El Perú es Patricia, la prima de naricita respingada y carácter indomable con la que tuve la fortuna de casarme hace cuarenta y cinco años y que todavía soporta las manías, neurosis y rabietas que me ayudan a escribir.
Preparación para la vida adulta de los jóvenes limeños (los perros de esa ciudad). La acción se desarrolla en un colegio militar, un ámbito cerrado, donde la obligada presencia del prójimo puede convertir lo que sólo es tedio en crueldad como estímulo contra el aburrimiento. Y ellos, los cadetes, se deleitan en compartir lo peor de sí mismos. El machismo elevado a la máxima potencia es su código moral que todo lo contamina. Pero padres, tutores, oficiales... los adultos en general parecen coincidir en que hacerlos hombres es volverlos crueles. Como si ése fuera el cometido de la escuela y el código moral de los jóvenes no fuera ajeno al de la sociedad de los mayores.
Moviéndose en múltiples niveles, su trama pretende revelarnos el Perú del ochenio de Odría, lo que se esconde detrás de su fachada política y social. Para ello nos pasea por la Lima de los años ‘50, mostrándonos la corrupción inherente a la dictadura. El protagonista, Zavalita, vacío de ideales, como su propio país a sus ojos, parece decirnos que la dura realidad obliga a todo el mundo a asumir la máscara de una falsa fachada. A Zavalita se contrapone la figura del guardaespaldas, Anselmo, con quien se reúne en ese bar de Lima, "la Catedral", (que no son otras sus catedrales), y que le va desvelando con sus testimonios ese tejido de podredumbre que todo lo salpica.
Castrado por la mordedura de un perro, el desgraciado accidente condiciona la vida del personaje principal. Durante la infancia todos le miman, pero cuando empieza el despertar del sexo, el machismo de los demás le empujará hacia un destino trágico. Si las mordeduras del perro acabaron con su virilidad, las dentelladas del prójimo terminarán con su vida.
Dos personajes que desbordan pasión por la escritura, Pedro Camacho, gran fabulador de radionovelas y Varguitas, retrato deformante e irónico del propio escritor. Como contrapunto, la tía Julia.
Bajo el ardiente sol piurano, cuelga de un árbol el cadáver cruelmente torturado de un joven... El teniente Silva y el guardia Lituma emprenden la búsqueda del asesino.