Trece poemas como muestra de mi poesía publicada (unos 1800 poemas) entre 1965 y 2010.
Tijeras
(1965, Un camino al futuro)
Aquí estoy. Aquí estás.
Los dos presentes.
Buscando en el quehacer de cada hora
la excusa de un amor que no sentimos.
En la cansada
batalla del segundo tras segundo.
Nos sentimos sin sentirnos mutuamente
en la infiel paradoja de la imagen,
del ser-no ser inconcebible,
de una ilusión inútil.
¡Tijeras! Necesito unas tijeras.
Para cortar por fin esta atadura.
Y dejarte - y dejarme - en libertad.
En el rincón
(1979, Poesía para sobrevivir)
En el rincón, hay algo que se mueve.
Es como un animal oscuro
o como doble sombra de un murciélago.
Se siente inquieto, algo molesto.
No tendría por qué moverse,
no hay derecho, se dice.
Sus rincones, las cosas suyas
están en un perfecto orden.
Busca su libro: no es el mismo,
el que estaba leyendo.
De pronto,
empieza a descubrir en torno suyo
inconsistencias, cosas que no debieran ser,
amigos que le llaman pero que no recuerda,
muebles, objetos que él nunca compró.
Lleno de alarma, llama a su mujer
y no la reconoce.
Se mira en el espejo,
pero un desconocido le contempla.
Corre hacia la ventana, y se lanza al vacío.
Flores de mi silencio
(1982, Crisantemos)
¿Puede el poeta acaso
describir el misterio de una hoja?
Fumío Haruyama
Flores
de mi silencio,
crisantemos.
Luces, heridas
por la dureza del cerrado mundo,
venid, acompañadme.
Pido sólo
presencia, vibración doliente.
Contemplar un larguísimo segundo
el delicado tallo,
los elegantes cálices.
Ah, flores, que ya ni mías
vuelvo a llamar, porque perdí las ansias,
¿querréis estar, así, quedar
agitando el color ante mis ojos?
¿Retener un instante
la mirada del que os ha creado?
¿Y no dejarme huir,
rescatarme del vértigo?
Esta mujer
(1983, Arista de poliedro)
Esta mujer que duerme
sobre el lecho en penumbra;
una docena larga de amapolas
en mis horas de trilla del recuerdo;
algún libro, delgado y necesario
como el vino y la sal: esa es mi vida.
Y cuando el día llegue
que deba devolverlos,
espero que me dejen hacer trampa
y escapar con su aroma,
su magia, su latido.
Minotauro
(1985, Trece por cinco)
Cierro los ojos, y las grietas veo
del muro tembloroso de una vida
que ya se desmorona. La partida
intuyen mi conciencia y mi deseo.
Sin fuerzas voy, anémico Teseo
de esta fiera en acecho, de esta herida
que no acierto a cerrar. Por la aterida
cuesta abajo final creo y no creo,
busco a tientas la puerta, me incorporo
para caer de nuevo. Pero en vano:
no me asustan las astas de ese toro.
Mi instinto largo fue; la espera, corta.
Debo al amor un cálido verano.
Si muero de vivir, poco me importa.
El loco
(2010, Última Puerta del Silencio)
Cuando el loco abrió la puerta,
entró una ventolera de años verdirrojos.
Todavía lloraba el invierno.
En cada esquina, pequeños amorcillos
y estiradas virtudes se batían a sable.
Pero acechaba el autoelogio.
En cuanto se abrió la veda,
el loco supo que llegaba la hora.
Y en el momento justo,
saltó desde el vacío al universo.
E hízose la Luz.
(1995, El hombre de Ur)
Porque hubo primaveras,
hubo otoños, inviernos y veranos,
escalofríos, sed y vientos suaves
para mi piel de niño, para mi mano antigua;
porque cien labios me besaron
y amasaron amor en mis hogazas
y fueron humus fértil a mi simiente hambrienta;
porque en Ur de Caldea, en Harán, en Egipto,
en Horeb, en Pentápolis, en tanta tierra ardiente,
planté mi tienda, gentes y ganados;
porque aprendí lo húmedo, lo fresco, lo amarillo,
lo seco, lo aromado, lo sabroso y lo terso,
lo oscuro, lo sonoro;
porque supe de ríos, amistad y montañas,
dolor y atardeceres, montes y pececillos,
aves, flores, estrellas
y fui testigo lúcido del regalo del mundo;
porque tuve a Ismael y tuve a Isaac
y tuve tardes, noches y mañanas,
vivir valió la pena.
A romper
(1998, Última Puerta del Silencio)
A romper,
a romper.
Tanto verso fallido.
Fotos.
Y diccionarios.
Poemas como ombligos
o crucigramas.
Sólo el instante único
se resuelve en poema.
El resto es vanidad,
tiempo al amor perdido.
A romper.
Incluso este manual.
Hay que salvar los bosques.
Siete besos a la izquierda
(2001, Última Puerta del Silencio)
Beso en el trasluz del párpado izquierdo,
el tuyo.
en la comisura izquierda de la boca dormida,
la tuya.
Al nacer de tu cuello, junto al hombro izquierdo y los cabellos,
los tuyos,
trastorno mis sentidos con cada lugar del seno izquierdo,
el tuyo,
recorro con mi beso todo el oriente del incitante ombligo,
el tuyo,
intento dar calor con mi beso al glúteo izquierdo,
el tuyo.
Zurdo impenitente, beso el largo recorrido de la pierna izquierda,
la tuya,
cuyo tobillo debería abrazar una ajorca incisa
con mi nombre.
(1982, Casa del Tiempo)
debajo de los pájaros
estallaron tus venas
voló tu cuerpo en todas direcciones
ya para qué buscar las ansias
en el cuarto de atrás con la jeringa rota
tu brazo sobre el suelo me aproxima
a la caída azul bajo el alero
de una vida en penumbra
corrías sin aliento vagamente
hasta fundirte en brazos de la angustia
pero una vez mil veces abrazaste memorias
o tanta tarde triste sin caballo
por rincones sin fin en las calles de agosto
debajo de los pájaros
fuiste orillando espejos
y en mil trozos quebraste aquella rabia
que cubriera castillos y ardiera en la mentira
de las agujas sucias y del beso quemante
debajo de los pájaros
horas desesperadas
pero decías siempre que el viento es el más fuerte
que tendrían que hablarnos esqueletos y sombras
que partir es ligero
(ha quedado
el rastro de una ausencia
un innoble
revaho de amapolas y de cal apagada
esa llanura negra un pez un grito
y poco más
debajo de los pájaros
y el vientre abominable de tu muerte).
Utopía en el zoológico
(2003, Regreso a Sic transit)
Por fin, hoy se quitó el cartel
tantos siglos expuesto
("Animal peligroso.
Viola, maltrata y asesina")
en la jaula del macho
de la especie "Homo Sapiens".
(2004, Última Puerta del Silencio)
Vivir es habituarse
a una larga serpiente de pequeños fracasos.
(2005, El bosque del tiempo)
Rocío, ruinas,
una tela de araña...
¿Dónde, las Torres?