Poesía, vol. 2 (1980-1989), Edit. Verbum, Madrid, 1998.
Textos de todos los poemarios (en nuevo orden) publicados entre 1980 y 1989, más cinco poemas inéditos; incluye la nueva serie de sonetos "Iván Sheisky"; la edición digital de 2007 presenta cambios en varios de los poemas.
Mucho trabajo precedió a la edición por Editorial Verbum de este Volumen 2 de mi poesía. Pero, a la distancia de casi veinte años, no creo que fuese mejor que el realizado para el Volumen 1, porque resultó, me parece, algo farragoso y con exceso de datos y aclaraciones. No obstante, quizás haya lectores que encuentren en sus líneas y aclaraciones los datos, resquicios, rastros que permitan entender lo que haya de inteligible en esa década de mi poesía.
Introducción
Contiene el volumen doscientos veinticinco poemas, de casi una veintena de publicaciones. La novedad radica en la aparición de muchos poemas escritos "al alimón", casi todos con Ángela Reyes. Y también en la presencia de cuatro series adicionales de trece sonetos, o más bien cinco, si cuento los escritos también con Ángela Reyes. Muchos sonetos.
Los libros y plaquetas publicados que incluye este Volumen 2 son:
- Poesía para sobrevivir, 1980;
- Crisantemos, 1982;
- Dekatrisfilía, 1983;
- Tres tiempos del Egeo (1983);
- Las trece Puertas del Silencio, 1984, 1985.
- Labio de hormiga (con Ángela Reyes), 1985;
- Calendario helénico. Poemas sobre grabados (con Ángela Reyes), 1987;
- Viaje a la Mañana (con Á.Reyes y A. Villaverde), 1987;
- Paseos por Nygade, 1989;
- Sonetos para la vida (con Ángela Reyes), 1988; en un volumen con
- Trece por cinco, 1988.
Trece poemas
Hotel
(1980, Poesía para sobrevivir)
Pulsa el botón del ascensor.
Miradas impasibles le acompañan
hasta la planta cero.
Indeciso, visita el puesto de diarios,
hojea unas revistas, va a la conserjería,
pregunta si hay mensajes,
deja la llave de su cuarto.
Vuelve al salón,
se sienta en un sofá, bajo la lámpara.
Un camarero pasa, sin verle, varias veces.
Del grupo en el rincón
llega el vago sonido de una charla inaudible.
Algunos pasan,
se encuentran, salen juntos.
Después de bostezar
se pone en pie, como animado.
Rápido, se dirige hacia la calle.
Duda. Vuelve al conserje,
pide su llave,
llama de nuevo el ascensor.
Sola
(1980, Poesía para sobrevivir)
La mujer quedó sola.
Se hundió en el desaliento, en la amargura.
Pero pronto
acostumbró su piel a nuevas manos
y su oído a otras voces.
Discotecas,
números de teléfono nuevos cada día,
larga agenda de citas.
Esa tarde, después de varios "whiskies",
se encontró con su boca en otra boca
que no le habían presentado.
Salió como de un sueño. Lanzó un grito
(más bien de la sorpresa).
Va al lavabo, se restriega con rabia,
vuelve a casa y mastica dos somníferos.
Al llegar la mañana, más tranquila,
se mira en el espejo.
Tira su agenda a la basura.
Decide
hacer limpieza en los armarios.
El color y las sombras
(1980, Poesía para sobrevivir)
Nace como un color gris y vacío
en cada madrugada,
cuando la luna dobla las esquinas
y olvida los relojes.
Unidas al color
las sombras insistentes
pegadas,
inseparables de las formas.
A la ventana llegan
y a la niña arrebatan de su sueño
como negros ladrones.
¡Cómo duelen,
filos agrios
rasgando el corazón de la inocente!
Bajo las copas de los árboles,
jinete de la histeria,
la niña corre y corre.
Ciegamente, la invaden
el color y las sombras,
la madrugada nueva la enloquece,
los cristales de luna la enloquecen.
