Un camino al futuro, Ediciones del Consulado, Santo Domingo (República Dominicana), 1975.
La primera edición de Un camino al futuro se presentó en la Biblioteca Nacional de Santo Domingo, República Dominicana, en 1965. La actual es la revisión realizada sobre la edición conjunta con otros poemarios en Poesía, Volumen I (1965-1979), Col. Apanta, Altorrey Editorial, Madrid, 1989.
Introducción
En Bruselas, donde residí entre 1974 y 1976, retomé al fin mi "cartapacio" con viejos poemas no incluidos en mis anteriores publicaciones. Rompí muchos, pero un buen puñado los rescaté, tras trabajarlos con cuidado. Y preparé su edición, que finalmente vio la luz en Santo Domingo, con el título actual (primero pensé en "Un camino", pero se parecía sospechosamente a un conocido libro de inspiración religiosa).
De los 79 poemas que se incluyen, hay 12 posteriores a la publicación de La luz y la sombra en 1965; no me parecen demasiados, y creo que ello no altera mi definición del poemario como "primeros poemas". ¿Qué opino de ellos? Bueno, me parecen simpáticos; incluso, alguno, con buenos modos. Más, no se les puede pedir. Pero, indudablemente, publicables, aunque hoy no comparta en absoluto sus supuestos. Son... una etapa necesaria.
Que ustedes los disfruten. Recuerden que casi siempre les habla un poeta de veintidos años que estudia ingeniería.
Notas
Un camino al futuro, el segundo libro de poemas que he escrito (el primero, "Diecinueve años", 1950, está ¾ y así seguirá¾ inédito), fue no obstante publicado en quinto lugar, en 1975 (Ediciones del Consulado, Santo Domingo, Rep. Dominicana), después de La luz y la sombra (Cali, Colombia, 1965), La suma imposible (Santiago, Chile, 1968), Los brindis del poeta (Atenas, Grecia, 1970) y Tiempo prestado (Madrid, 1973).
Reunía la edición dominicana 81 poemas de muy diversas épocas: un primer grupo, la mayoría escritos entre 1951 y 1957 (aunque algunos de esa época fueran incluidos en La luz y la sombra, 1965); otro grupo, los escritos entre 1958 y 1965 que no fueron incluidos en La luz y la sombra; también, unos pocos escritos entre 1965 y 1967 y que no se incluyeron en La suma imposible, de 1967; en fin, los escritos entre 1968 y 1974, y no publicados en Tiempo prestado, en realidad un libro monográfico, de 1973. También, varios 'brindis'.
En esta ediciçon, aparecen los poemas que incluyó el volumen Poesía, Vol. I (1965-1979), Col. Apanta, Altorrey Editorial, Madrid, 1979, con 70 poemas, 50 de ellos escritos entre 1951 y 1957; he suprimido dos poemas de la primera edición. Los nueve sonetos del libro sí se incluyen aquí. Los nuevos 'brindis' se añaden a la edición digital final de Los brindis del poeta.
En Bélgica y en la República Dominicana se hicieron varios cambios a los manuscritos de 1957, para la edición de 1975; también ahora varios poemas han tenido algunas revisiones en aspectos formales.
Para mejor orden, he clasificado los 79 poemas en varios grupos. La mayoría de los poemas de la época son de tema amoroso o sobre la mujer.
Dedicatorias en la primera edición:
A mi padre,
insobornable, inolvidable, irremplazable.
(cuando viajaba a la República Dominicana, mi padre salía de una terrible operación, que de poco valdría, pues moriría a final del año).
A Marimina Moustaka,
mi amada y mi amiga.
Prólogo a la primera edición:
Presento mi segundo libro de poemas, "Un camino", que quedó inédito en 1958, con nuevo título. Un libro aquel harto incongruente, que he rehecho en todo su contenido de acuerdo con mis gustos actuales, eliminando multitud de poemas que no me interesan, perdonando otros que me son simpáticos (a veces, a falta de otro mérito) y siempre procurando conservar la peculiar forma de decir de aquel 'antepasado' mío.
He añadido apéndices, con los doce poemas no publicados en mis libros La luz y la sombra (1965), La suma imposible (1968), Los brindis del poeta (1970) y Tiempo prestado (1973).
Once poemas
Villancico de los pañales
(1970)
Virgen que en el agua
lavas pañales,
por la madrugada
no me los laves.
Mira que de frío
vienen puñales,
al chiquirritiño
ven y lo tapes.
¡Ay de las tus manos
como cristales,
nadie las empañe,
ni aun el aire!
(Cuando llena el grito
los arrabales,
se despierta el Niño,
duerme la Madre).
Cuidado, cuidado
(1969)
Cuidado,
cuidado.
