(Artículo de Claudio Marrucci. Traducción al español de Yunia Fernández Róldan)
Si hubiese una nueva Revolución Francesa seguramente necesitaríamos añadir a los conocidos términos de Libertad, Igualdad y Fraternidad, el de Movimiento. Esta es la extraordinaria y novedosa visión que tiene del mundo el famoso bailarín americano Frey Faust, quien se ha convertido en la persona que ha dado a conocer a nivel mundial el movimiento. El lanzamiento de su libro El Axis Syllabus: la revolución del movimiento será en italiano y lo llevará a cabo la editorial romana Elliot. Se trata de un caso aislado en el idioma italiano: a menudo se intenta escribir y publicar en las lenguas más usadas y extendidas a nivel mundial o, al menos, europeo como pueden ser el inglés, el francés, el alemán o el español. Especialmente cuando hablamos de una comunidad como la del Axis Syllabus, que cada año forma a más de dos mil bailarines de más de treinta nacionalidades diferentes, gracias a los talleres de formación y a las prácticas que se desarrollan en países como Italia, España, Austria, Francia, Bélgica, Holanda, Alemania, Noruega, Suecia, Rusia, Ucrania, Nueva Zelanda, Australia, Brasil, Canadá, los Estados Unidos...
Con la excepción de una editorial on-demand que ya ha publicado el libro en inglés y que refleja la difusión internacional del libro-objeto pero no la función del libro-producto, la editorial Elliot es la primera editorial a nivel mundial que apunta hacia una realidad ampliamente consolidada, ofreciendo un servicio sencillo pero eficaz: la traducción. De hecho, en el mundo globalizado donde todo está al alcance de un click, pasar una hoja de papel, respirar el olor de un libro, perderse en los sonidos ancestrales de la lengua materna del lector... son valores que no pueden abandonarse por el uso del Google Translator o por las aplicaciones de la lingüística computacional y de la mera traductología. Traducir, en el fondo, es más un arte que una ciencia. Así ocurre lo que para miles de sociólogos y lingüistas parecía impensable: l'italiano vive, l'italiano esiste, l'italiano r-esiste1. Además, la lengua italiana es capaz de consagrar la cabeza visible del Axis Syllabus, mejor de lo que lo hace el inglés, con una corona de laurel sacando fuerzas de la que siempre ha sido su debilidad: la marginalidad extrema y su gran provincialismo.
Por lo demás, como nos enseña el maestro Faust, la danza es, ante todo, dinamismo, mutación, transformación de los puntos débiles en puntos fuertes y viceversa. ¿Y quién sabe si nosotros, que como buenos italianos somos bailarines (al menos desde los tiempos de Bismark, quien nos acusaba de "bailar" demasiado con nuestro amigo-enemigo francés), conseguiremos cambiar el ritmo? ¿Y quién sabe si el libro de Faust nos ayudará a retomar nuestra dinámica?
Frey Faust es un bailarín americano que en la actualidad vive en Berlín. Recibió sus primeras lecciones de danza a los ocho años bajo la dirección de su madre. Formó parte de la segunda generación de Contact y estudió mimo, capoeira, aikido, percusión, canto y diferentes técnicas de baile. Ha trabajado en los Estados Unidos, Canadá, América del Sur, Europa, Asia, África y Oceanía, colaborando con artistas como Gina Buntz, Donald Byrd, Merce Cunningham, Nita Little, Ohad Naharin, Meredith Monk, Janet Panetta, David Parsons, Randy Warshaw y Stephen Petronio.
Maestro, ¿qué es la danza para usted?
La danza es, probablemente, un sofisticado instrumento de la evolución que ha permitido al cuerpo humano mejorar hasta alcanzar su forma actual. Es una tecnología que interactúa con las emociones. Creo que las teorías se enfrentan al hecho de que la danza y la música han nacido para crear juntas un lenguaje. La verdad es que danza y música son sinónimos de "lenguaje" y podemos afirmar que esta es tanto la primera prueba cultural del regalo de la inteligencia como una interacción consciente con el ambiente. El baile quizá sea más útil para educar el sistema nervioso, para socializar y para hacer que los individuos se relacionen con el grupo, con la colectividad. La danza es, no solamente una forma no competitiva de interacción, sino que también es un valor cultural altamente peligroso. Si se busca en el diccionario, la danza se define como una forma de arte física y sin palabras que usa temas y motivos (más de lo que lo hace la música), para estructurar el espacio y el tiempo usando el cuerpo humano como el principal medio de expresión.
¿Para usted la danza tiene más un carácter innato o cultural?
