Viviendo, me dijiste
yo era consciente que el mundo a nuestro alrededor pretendía destronar nuestra casa
yo, mi Amor, siempre reacia a creer que su Baduk era capaz de meternos la llave inglesa,
soy testigo del meteorito eclosionando bajo nuestros pies
los elfos quedándose sin género de guisantes en los almacenes
niños haciendo incisiones a los hígados, transformándolos en árbol de conocimiento
la realidad buscaba un gigante para su jardín
nuestra alfombra salvadora seguía constituida por un animal marino
siempre que miraba el cielo, perdida en el crucigrama del reflejo,
esqueletizaba en mi imaginación el mordisco de una nube
el criptograma de la senda celta trazada por la mantarraya
Amor... amor... amor...
no sé cómo conseguir que mi olor empape tu destino
el muro que nos separa no me hace desistir de ser tu gaviota muerta
aún desplegando tú las alas de mis labios a la juventud
te amo, sólo contigo consigo deconstruir mi deshumanización
aprendo que quiero dejar de soñar para ser sueño
de tanto viajar se nos olvidó lo que guardábamos en las maletas
sin sorprendernos al abrirlas de nuestros albatros en forma de collares
reconocernos eternos viajeros nos convierte en esposos del tiempo
hemos dejado atrás las grandezas expiatorias del Olímpo
allí no había nada; bueno sí, la mentira
hemos sabido reconocernos en la bestia
y ya nada nos puede consolar más que evaporarnos
necesito desesperadamente acariciar la llaga del trébol
y vengo aquí, a
nuestra casa,
nuestra constelación
cementando a mi familia, convirtiéndola en piezas de cera
intentando convencerte de que sustituyas tu vida por mi palabra
tumbados sobre las aletas de la fatalidad
tú no dejas de inquirir de mi pupila la tierra que me entierra
Adán, coge mi mano
para que juntos podamos soportar esta muerte
Eva siempre fue tuya.
Vanora Miranda