Eso quisieran:
no oír tu voz que dice no.
Y vuelve a decir no y no,
y que puede apagarse
en un no, en un día cualquiera.
Eso quisieran
que mil demonios te llevaran
y poder justificarse así
y recordar lo que pasa
cuando uno dice que no.
En el mar de los muertos
que hablan
desemboca un río de sangre
que corre por los cuerpos
de los que están vivos.
Es una primavera que quiere
ver florecer no la esperanza
sino una realidad del hombre
libre de lacras y miseria,
de su infortunio, ¡libre,
para ser persona y que lo humano
tome el camino de lo excelso!
Los hay que dejaron por escribir,
por cantar, por construir,
su propia obra y su vida
sesgadas.
Hay pulsos detenidos
que laten en otros corazones
que dicen no, no, no, no y no.