Siento como si la deuda fuese eterna.
El no saber destapar la ley con el hechizo.
Dar las gracias mil veces por seguir vivo.
Procesar un cerebro arquitectónicamente formado.
Aceptar mil veces el banquete del bufón,
Seguir agachando. Seguir aguantando.
Que da igual si fue Pirámide,
Catedral, Rascacielos o Edificio.
Las manos siempre vacías.
Esa odiosa promesa que dice el dicho.
Que aquí todo es de los bichos,
de insectos resguardándose en lupas
enjaulando ratas en ratoneras.
Ellas sin saberlo se exculpan de su culpa.
Pobres, pobres ratitas...
Que el Síndrome de Estocolmo
les rocía con dicha melodía
el resto de sus vidas.
Yo ya no sé si esculpir en papeles
O gritar por las ventanas.
Y ¿a quién pagar mi deuda debo?
Si aún leyendo soy también colona
de una tierra mundial colonizada
para ver quién tiene más caramelos.
Vanora Miranda