su envoltura de celofán, para que no puedas meterle mano. Luego, un libro lleva a otro. Y cuantos más haya a tu alcance, mejor. La relación con los libros siempre es de civilizada promiscuidad: ni tú has exigido al primero fidelidad, ni él te la demanda a ti. Con frecuencia, él mismo te indicará su posible sucesor.

Interior de librería grande

Sí, ya sé. Me diréis que todo eso también puede hacerse en una librería pequeña. No completamente. Nadie desconoce el destino de un libro que, antes de pasar por caja, ha pasado por muchas manos. Nadie lo quiere para comprarlo, sino que sólo es objeto de una pecaminosamente rápida relación de hojeo. Únicamente valdrá para saldos. En una librería de las grandes saben que ha servido de generosa iniciación para muchos posibles compradores y lo aceptan con benevolencia. En una librería pequeña es más probable que el librero contemple sus libros como un severo padre burgués cuidaría antaño de la honra de sus hijas casaderas: ¡que nadie los toque más de lo necesario! Una librería grande ofrece, asimismo, otras distracciones. Por ejemplo, en los entreactos entre libro y libro te puedes dedicar a realizar estudios antropológicos de campo, tales como observar a los visitantes de la librería repartidos por secciones. ¡Muy interesante!

Interior de librería

Hay libreros que se precian de saber elegir su mercancía. ¡No llevan a su tienda cualquier cosa! Pero, ¿quién se atreverá a no ofrecer ese best-seller que tanto ayuda a sanear el negocio? ¿Quién sabe si no dejarán de escoger, en cambio, precisamente aquello que yo deseo? Muchas veces la selección se guía simplemente por modas o por supuestas cualidades indiscutibles que, sin embargo, no todo lector tiene por qué compartir. Así que, si es por mí, ¡que lo traigan todo! Y que me permitan mirar, cotillear, hurgar y manosear sin restricciones, que ya decidiré yo. Y si además de libros me ponen a tiro  discos, películas o material de oficina, ¡tanto mejor!

Por todo ello, insisto: por mucho que haya quien piense que el tamaño no importa, ¡yo las prefiero grandes!

 

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Comentarios - 5

Ainara

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Ainara - 5-06-2009 - 13:29:39h

Entiendo lo de las librerías grandes, lo de que no te agobien ni te conozcan. Yo soy librera, tengo librería pequeña, pequeña en metros (100) pero grande en fondo, eso sí, especializado. Cuando decidí montar una librería comprendí que si no lo podía tener todo (en mi ciudad ya hay una librería que sí lo tiene) debía optar por tener mucho de lo que me gustaba, de lo que creía imprescindible en la literatura infantil y en el diseño, pero cuidando otro concepto de librería. Ese concepto no responde a otro sino al de que soy fetichista, muy. Y caprichosa. No lo puedo evitar y creo que es lo que rige mi negocio. Que mi trabajo es leer, es mi lujo. Que los libros no dan para grandes lujos, mi problema.
Ahí creo (y deseo) que se encuentra el futuro de las pequeñas y medianas librerías, en la especialización. Los libreros tenemos que comprar los libros que vendemos, por supuesto que nos gustaría tener mucho, muchísimo más, pero por economía no lo podemos hacer. Y ese no es el problema del cliente, creo. El gremio librero es muy llorón, tiende a pensar que los clientes debieran estar concienciados, que una librería es casi una ong. Y no lo es. Si eres librero, has de serlo por vocación y no sirve de nada lamentarte de ello. No es desleal comprar novela en el súper (yo lo hago), sino práctico. Pero si lo que quieres es que la selección sea real, y no impuesta por los contratos de las grandes superficies con las editoriales, si lo que quieres es que en nuestras estanterías tengamos fondo "antiguo" y difícil de encontrar has de comprender que no tenemos hueco ni dinero real para tenerlo todo de todo. Como dice el eclesiastés, hay un tiempo para todo y no creo que la lucha esté entre grandes y pequeñas, ni que unas sean mejor que otras; sino que de todo debe haber... ¿no?

