Una amiga americana me dijo hace algún tiempo que no había conocido otra ciudad donde hubiera más gente con más piercing. Quise que se llevara otra impresión de esta ciudad y realmente se lo justifiqué con el siguiente texto...aunque la realidad en este caso supera a la ficción.
Atrapada entre mis manos, la conduje a duras penas, el frágil reflejo estelado, al ombligo de la mujer yacente, regalándole el pirsin que siempre deseó.
De día, ya liberada, la observé, mujer impaciente, utilizando el silencio como señal de alarma sugirió mi regalo nocturno.
La llevé a la perdición. Tuve la sensación de haberle donado una herida universal e incurable.