Lo que se niegan a aceptar los agentes sociales, y los ciudadanos, es que prostitución y autonomía de la voluntad no son incompatibles.
Y para reafirmarse en su error se apoyan en estadísticas y estudios sesgados, o directamente manipulados, acerca del origen y la causa de la pervivencia a lo largo de millones de años de esta actividad económica primordialmente femenina.