el Sori aprendió del régimen un desenfreno clandestino de la lengua
no sólo en cuestiones de que el diccionario anduviese cabizbajo
sino también en las innovaciones de moda en la lencería
el Sori volvía al corazón del franquismo con el olor de una fábrica
al revisar el lugar de nacimiento de su hija o en los intentos de recordar a su padre
vestía en casa chándal en homenaje a Fidel Castro y se sabía de memoria el cine Western
visualizó las obras teatrales de Estudio1 y leyó dos veces los Episodios Nacionales
propagó por los cinco continentes la Tesis Doctoral de su hija, la primera en la familia
no faltaba al puro, chupitazo de whisky y comilona
el Sori llevó a mi padre a comer churros mientras yo hacía la revolución en el útero de mi madre
no recuerdo qué pasó después ni cómo nos conocimos
pero empecé a ser visitante frecuente de su casa y él de la mía
se tomó mi existencia como una vuelta al gamberrismo
juntos haciamos la fuerza para que Luisa dejara pasar el mar levantando el toldo
le diste mi teléfono de casa a Caperucita y a su amigo el Lobo
sin embargo me acuerdo hoy más que nunca del Sori
porque ahora entiendo por qué hizo lo que hizo
por qué me bautizo como la "Jodía China"
por qué en una de nuestras conversaciones me dijo con su aire peculiar de pícaro español
que los abuelos están para enseñar palabrotas a las nietas
antes que ponerme el delantal o despuntar la corona en la cabeza
me enseñó a expresar la injuria, el vacío, el dolor y rabia.
Vanora Miranda