Dekatrisfilía (con Ángela Reyes), Col. Edic. de Autor, A.P.P., Madrid, 1983.
Introducción
Continúa esta plaqueta las prometidas series de trece sonetos. En ella hay un par de trampas, pues dos de los sonetos los compuse "al alimón" (un verso ella, un verso yo) con Ángela Reyes (con toda seguridad, los dos mejores de la trecena). Una técnica de composición ésta que tendría continuación en otras publicaciones, como se verá.
Dekatrisfilía (amor al trece, usando la palabra del griego moderno para ese guarismo) incluye algunos sonetos que creo importantes en mi producción, pues suponen un cambio substancial sobre los anteriores: "Autobiografía", "Muerte de una flor en Lanzarote", sobre todo "Paseo Marítimo 29D", que tienen acusada influencia de la característica forma de escribir del maestro Jorge Guillén. Por otra parte, los "Tres sonetos del Egeo", compuestos en la isla griega de Éyina (o Egina, pronunciada a la española), trabajan sobre las tres etapas del día, como multitud de poetas anteriores a mí.
El soneto "Lago Lemán", compuesto en clave surrealista con Ángela Reyes, daría pie más tarde a un inolvidable trabajo conjunto con ella, Labio de hormiga, dentro de ese género esplendoroso aunque rápidamente agotable.
Cinco sonetos
Autobiografia
(1980)
Juro olvidar, y una emoción levanto.
Miento, me miento a mí, miento contigo.
Resbalo poco a poco, y en mi ombligo
Un karma pienso hallar que me haga santo.
Iluso. No me encuentro y no me aguanto.
Zoco imposible soy; haré testigo
De mi inútil mercar al Enemigo
En el juicio final que temo tanto.
Torpísima mi angustia. Debo hundirla
O enterrarla debajo de la sombra.
Romperla en mil pedazos, y una esquirla
Recoger y plantármela de nuevo.
Éste era yo. Aquél que no se nombra.
Sólo seré otra vez si al Sol me elevo.
Muerte de una flor en Lanzarote
(1980)
A Jorge Guillén, maestro
La luz junto a la luz. Abajo, sombra.
Al rumor del crecer, la flor se estira
¾renueva cielo el Sol¾, vive, respira,
afirma la estatura que la nombra.
Un mar de espigas secas. Una alfombra
de pómez sobre un lago que es mentira.
El halcón, siempre abierto, gira y gira.
Un volcán de ceniza el campo escombra.
La flor, ya con esfuerzo, se endereza.
Duele vivir. Se dobla su cabeza.
No logra iluminar su corto aliento.
A golpes de amargura, a paso vivo,
se muere porque sí. Y antes cautivo,
su polen, al fin libre, se da al viento.
La corrida
(1981)
A Rafael Morales, maestro
Han llegado al final de su andadura.
En la arena, ya solos, hombre y toro
-oh, manes de cretense, ibero y moro-
empeñan, cara a cara, su estatura.
Orgulloso, compuesta la figura,
el maestro y su espada, frente al coro.
Salta el chorro brutal y mancha el oro.
Acaba el juego, llega la tortura.
¡No excusen esta muerte por un arte
donde prima la ley de la moneda!
Traga el toro su sangre, tiene miedo,
no puede comprender. Y al cabo parte
al cielo de los toros. Sólo queda
su huella ensangrentada sobre el ruedo.
Tres tiempos del Egeo (1)
(1983)
Ábreme el mar su sólido celeste
y yo lo aspiro, ciego. (Doria tierra,
Éyina verde, víctima en la guerra
con Atenas. De aquí partirá el Preste
Juan al centro abisinio. Y al oeste
sus colonias anidan, donde cierra
el Mar de los Atlantes, y se aterra
de Odiseo la peregrina hueste).
Aquí me trajo la melancolía.
A tientas busco rutas a la tarde,
que mi alma ya no es alma y ya no es mía.
En este restaurar mi vida rota
debo empeñar un fuego que mal arde
y que la hiel apaga, gota a gota.
E.T.
(1983)
A Arthur Clarke, autor de Childhood's End
Llegaron en silencio. Grandes aves
fueron, como pavesas, lentamente
cayendo sobre el mundo. Negro puente
desde el caos. Lejanos vientos suaves.
Dudaban largos años. Pero graves
decisiones tomaron, que a la mente
humana escaparían. y el torrente
del futuro quebraron con sus naves.
Ya no importan sus imposibles nombres
o la precisa altura de su ciencia.
Ni cuentan nuestras guerras y rencores.
En silencio llegaron. Y los hombres,
con un postrero gesto de impotencia,
miraron cara a cara a sus Señores.