¿Qué le pasa a mi sangre
que parece ser de otra
tinta y color rojo?
No recordáis que nos unen
las mismas letras,
el mismo ojo.
¿Qué le pasa a mi rostro
que parece ser más
viejo y le cuesta enrojecer?
No recordáis las lágrimas,
el día en que Ilitía
pronosticó mi nacer.
No nos une nada, ni el decir
ni si quiera el que hacer.
Sois simples espectros
de lo que un día
mi ser llegó a ser.
Es el celo de los profanos,
es el templo de los derrotados.
Mentirosos en escrúpulos,
odiados entre hermanos.
Malditos Caín y Abel destronados.
Con el tiempo recaí en la Oda
de los hidalgos olvidados.
Una letra, no es estirpe,
ni el escudo me define.
Corazón que nada ve y no siente.
La afilada hoja de la espada,
más fina y desollada,
clava astillas, muerde almas.
Es la fina cuchilla que
con pensamientos me abrasa.
¿Quién es digno de tu nombre?
Si el querer no está en mi sangre,
buscaré herejes que al dolor calmen.
Es la verdad de mi herejía,
los amores en el extranjero residían.
Por el rico calor que recogen
los abrazos del extraño.
Ya sin sangre, me defino;
Sin patría, sin cortijos.
Sin extirpe de un Crono comeniños.
Vanora Miranda