Y cuando llega al río
¾oscuro y ancho, como antiguo amante¾
se le entrega, aliviada.
Escuchad,
escuchad los lobos...
Fumío Haruyama (1982)
El Gran Crisantemo
tiene firmes raíces, y profundas.
Su tallo vuela vertical,
recio contra los aires.
Y los pétalos de oro
apenas se agitan,
apenas sufren
de incertidumbre, apenas se exasperan.
El Gran Crisantemo
sueña poco; dedica
la tasa de su afán diario
a estudiar grandes temas,
a síntesis y análisis
con atención estrecha a los detalles.
El Gran Crisantemo
tiene amor al pequeño, mas no perdona al débil
de voluntad.
Ha prometido
merecer esa altura de su cáliz,
ese eterno dorado de su rostro.
(1982, Crisantemos)
Puerta del Dolor
(1983, Las trece Puertas del Silencio)
Hay una esquina infame en el futuro
donde el dolor acecha.
Fumío Haruyama (1982)
El dolor es una reina colgada de los pies sobre un nido de hormigas.
Y la ausencia de la madre cuando llega la fiebre.
Dolor es el color imposible que el pintor no sabe combinar.
Dolor es sentirse solo en medio de la feria.
Hay el dolor del amante no correspondido invitado a las bodas.
Y el del planeta lejano sin el calor de un sol.
¿Cómo no sentir piedad por el dolor de un pueblo que no se encuentra a sí mismo?
¿Sabéis del dolor de aquél que no tiene por amigo ni a su sombra?
¿O el de quien, perdida la juventud, ve acercarse la noche?
Dolor del padre que no comprende la locura del hijo.
Y del hijo que ve a su padre ciego al tiempo nuevo.
Dolor del hambriento cuando el ahíto pasa.
Dolor del rico que se avergüenza de su egoísmo ilimitado.
Dolor de las abejas robadas de continuo.
El dolor es una fruta amarilla que se pudre en la sombra.
El dolor es un cofre lleno de recuerdos a la espera de una llave propicia.
El dolor es la noche larga del sepulturero.
El dolor está a la puerta y nos honramos en acogerlo una y otra vez.
En el dolor hallamos nuestro más fiel espejo.
Por el dolor es lo divino humano.
Con el dolor despierto y alcanzo las estrellas.
Sobre mi escritorio, un párrafo de Platón recuerda
que de la libertad se llega fácilmente,
por la debilidad, hasta la tiranía.
Reflexiono a menudo: mi libertad es cierta
tan sólo entre los límites
de las cuatro paredes de mi cuarto.
Más allá gravitan la entelequia,
la ciega Ley, el dios de los tributos,
la amenaza, el tirón, el paro inocuo.
Y en un mar de interrogaciones,
me ahogo, melancólico.
(1984, Las trece Puertas del Silencio)
Has acercado el ojo
al precipicio, y vuelves a asustarte
como aquel día, y cierras
los dedos ciegamente, aunque te suban
la náusea y el gemido.
Pero tú juzgas que vivir no es hambre
de justicia, ni es ascua
de amor por lo pequeño, ni siquiera
respeto por tu sombra,
sino oración, recuerdo y compañía.
Los signos han venido:
el huracán, caballo del asfalto;
una paloma arriba;
puertas de plomo y níquel al futuro;
sendas sin caminantes.
Pero tú, pero tú, apenas hombre,
mascullas entre encías,
abrochas la chaqueta y la corbata,
desfirmas testamentos,
apagas cada noche la conciencia.
Un proceso sin pausa
va restando unidades a tu vida
mientras el sol consume
vorazmente el hidrógeno del tiempo
y te pudres a chorros.
Mas, ¿qué importa? Te acercas nuevamente
al precipicio, huyes,
sientes basca, descuelgas el teléfono,
mandas comprar acciones,
reservas una mesa para cuatro...
(1988, Paseos por Nygade)
Las jaras, las encinas, ese azul...
