El palio ha cubierto vuestros ojos con ceguera
Ha conseguido envenenar los libros y sus letras.
Sois los reflejos inconstantes de la decadencia homérica.
Masticando el reciclaje de las letras muertas.
¡Malditos todos vosotros! ¡Ésta es mi llama!
Vuestra mentira y engaño afilan más el bolígrafo.
¡Malditos todos vuestros mancillados versos!
Violadores, violadores del conocimiento.
¿Decidme, "sabios", hacia qué dirección he
de aclarar la garganta para expulsar tales cristales?
Desnuda. ¡Desnuda! Estoy siempre desnuda,
mientras vosotros intentáis fabricarme el dichoso traje.
Pero no, esta pluma no sucumbe,
ni sucumbirá a locuras de Emperadores.
Han de saber que ciertos individuos
tienen como segunda piel a Haller.
Adultos, qué gran enfermedad.
Papeles estampados con emblemas
Sin diagnóstico y legalidad
acariciándoles las más cobardes sombras.
Y es ahora que el consejo debe
llenar de eco a las paredes,
pues hay cerillas que encendidas
llegan a quemar a Cibeles
No hemos de tener miedo.
No, no he de tener miedo.
La cobardía nos lleva al principio:
el silencio.
¿Pero qué esperar de los gusanos
que se han metamorfoseado en linces?
De primero: canapé de babas y sopa de mocos.
De segundo y postre: vómitos y fornicaciones indecentes.
Odiados liliputienses
muerte a vuestra jerarquía
Fósiles de los asesinos de Sócrates
que enseñáis como ellos sin vivir la vida.
Vanora Miranda