Anabel

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Anabel - 1-06-2009 - 11:06:40h

En el noventa por cien (siendo generosos) de las librerías pequeñas venden exactamente los mismos libros que en las grandes, distribuídos, por tanto, exactamente por los mismos y haciendo que engrosen sus arcas al menos en parte exactamente los mismos. ¿O es que si alguien compra a "Harry Potter" o a Stieg Larson en una librería más pequeña su dinero acaba en una O.N.G.? El problema, en mi opinión, es mucho más de distribucíón y de edición. ¿Quién, es España, es valiente editando? Desgraciadamente, hay demasiada editora pequeña que saca pecho por publicar aquí lo que ya está avalado por su éxito en otros lares o por publicar una vez más a los de siempre (especialmente si tienen un cierto tufillo fino e intelectual). El modelo de librería grande no es, al menos para mí, del de un gran almacén al uso (suelen tener muy pocos títulos). No es, fundamentalmente, una cuestión de metros. La librería de Ontario "World's Biggest Bookstore", cuya foto aparece al comienzo del post, es, oficialmente, la librería más grande del mundo por número de títulos, pero no por metros.

Pau Clos

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Pau Clos - 29-05-2009 - 09:26:20h

Pues con toda su mercadotecnia lo cierto es que uno encuentra mucho más, a veces por casualidad, en las grandes librerías, y productos en las grandes superficies, que en los negocios pequeños, que por cierto viven igualmente de lo que venden. Estoy de acuerdo con Javier en que nos faltan grandes librerías, grandes y buenas de verdad, como las que abundan en el extranjero. Ricachones, tomad nota, y montad una librería que sea por lo menos como el Santiago Bernabéu o, con perdón para los madrileños, como el Nou Camp, que tiene más éxito.

Neville Chamberlain

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Neville Chamberlain - 28-05-2009 - 14:00:02h

mmm...sí, sin duda alguna la suciedad de las grandes superficies, los grandes centros comerciales, las grandes redes de distribución y (en definitiva y como sostén de todo esto) los grandes capitales está ayudando mucho a la cultura libresca, a la pluralidad de contenidos, a la edición no-bestselleriana...
La gran mayoría de los libros en Inglaterra (comentaba en algún artículo por ahí leído -lo debí de leer en la tele- Salman Rushdie) se venden en Tesco. Esto ocurre en un porcentaje altísimo, ¡altísimo!, y supone qe qé se edita es decidido por una empresa cuyo criterio, meramente comercial, no es el qe se espera se defienda en ciertos foros... como este.
Sorprendente. Sigamos qejándonos de qe solo nos dejan votar cada cuatro años, y no nos responsabilicemos de qé sociedad se monta sobre el montante de nuestras compras semanales.

Javier Pérez Iglesias

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Javier Pérez Iglesias - 27-05-2009 - 09:21:20h

Anabel, a mi también me gustan grandes…, pero sólo si son juguetonas y me animan la vista. Si son enormes y sólo voy a encontrar las mismas novedades expuestas con mucha mercadotecnia y sobrada insustancialidad, no me interesan. De hecho, doy más valor a que haya una selección especial. Eso no necesariamente significa que ofrezcan menos. Por ejemplo, en mi librería de arte favorita (dejo el nombre para otra entrega) hay más libros de fotografía interesantes que en algunas grandes superficies de esta ciudad. Y también libros de diseño, arquitectura o estampas japonesas.
La gran librería ideal que propones le gusta a cualquier lector pero ¿En qué calle de Madrid está? ¿Dónde está esa gran librería que tiene de todo? Se me ocurre una que se puede acercar (y que también dejo para otra entrega) pero es la excepción. Creo que tal como está el mercado las pequeñas (vale, acepto medianas) tienen más que ofrecer.
Yo también conozco esa necesidad de que no me molesten en mis compras. No es que me pase siempre (soy de natural comunicativo y poco tímido) pero, a veces, quiero fisgar a mis anchas sin que me hablen. Mi experiencia es que los buenos vendedores saben dejar en paz a quien no quiere consejos (por pequeña que sea la tienda).
Y yo, que adoro pasear por New Cork, disfruto aún más encontrando pequeños negocios en esos vagabundeos.


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