Porque esa es mi bandera, la de Mariana Pineda
No penséis, malditos, que esta vez nos vamos a esconder.
No penséis que la sangre dejó roncas las gargantas.
No penséis que nuestra esperanza es inferior a vuestra apócrifa fe.
No penséis, únicos enemigos existentes de la libertad,
que nos dejaremos colgar por cosernos la bandera de la esperanza al pecho.
De los pingüinos sus víctimas, encadenadas sus voces al exilio de las fosas.
Los Claveles con sus correspondientes Rosas, caminan del cielo a la tierra
abriéndose camino por las heridas que a los Campos Castellanos cicatrizar no dejan.
Esta vez no, me niego a no poder izar la señal de la única verdad bajo el balcón.
Esta vez la Plaza se llenaba con el Sol y la belleza pulcra del niño
que por fin ha conseguido alcanzar y entender por primera vez lo que es amor.
Hemos dejado las pulgas de soñar el comprar al perro, hipotecándonos el alma
por revivir lo que una vez se silenció con la sangre de Mariana Pineda.
Si estuviera aquí nuestro gran León ... ¿qué diría hora?
Mi querida pluma fría, casi olvidada entre las letras,
¿ Acaso esta cuarta vez no habla suficientemente alto el Español?
¿O esta vez es la que reniega del ser pedante
y no vacila en ni disimular de sus oídos el cemento?
Esta vez no dejaremos que enterréis la voz alzada del español
en lo más profundo de los pozos.
Esta vez, esta vez seréis vosotros los que gritéis:
¡Eh, que viene los descendientes de la Pineda!
Otra vez desde la altura del hombre, sin bolsillos donde esconder el izquierdo puño
con el defecto racial, su enfermedad crónica incurable
levanta la voz porque esa es su bandera, la que cosía Mariana Pineda.
Vanora Miranda