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Sus personajes

Roger Casement

Roger Casement

"Los personajes que a mí me fascinan más son los que rompen los límites" Mario Vargas Llosa

SUS PERSONAJES
Sus personajes: no se explican, actúan; el novelista se coloca en su interior y a través del lenguaje vemos cómo ellos se van haciendo: no son caricatura de sí mismos, que captamos su verdad en su forma de decir. Son lo que hacen, sus actos definen su horizonte moral y psicólogico. Muchas veces rebeldes y sus grandes desafíos acaban en la destrucción, sin producir el menor sobresalto en el orden social en que se mueven, que se los traga y los disuelve en el olvido.
Algunos, como Lituma saltan de una novela a otra, desvelándonos diferentes aspectos de su ser: El Lituma holgazán y travieso de la Mangacheria no era, en Santa María de Nieva, ("La casa verde") más que un sargento a secas, sin más destino que dar y recibir órdenes. En Naccos ("Lituma en los Andes") es romántico y soñador, un costero nostálgico de Piura.
Otros nos parecen proyecciones del autor, imagen de su obra o su actitud vital. Alberto ("La ciudad y los perros"), Zavalita, ("Conversación en la Catedral"), Varguitas, tan aparentemente evidente, pero retrato deformante e irónico en una obra sin verdadero propósito biográfico ("La tía Julia y el Escribidor").
Y esa estupenda galería de maniáticos que aparecen en tantas de sus novelas: el cándido Pantaleón, riguroso y metódico hasta el absurdo ("Pantaleón y las visitadoras"); Pedro Camacho, plumista profesional y folletinista delirante ("La tía Julia y el escribidor"), el fanático iluminado Antonio Consejero ("La guerra del fin del mundo"), Mayta, el revolucionario troskista ("La historia de Maita"), el tenebroso coronel Mindraw ("¿quien mato a Palomino Molero?"), don Rigoberto y sus abluciones ("Cuadernos de don Rigoberto")...
Tantos y tan diversos que tenemos que conformarnos con señalarlos al azar, según nos vayan viniendo: El jaguar o el esclavo ("La ciudad y los perros"); Ambrosio, el guardaespaldas de ese siniestro Cayo Bermúdez, Cayo Mierda o de Zavala, padre de Zavalita, ("Conversación en la Catedral"). Sal Zuratas, capaz de hipnotizar a un pueblo entero ("El hablador"). Fonchito, ese ángel rubio tan malicioso como perverso ("Elogio a la madrastra"). Uranita Cabral, cargada de rencor, e incapaz de olvidar el ultraje por muchos años que pasen ("La fiesta del Chivo").
Algunos sólo productos de su invención, aunque siempre se apoyen en vivencias del autor mas o menos conscientes, pero otros, históricos, por él recreados como esa revolucionaria Flora Tristán, peleona, valiente y decidida y su nieto, el bohemio Gaughin, (El paraíso en la otra esquina). Trujillo, último ejemplo literario de esa galería de déspotas americanos que inaugurara el valleinclanesco "Tirano Banderas" ("La fiesta del chivo"). O el último, Roger Casement, obstinado en su denuncia de esa colonización desalmada,("El sueño del celta")

María Luisa Esteban Hernández

Tu bovarismo y el mío, imaginan lo leído

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