Es mi vida un montoncito de palabras perdurables
mi casa ladrillos de procacidad, crudeza y escatología
mi familia procede de las estirpes de corsarios más antigua
fui de aquellas que al nacer, en vez de un árbol,
bajo la almohada dormía con la cítara
de las de alma vikinga viajando más allá del Pacífico
con la sola intención de colonizar amor y epistemología
de las que pensaban tener preparado un kimono para el frío averno
y una tarrina de 4000 litros de helado nazi para el Cancerbero
me propuse en la adolescencia tardía ser lenteja de presos,
cebolla de niños, trigo de libertad, belladona de justicia
y en la realidad es que sólo aspiro a vendedora de cerillas
tuve la ingenuidad de la abeja asustada,
prové del aleteo de arzobispo en flagelación mística
en la actualidad soy testigo vigente de la destrucción de la Biblioteca de Alejandría
entre tanto yo voy maquinando las palabras que acompañen mi epitafio
algo así como un canto desesperado de atención al extranjero
vuelve a pasar por el corazón Alejandría
Vanora Miranda