Madrid, Sial, 2011
Arden estos poemas de Izara Batres y, efectivamente, son «fuego hacia la luz», fuego que, en su viaje hacia la luz, alimenta la voluntad de renacer de las propias cenizas.
Original y complejo este poemario. Su título El fuego hacia la luz es traducción al castellano de su nombre propio en euskera: Izarasua. La metáfora se refiere a la esencia del hombre o del poeta: la llama que sueña ser inmortal. Sin embargo, esta selección de poemas no es exactamente un autorretrato, o no lo es siempre. Hay tramos que deben identificarse con su itinerario biográfico, tanto emocional como reflexivo, y otros más alejados de su vida en los que profundiza a través de la imaginación.
Luis Eduardo Aute
«Amad hasta la muerte», es el último verso del libro y perdonad que comience desvelándolo, pero es el broche que cierra este collar de versos, circular, engastado con luces de Nueva York y desgarros íntimos. Una poesía directa, sobria y profunda, teje los versos de este poemario que destila color, otoño, melancolía, amor y esperanza entre sus páginas. Izara Batres, con versos libres, afrontando una poesía sin tapujos, «nos sumerge en su idea del hombre elevándose hacia la esfera atemporal», según sus propias palabras, «que mira más allá de las cosas y desea salir del condicionamiento del tiempo y del espacio (y por supuesto de los condicionamientos sociales) para ser realmente libre e inmortal» en su deseo de vivir en la tranquilidad y la esperanza de quien sabe irrecuperable un esfuerzo entregado al tiempo que no tiene retorno.
Emilio Ruiz Barrachina
El poeta y el tiempo
Una esfinge,
sobre el milagro nocturno
de la tierra azul,
baja sus párpados de infinito y arena.
Se suceden los instantes, las liras.
Despacio, el tiempo cierra el libro
de la luz y la belleza.
Algún deseo lejano, de medianoche,
volando hacia la inmensidad del fuego,
se derrama en versos.
El poeta y el tiempo,
como en una persecución errática,
mueren de suicidio,
por exceso de amor a la vida.