Tragar las aguas del pozo,
masticar pastillas de autoamargue,
y que su virulenta existencia
me atragante la saliva,
cuando la pluma, de Poeta,
osa engañarme.
Que si pregunto al espejo,
sólo responderá una cosa...
Huyendo en círculos viciosos:
en paredes pegados olios
de desiertos vacíos,
tal vez sueños muertos,
perdidos,
mordidos,
olvidados,
ocultos...
¡Qué piscina de hipocresía me baña!
¡Qué yo no quise elegir nada!
¡Qué yo no quise ser si quiera la Palabra!
¡Qué me diga alguien que ponga ilusión en lo que me mata!
¡Qué me asfixie el papel tanto para respirar por primera vez!
¡Qué me calme alguien el jodido vacío!
¡Qué me explique alguien que lo que vivo tiene sentido!
Que si pregunto al espejo,
me relata sólo hechos...
Tú buscas refugio en el Poeta
y yo en las palabras que,
de mi cabeza, al papel salen:
Ambos sin sábana que nos arrope,
que nos amordace,
que nos engañe,
que nos mate,
que nos olvide.
Encuentro pena abrazando los relojes,
semillas de escarcha amamantan temores,
sonidos tecnológicos que no resucitan amores,
pesadillas que encuentro tumbada en colchones.
Para aquel que un día
su existencia le carcome,
para el que nada sabe,
para el perdido u olvidado,
para el triste o el rezagado,
para el víctima o el despechado:
Yo estuve ahí,
contigo al lado.
Víctima del dolor
que causa ser Humano.
Vanora Miranda