Creo que es una cuestión de estructura: el latido del corazón, el hecho de que el cerebro coordine el cuerpo a través de señales rítmicas que van de los nervios hacia los músculos, la simetría del cuerpo humano que establece inmediatamente un ritmo y hace posible la comunicación de los símbolos... todo esto nos está diciendo que la danza forma parte de nosotros. Pero es también una de las expresiones culturales que proporciona instrumentos para entender cosas que no podríamos entender de otra manera. Cada lenguaje se traduce a otro, pero siempre hay algo que se pierde. La danza es un lenguaje cinético que exprime emociones que no pueden ser expresadas de otra manera. Podemos interpretar lingüísticamente la palabra torsión para asociar la proyección del cuerpo en el espacio, pero siempre habrá algo que falte. Si tú estás dentro de un cuerpo en movimiento es difícil, muy difícil, explicar qué está sucediendo porque hay muchas cosas que ocurren simultáneamente. De hecho, los sentimientos y las emociones no son nunca blanco o negro. No es que estés enfadado o triste, sino que es una combinación: un poco de ira, otro poco de dolor, una pizca de celos... todo es una reacción química. Y tu cuerpo puede expresar todo esto inmediatamente, sin interferencias visibles.
La danza es un ritual...
Los mitos y las religiones, sobre todo a partir de la llegada del cristianismo, demonizaron la danza hasta prohibir bailar a la gente. La conexión con el lenguaje original se ha perdido. El modo en el que la religión ha aprisionado la danza en una forma específica se puede considerar de opresivo. De esta manera, en los diferentes procesos históricos y sociales llevados a cabo para rebelarse contra los dogmas de la iglesia, se ha dejado campo libre a la creatividad individual hasta llegar a la paradoja de que, ahora, cada artista puede desarrollar un lenguaje propio sin que ningún otro sea capaz de entenderlo. Es decir, hemos pasado de un lenguaje extremadamente codificado a uno críptico, engañoso y abstracto. Donde las antiguas tradiciones están muy ancladas, como por ejemplo en África, donde tienen una tradición de más de diez mil años, se pueden ver multitudes de personas responder inmediatamente a un gesto, un sonido, un ritmo, una voz... En Occidente, en cambio, la persona que usa la danza se educa a sí misma para unir los acontecimientos crípticos que está viendo, tiene que inventarse una historia que tenga sentido porque el lenguaje ya no se comparte. Creo firmemente que la danza tiene que ser una práctica cultural compartida y no algo exclusivo, sino un derecho innato, pero no porque cuando nacemos tengamos ya "el ritmo en la sangre" (en realidad, la danza y el ritmo son conceptos que se estudian, se aprenden y se perfeccionan con el curso de los años, como cualquier otra cosa que es parte de la sociedad humana). Es un derecho innato porque es una herencia antigua que ha modelado nuestro cuerpo. Una prueba la encontramos en el modo en que nuestro esqueleto se estructura o la forma de nuestros huesos.
En su libro afirma que el movimiento y la libre expresión del cuerpo son derechos humanos fundamentales. El ejercicio de estos derechos, ¿cómo puede contribuir al respeto por los demás?
Respeto. Cada vez que percibes algo...bueno, esta es la base de la empatía: si siento el dolor significa que otras personas pueden sentirlo. Si considero que mi identidad se ha visto comprometida, puedo entonces imaginar que otras personas pueden sentir eso. El asunto es que cuando te mueves comienzas a darte cuenta de lo que te rodea, tomas conciencia de tus sentidos, la percepción del ambiente se hace más fluida y tu capacidad de adaptación aumenta, pero también aumenta la necesidad por el prójimo, la necesidad de compartir, de participar. Una vez que se comprende que el proceso de aprendizaje va del no saber al saber, en el momento en el que te encuentras delante de un individuo que no sabe, desarrollas una empatía porque te encuentras a ti mismo en un estadio anterior. Además, cuando nos hacemos más responsables o sensibles, estamos en condiciones de interactuar con el ambiente de un modo más delicado, más preciso, porque reconocemos las expresiones físicas más rápidamente, somos más sensibles. Por ejemplo, probamos una comida y enseguida sabemos si nos gusta o no. Comenzamos a tener un pensamiento crítico: ¿productos químicos? No, gracias. ¿Publicidad? No estoy seguro. Y empezamos a medir, a calcular, a valorar y nos decimos que algo es justo aunque no sabemos decir por qué. O también puede que pensemos que algo está mal pero que en algunas ocasiones puede ser lo correcto. Dejamos de lado nuestras intolerancias y pensamos de manera crítica, pero aceptando a las personas por aquello que son. La danza es un pretexto para tener un comportamiento social más evolucionado.