En mí, una irremediable
desavenencia social
que se acentúa con el tiempo
porque no rebajo los valores
y no acepto las incoherencias
de las trampas y mentiras
disfrazadas de una libertad
a conveniencia del interés egoísta
del sálvese quien pueda.
Mientras mi corazón lata
habrá en mi la compasión necesaria;
podré acabar como un ermitaño,
aun así, no renuncio a lo que de humano
hay de bueno, a la fraternidad
y a los ideales más elevados,
a la igualdad y a la libertad,
a la dirección que señala la aguja
de la brújula perenne de la razón.
Claro tengo que los hay que traicionando
no se traicionan a sí mismos,
que es mejor la distancia de tal calaña,
siempre una barricada frente a sus afrentas
y como moneda la dignidad
a sus obscenas propuestas,
que su poder no es ejemplo de nada
y que la verdad tergiversa su gloria:
una historia escrita desde la infamia.