Exhausto como si de un vertiginoso viaje en montaña rusa viniera, así abandona el espectador la sala de cine tras disfrutar del último trabajo de Josephine Decker.
Exuberante y trascendente es el mensaje de la autora y genial el saber hacer de la dirección de fotografía. Ashley Connor, habitual colaboradora de la directora inglesa, traslada el ardiente pensar de Josephine y acapara con su lente cada uno de los pequeños detalles que componen esta obra maestra, haciendo de la reunión en el bosque californiano de Mendocino el lugar perfecto para rodar un cuadro impresionista posmoderno llamado "Butter on the Lacht".
El trabajo en lo que a dirección de actores respecta, los fuertes lazos que unen al pequeño equipo de producción y el talento natural de las protagonistas, Sarah Small (Sarah) e Isolde Chae-Lawrence (Isolde), hacen de la interpretación la guinda de un pastel que seguro se convertirá en una de las obras indispensables de la década.
Pero si hay algo en el film que llama la atención es lo poético de este, la capacidad de plasmar mediante metáforas audiovisuales (porque tanta importancia tiene la banda sonora como los movimientos de cámara) los sentimientos y sensaciones que en tan abrupto paraje encuentran escenario. La carrera de Decker ya viene marcada por esta poética visual que, en ciertos momentos, nos recuerdan al mejor Gondry, aunque la directora afincada en NY lo lleva aún un paso más adelante al escribir sus poemas con unos tiros de cámara asombrosamente misteriosos.
En definitiva, arte en pura esencia. Cine del de antes, del de siempre. Historia y poesía. Personajes y escena. Indie y clásico. Butter on the Latch. Josephine Decker.