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El corazón de las tinieblas

Manuela Moreno Mancebo 5 de Noviembre de 2008 a las 11:33 h

En 2007, con motivo del 150 aniversario del nacimiento de Joseph Conrad, Galaxia Gutemberg y el Círculo de Lectores han publicado una nueva edición de El Corazón de las tinieblas (Heart of Darkness), una de las obras más conocidas y reconocidas del autor. Se trata de un relato corto en el que Conrad, a través de un personaje que le sirve como alter ego, el capitán Marlow, narra un viaje al corazón de África, a través del río Congo, para rescatar a un agente comercial, el Sr. Kurtz, hombre al que precede su fama de idealista, culto, inteligente y lleno de ideas filantrópicas, además de eficiente en su trabajo, la obtención de marfil para enviar a la metrópoli.

Marlow consigue información sobre Kurtz en cada etapa de su viaje y se va haciendo una idea del personaje: "Es un prodigio, dijo al fin, es un emisario de la piedad, la ciencia y el progreso y sólo el diablo sabe de qué más", dice otro de los agentes comerciales a Marlow. Pero lo que se encuentra, cuando por fin llega al final del viaje, es a un hombre enloquecido, que ha perdido la razón devorado por el ansia de poder y riqueza, que no duda en infringir los más duros castigos a los nativos ante los que se presenta como un dios y a los que aterroriza con las mismas artes que utilizan los hechiceros y que rodea su campamento con una empalizada formada por cabezas humanas, como aviso a quienes no cumplan sus órdenes. El hombre ilustrado que llega a África para salvar a los nativos del oscurantismo y las tinieblas, acaba devorado por las mismas tinieblas que quería combatir.

 

Conrad se basa para este relato en su propia experiencia en el Congo. El 1890 trabajó para la compañía comercial belga del Congo y realizó un viaje similar al que describe en la novela, remontando el río Congo en un barco de vapor a la búsqueda de un agente comercial enfermo. Este viaje debió impresionarle sobremanera, hasta el punto de que en carta a un amigo escribe: "navegando por el río Congo dejé de ser un animal para convertirme en un escritor"

 

Aprovecha el relato para hacer un alegato contra la forma en que el rey Leopoldo II de Bélgica explotaba el Congo, sus riquezas y a sus habitantes, esclavizando a los nativos y sometiéndoles a todo tipo de castigos para obtener marfil y caucho, mientras que en Europa se dedicaba a cultivar su fama de filántropo, convocando conferencias internacionales para acabar con la esclavitud, proponer la civilización de África, y fomentar la industria y el comercio.

 

Aunque Conrad se posiciona contra la explotación del Congo y la colonización en general ("La conquista de la tierra, que por lo general consiste en arrebatársela a quienes tienen una tez de color distinto o narices ligeramente más chatas que las nuestras, no es nada agradable cuando se observa con atención"), no es éste el principal asunto del relato, sino la "fascinación de lo abominable", las tinieblas que se apoderan del corazón humano cuando, en contacto con la naturaleza salvaje e indómita, afloran los instintos animales que apenas oculta el hombre civilizado, llevándole a un grado de barbarie y crueldad que degrada a quien explota y a quien es explotado.

 

El corazón de las tinieblas es aquel mundo primitivo y salvaje, la selva impenetrable, el río Congo, sus nieblas y peligros, aquella naturaleza que todavía no ha sido "civilizada" por el hombre: "La tierra no parecía la tierra. Nos hemos acostumbrado a verla bajo la imagen encadenada de un monstruo conquistado, pero allí...allí podía vérsela como algo monstruoso y libre. Era algo no terrenal"

 

Pero, sobre todo, el corazón de las tinieblas es "el mal escondido, las profundas tinieblas del corazón humano".

 

A pesar de todo, Kurtz mantiene la lucidez hasta el último momento y es consciente de su descenso a los infiernos, "Su fortaleza sobrevivió para ocultar entre los magníficos pliegues de su elocuencia la estéril oscuridad de su corazón ¡pero él luchaba, luchaba!...Pero tanto el diabólico amor como el odio sobrenatural de los misterios que había penetrado luchaban por la posesión de aquella alma saciada de emociones primitivas, ávida de gloria falsa, de distinción fingida y de todas las apariencias de éxito y poder." Quizás por eso, Marlow, a pesar de conocer la verdadera naturaleza de Kurtz, no puede evitar sentirse próximo, incluso fiel a él, o al menos a su memoria.

 

Al leer El Corazón de las Tinieblas me ha venido a la cabeza otro libro, con el que encuentro cierto paralelismo, porque los dos reflejan el racismo y la prepotencia que ha presidido la colonización europea de África y la actitud depredadora del hombre blanco frente a la generosa naturaleza africana. Se trata de "Cazador blanco, corazón negro" de Peter Viertel, que Clint Eastwood llevó al cine hace unos años y que narra el rodaje de la película La Reina de Africa, de John Huston, y, en especial, la obsesión de éste por cazar un elefante. Tanto Conrad como Viertel  nos hablan de hombres blancos con corazones negros, que menosprecian a los nativos y expolian sus riquezas.

 

Y si seguimos con las asociaciones, imposible no relacionar esta obra con La Canción de los misioneros, de John Le Carré, que comienza precisamente con una cita de El Corazón de las tinieblas y cuyo protagonista, el joven traductor Salvo, también acaba descubriendo que bajo su convencional existencia blanca late un corazón negro. La novela relata cómo la República Democrática del Congo (el antiguo Estado Libre del Congo que conoció Conrad), después de 100 años sigue prácticamente en la misma situación que cuando Conrad escribió El Corazón de las tinieblas, en estado de violencia y guerra permanentes, explotada por las potencias occidentales que ya no se interesan por el marfil y el caucho, sino por el coltán, el uranio o los diamantes y con una población dividida entre los que matan y los que mueren; basta con abrir cualquier periódico para constatarlo. Por desgracia, el grito de Kurtz, antes de expirar:"¡El horror! ¡Ah, el horror!", sigue de plena actualidad.

 

Además de por el texto de Conrad, esta edición es notable por las ilustraciones del pintor de Cartagena, Angel Mateo Charris, veintiocho pinturas llenas de fuerza y colorido, presididas por la luz africana y paulatinamente oscurecidas por "las tinieblas" del texto. El pintor refleja extraordinariamente el contenido del relato y sus pinturas añaden elocuencia y fuerza al texto y convierten esta edición en una de las más hermosas del libro de J. Conrad.

 

En definitiva, una buena ocasión para leer (o releer) este magnífico relato, cuyo intenso e hipnótico texto ha fascinado a millones de lectores y que Francis Ford Coppola utilizó como inspiración para su película Apocalypse Now.

 

Manuela Moreno Mancebo

 

El corazón de las tinieblas/ Joseph Conrad; ilustrado por Angel Mateo Charris; traducción de Sergio Pitol. Galaxia Gutemberg, Círculo de Lectores, 2007

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