Aquí arriba hay aromas
que nos hacen minúsculos,
silencios ocres, paz.
Camino contemplando las piedras en el suelo,
ese abismo allá abajo
que tira de nosotros con violencia.
Desde el fondo del tiempo
llegamos, vacilantes,
pisando levemente
sobre un camino que alguien eligió por nosotros.
Y en cada cual la búsqueda
de un trozo de futuro,
de alguna garantía de recuerdo
en cien, doscientos años.
Pero somos
tan solo aficionados -Charlie Chaplin lo dijo-,
no hay tiempo para más.
Como cegados vamos, las manos extendidas,
con ese sudor frío de estar equivocando
porvenir, tiempo libre,
amigos y familia.
Jaras. Encinas. Cielo.
Eso basta, quizás.
Mi perro corre alegre
mientras busco, y me llega,
confusa, la sonrisa.
Pues, ¿quién sabe?
¿Quién sabe?
(1988, Paseos por Nygade)
Muchachos del 21
(1986, Calendario helénico)
Patria.
O muerte.
O baile en que olvidamos
las flechas y los dardos
de Fortuna inclemente.
Revolución eterna.
Ansia: no-ser, por ser
pasión, fiebre, violencia,
relámpago, cincel
de la luna llena.
Cantaba de muchacho
(1980, Poesía para sobrevivir)
A Adolfo Suárez
Cantaba de muchacho, y mis canciones
eran las voces varias de mi tierra.
Eran todas de todos, comuniones
de amistades camino de la sierra.
Gallegas, catalanas... Emociones
antiguas de mis gentes. (En la guerra
entonces se mataban las naciones).
Castellanas, canarias... Suerte perra:
entre quienes creí la sal de España,
hallar a aquellos cuya negra saña
los lleva a asesinar, a lo que sea.
¡Andaluces y galos, mis abuelos,
dadme una vara, no me deis pañuelos;
el español no llora; se cabrea.
A plomo baja el Sol, desde el cobalto
que reflejan las aguas del Egeo.
Arena, piedras, luz. En cuanto veo
la negación del grito del asfalto.
¡Qué regalo la vida! De lo alto,
Apolo confundido con Anteo,
ya no existe la noche. Mi trofeo
la rendición será. Y dar el salto
de esta prisión del alma que es la duda.
Reino es mi cuerpo. Nadie que no acuda
a mi llamada es nadie. Que el orgullo
con que mira mi fuerza hacia el vacío,
lo cuenten y lo midan como mío.
Que yo lucho sin pausa y jamás huyo.
(1983, Tres tiempos del Egeo)
Cabo Finisterre
(1985, con Ángela Reyes, Labio de hormiga)
Entra en el mar tu espalda,
tierra, fin de las tierras que de Europa huyes.
Arteria en que desangra su cansancio
el continente todo,
un dios de signo celta te detuvo
bajo el párpado frío del Océano.
¿Dónde ocultaste al último rey suevo
que huelen tus tendones a limo y a batalla?
¿O a las desconocidas doncellas de Dombach?
Finisterre, he sentido
destilar gota a gota tu estupor de milenios
sobre la piel de antiguos pescadores:
los que ayer, del Gran Sol a Terranova,
han hundido sus tumbas.
En la raíz de Atlántico, dormidos
están tus arrecifes,
aguardando
la luz ultravioleta del futuro.
Las frutas
(1987, con Ángela Reyes, Sonetos para la vida)
Señoritas orondas en la cesta,
un gentil arco iris su ropaje,
blancos senos, tan alto su linaje
que son el noble cierre de la fiesta.
Por corazón, semilla que se apresta
a hacer en primavera el homenaje
al Dios de la Abundancia: su mensaje
recibe rubias mieles por respuesta.
¡Cómo el alma se templa y regocija
al saberlas amigas de la boca
que un instante glorioso las cobija!
Vuestro pudor dejad sobre la mesa
y sed mías, en dulce, orgía loca,
del buen yantar el fin y la sorpresa.