Vivimos
esclavos,
a golpes,
a saltos.
Amigo,
si un tanto
perdieras
el paso,
te olvida
tu hermano,
te dejan
de lado.
Por ello,
despacio:
más vale
lo exacto
que el ansia
de cambio.
Honesto
trabajo;
prefiere
lo ancho,
desprecia
lo alto.
No importen
los años:
si llega
su abrazo,
no pienses
amargo;
respira,
sé bravo,
olvida el
pasado,
empuña
tu báculo.
El mundo es
un campo:
la flor es
engaño;
elige
ser árbol.
Hubo un tiempo
(1952)
Hubo un tiempo
-lejano ya, lejano-
en que me encaminaba
a través del sendero polvoriento
que va desde la cuna
al día de la vida.
No sé por qué quimeras,
no sé por qué pasiones deslumbradas,
pero un día, soñando
despierto como siempre,
te vi, desde mi abismo.
Y dijiste: Heme aquí.
Y contesté, celoso de mi suerte:
¡Yo soy el que buscabas!
¡Sé fuerte! ¡Salta y vive!
Y allí mismo, sabrás, perdí el tranvía.
Cobardía
(1957)
No sé cuál de esas torpes ilusiones
que he tenido durante tanto tiempo
ha llegado hasta mí. No sé si es sólo
el eco de tu risa,
tu cabello-oleaje,
el arco de tu boca,
tal vez el presentido aroma de tu aliento.
Puede que sea imaginado
o que sirva al demonio de mi carne.
Pero ayer, cuando entrabas lentamente,
cuando por la costumbre
recorrí tu silueta
para, al fin, recalar sobre tus ojos,
se detuvo mi sangre
para luego correr con tal violencia
que el corazón falló por un momento.
Sentí dentro de mí cómo subía
en lentas oleadas al principio
y más y más aprisa a cada instante
la marea rugiente del deseo.
Hablaba fríamente
pero tú
me excitabas riendo, con tu boca,
con tus ojos burlones,
con la curva incitante de tu cuerpo
en espléndida, blanca floración.
Llegó tu novio,
seguimos la comedia.
Al fin, después de despedirme,
huí del 'club', sin aire en las entrañas.
Por la noche, no fui bastante hombre
y compré, por dinero, una mujer.
Los amigos
(1969)
Que me acuerdo de todos, y me irrita,
me enerva este problema.
Aunque ya sólo sean muchos de ellos
un trozo pequeñito
en el rincón que tengo con el título
"Personas del pasado".
Ahí está
mi antiguo y triste Adolfo,
poeta colombiano,
un hombre siempre serio,
perseguidor de versos y prosodia.
También un tal Clemente
que fue mi jefe un tiempo,
a quien mandé al cuerno bravamente
y me dejó cesante.
Muy orgulloso yo, y muy cesante.
Otro hueco lo ocupan
en 'pot-pourri' confuso,
una muchacha, pescadora en Cangas,
que me escribía cartas amorosas
con grafía de algas y moluscos;
un guardia urbano
que me impuso una multa
por romper un farol de una pedrada;
y aquel buen catedrático, don Pedro,
que tocaba el armonio
y que no quiso suspenderme un día
pese a estar yo copiando con descaro.
Está mi hermana, la del largo pelo,
que me tomaba el mío
y me ayudaba en mis empresas locas.
Y Encarna y Federico, dos amigos
que amaban la noche más que el día
y pasear desnudos por la playa
que un modelo de Dior o Balenciaga.
Por el rincón de Grecia
(con olor a columnas, mar y olivos)
Cristina y Peter, que de puro jóvenes
no sumaban los años necesarios
para un carné de conducir triciclos.
En 'Sésamo', Madrid, un sitio amable,
el que cantaba eso de Granada:
yo le aplaudí con fuerza y cachondeo
(y un poquito de envidia).
Qué latoso es andar de un lado al otro.
Los conoces, los amas,
y sabes que, al marcharte,
pasado un corto tiempo,
se irán calladamente a su rincón.
A añadirse a aquel mosaico absurdo
del que uno se forma la memoria.
Y a estropearte la felicidad
cuando acaba diciembre
de echar, por fin, el año a la basura,
porque quisieras escribir a todos
y no alcanzan el tiempo ni la tinta.
El "paparazzo"
(1969)
(Atenas ha estallado
a lo largo de 37 grados a la sombra).
Allá arriba,
disimulada apenas por miles de turistas
la Acrópolis espera.
Cada piedra, cada escalón de mármol,
ha tomado las huellas digitales
de los pies de todas las francesas.
Mi amiga, bien cogida a mi cintura,
sonríe al 'paparazzo',
que, impactado, se envicia disparando
con su cámara llena de palancas.
