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Biblioteca de la Universidad Complutense de Madrid

Jueves, 25 de abril de 2024

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Plasticine on tour

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Buscando en los mercados de cine y audiovisuales europeos y, a su vez, haciendo una práctica en la universidad, me adentré en el curioso mundo de la animación infantil, ese mundo que no está valorado como se merece y mucho menos explotado al máximo de sus posibilidades.

 

Encontrarse ante la situación de estar trasteando con un trozo de plastilina mientras visualizo el contorno de un pato y encontrarme diez minutos después inmersa en el diseño y realización de una película infantil cuyo personaje sería dicho pato, muestra la complicada sencillez que se esconde en las mentes infantiles. La película no es nada de otro planeta: una historia de amor entre un pato y una cerdita bailarina, una grabación de presupuesto bajo, casi nulo, de apenas dos minutos de duración (con sus correspondientes tres horas de fotogramas) con un desenlace sencillo y unos personajes enternecedores.

Lo que para los adultos no es más que animación con plastilina, para un niño supone una invitación para la distracción y el disfrute. Un pato azul con ropa y una maleta, una cerdita con un tutú y un fondo que emula un decorado de un teatro, todo hecho con plastilina. ¿Qué espera un niño ante este resumen? ¿Una trama llena de suspense?, ¿efectos especiales dignos de MGM?, ¿un dialogo culto entre los personajes como si Juan Manuel de Prada se hubiese encargado de escribirlo? Ni mucho menos. Los niños esperan a un pato azul con ropa y una maleta, una cerdita con tutú y un fondo que emula un decorado de un teatro. El simple hecho de disfrutar de los personajes, los colores, el movimiento que permite la plastilina a sus poseedores y el final feliz sirve para que un niño esté contento, se distraiga, deje volar su imaginación y tenga ganas de más. No podemos exponer a los niños a dos horas seguidas de película por muy animada que sea y mucha alegría y colorido posea. La duración juega un papel importantísimo en éste tipo de producciones. Breves pero intensas, tres minutos llenos de emoción.

Por ello, los críticos cinematográficos que mejor valoran las producciones infantiles son los propios niños. Les gusta todo siempre que sea entretenido e innovador. Por eso la definición que he dado al principio acerca de la mente de los niños, la complicada sencillez hace referencia a lo difícil que nos parece a los adultos disfrutar con casi cualquier cosa. La capacidad de ver fascinante lo irreal y divertido lo simple. No creo que seamos nunca capaces de compartir esa visión de las cosas. A no ser, claro está, que volvamos a ser niños.

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