Conocí España a raíz del fútbol. Desde hace cinco años, he estado muy obsesionada con el portero Iker Casillas Fernández, por lo tanto, soy una gran hincha del fútbol español en la Copa del Mundo o la Copa de Europa. Hace tres años, en el examen de acceso a la universidad, elegí accidentalmente el español como mi carrera. Desde entonces, establecí un contacto permanente con España.
Por suerte, en el tercer año de la universidad, he tenido la suerte de venir a España a estudiar, un país con numerosas etiquetas: la pasión, las corridas de toros, el Flamenco, el romanticismo... En el momento en que desembarqué del avión, sentí que España me acogía, y pensé que tenía que aprovechar esta oportunidad y conseguir todo lo que quería.
En el primer día del nuevo semestre, me di cuenta de que casi todos los estudiantes en la clase eran de diferentes países: Sudáfrica, Brasil, Estados Unidos, Chipre, etc. Nunca había pensado que podía tomar clase con personas tan diferentes en una misma aula. La profesora nos pidió que hiciéramos una auto-presentación y conocí la diferencia entre la manera de pensar de Oriente y la de Occidente. En las clases posteriores, el entusiasmo de los estudiantes occidentales me impresionó mucho. Paso a paso, fuí perdiendo la timidez y empecé a preguntar a los profesores directamente e intercambiar ideas con mis compañeros en la clase. Poco a poco, comencé a acostumbrarme al modo de vida de aquí: almorzar a las dos de la tarde, regresar a casa cuando ya ha anochecido, comprar cosas antes del domingo... También me he acostumbrado al estilo de enseñanza de los profesores. Aquí en la Complutense, la presión de estudios es menor que la de China, por tanto, tengo más tiempo para hacer otras cosas, por ejemplo, viajar.
Durante estos tres meses, he viajado a varias ciudades: Toledo, la antigua capital con diferentes etapas históricas; Sevilla, combinación de la antigüedad y la modernidad; Córdoba, la Gran Mezquita, el Palacio del Califa, el Puente romano, todas las partes expresan historia; Alcalá de Henares, el pueblo natal del gran escritor Cervantes, es como si toda la gente allí hubiera leído Don Quijote de la Mancha; Cuenca, las Casas Colgadas, que se han convertido en el símbolo de la ciudad; San Sebastián, que aunque sólo es una ciudad fronteriza de Francia, tengo ganas de volver gracias a los pinchos.
Después de ver tanto paisaje, mi sentimiento más profundo es que estos monumentos se conservan muy bien. Imagino que si los antepasados despertaran, ellos podrían encontrar fácilmente las calles viejas en la ciudad actual, ya que todos los patrimonios están bien conservados.
El ambiente histórico es sólo una parte de este país, creo que la otra parte es el arte. Como todos sabemos, hay muchos pintores famosos a lo largo de la historia de España. Velázquez, Goya, y los tres dotados en el Siglo XX: Joan Miró, Pablo Picasso, Salvador Dali. Cada uno es un símbolo de su época. Todas las obras en el Museo Nacional del Prado o en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía son la expresión de los artistas o la descripción de la sociedad en aquel entonces, también son tesoros nacionales. Después de llegar a España, he visto algunas pinturas que antes sólo podía ver en los libros, por ejemplo: el Guernica, El dos de mayo de 1808 en Madrid, Las Meninas. Cuando estaba admirándolas, parecía que estaba hablando con los grandes pintores que los crearon.
Además el grafitti para mí es la mejor prueba de que España transmite Arte, porque en China no se utiliza tanto, y cuando se usa es sólo para escribr caracteres.
Hace tres meses que estoy en Madrid, sin embargo, ya durante este tiempo, hay muchas personas a quienes quiero agradecer. El entusiasmo, la sinceridad y la bondad de los españoles me llenan de gratitud por este país. En España, el azul celeste, una suave brisa y el sol son suficientes para sentirme satisfecha en cualquier momento. Aunque la molestia o la inquietud lleguen, me basta con valorar el paisaje actual para sentirme en paz.