Y al volver a la Grecia del presente
borrachos de columnas,
el 'paparazzo', con ojo extraordinario,
nos descubre, entre la muchedumbre,
y nos despoja de sesenta dracmas.
La mano delicada de mórbidos perfiles
(1952)
Cual hada de los cuentos, tu mano delicada
te lleva como a un niño ¾no puedes hacer nada¾,
tejiéndote unas redes tan suaves y sutiles
que el alma temblorosa se estrecha y arrebuja
temiendo salir de ellas, aun viendo que la embruja
la mano delicada, de mórbidos perfiles.
Aleve y despiadada, tu mano milagrosa
se ofrece ante los ojos lo mismo que una rosa:
tan bella y aromada, que ves cómo te inclinas
ansioso a desprenderla, buscando su fragancia.
Mas luego que inocente, dormido en tu ignorancia
la tomas, no te esencia: te clava sus espinas.
Escucha, corazón de corazones
(1953)
Escucha, corazón de corazones.
Mirando bajo el cielo la cortina
del agua milagrosa derramarse
me acuerdo de tu alma.
Descalza mi tormenta,
sensible de su afán, soberbia estrella
del firmamento ennegrecido,
te escucha, sonriente.
Un blanco resplandor, de cegadora,
silbante rapidez,
cruza el cielo, saeta de potencia.
Y el cuerpo se recoge, temeroso,
esperando el zumbar del trueno inmenso
que invade la estrechez del duro cráneo.
Mira luego: ¿qué triste remembranza
de ciegas risas,
de caminos ruidosos y pasos de misterio,
destruye los encantos de la tarde?
Ayer he roto el hielo, amada mía.
Ayer, tranquilo el torpe,
he abierto el vacilar de tu egoísmo.
Tu recia, delicada
mano, blanca de cal y de suspiros,
ha dado un golpe fiel.
De su nuevo sonar tengo el recuerdo
en un vago girar de ruedas grises.
Verbenas, volatines, ¡canzonettas!,
¡qué lástima de mil canciones largas
perdidas en lo espeso!
Escucha, corazón de corazones.
Un negro vacilar huye de pronto;
¡cómo el triste, más triste que otro día
se cansa y se reposa en la ladera!
Un tronco de granito. Negras tocas.
Retumbar que se esfuma como el trueno.
Mi impráctica avaricia se despeña.
¡Qué tonto es suspirar
en rotas ilusiones!
Sonríe, que es la vida que ahora empieza.
Sonríe,
despacio en tu sonrisa, tras tu velo.
Sonríe, que el calor está en mi mano
y en la tuya también, niña querida.
Recuerdo un paseo *
(1953)
Recuerdo un paseo que un día recorrimos
en ese abandono que tanto nos hablaba.
Recuerdo que a tientas buscabas en mi rostro
pero, ya en la sombra, que tú no me encontraste.
Y ahora, pregunto, ¿qué hicimos por perdernos?,
¿qué fúnebre y loco sentido nos faltaba?
Tan solo unas horas después de haber hablado
rompí mi cerebro buscando lo perdido.
Despacio, en el aire vibraban las palabras,
bailando sutiles, como vagas caricias,
y eternos los versos que yo iba recitando
sonaban azules, agrisados, violetas...
Aquellas legiones de sueños que acunabas,
aquella silente mirada que tenías,
rompieron otoño, se mezclaron al barro,
y al viento se fueron, al calor de la ausencia.
Recuerdo el aroma de una tarde perdida,
de un largo paseo que tú y yo recorrimos.
*Ensayo de ritmo 6+7
Infinito viernes
(1969)
Cuando miro de cerca nuestras horas,
cuando busco qué fueron, qué han dejado,
encuentro un gran vacío. De tu lado
acierto a desligarme. Y ahora, lloras.
Más crees tú saber, y más ignoras.
De las rosas que habíamos sembrado
las pocas que crecieron en mi prado
se han torcido o me han sido traidoras.
¿Dónde están esas rosas, ese aliento?
¡Qué absurdo regresar antes del viaje!
¿Absurdo, digo? ¡Necio, criminal
es casar al futuro con el viento!
Que en un camino libre de equipaje,
donde estaba el comienzo esté el final.
Como un mendigo
(1974)
Como un mendigo te encontré aquel día,
cuando tu ayuda más necesitaba.
Mas no me diste diezmo
y mi tesoro lo arrojaste fuera.
Otro día, llegaste
pidiendo lo que hubiera disponible.
Y busqué, busque a fondo.
Había un reloj roto,
un par de calcetines (no en pareja)
y trozos inconexos de pasado.
Lo tomaste. Y al tiempo
decías: ¡Gracias, gracias!