No queremos, mejor dicho, nuestro subdirector Mariano Ángel Zamora no quiere descansar en agosto. Dice que una revista como la nuestra tiene que estar aquí todos los meses del año, que todos tienen que saber que siempre pueden encontrarnos, ofreciendo esa seguridad de la persona querida que siempre estará cerca.
Y no podemos dejar el espacio vacío de nuestro lugar en la red cuando, menos aún, estamos a punto de cumplir, el próximo septiembre, un año, doce números.
Despedimos julio con el ánimo sobrecogido, con una matanza atroz, con una muerte que parece no haber sorprendido demasiado y con los especuladores, analistas y "calificadores" de siempre alterando la tranquilidad de las gentes normales, a las que amenazan con hacerles aún, si cabe, la vida más difícil.
Vamos por partes, no puede haber ninguna idea ni ideología, ni criterio que justifique jamás la muerte de nadie, ni siquiera la aparente "locura" de una asesino frío y calculador. Y este tipo de seres sanguinarios hacen su aparición de vez en cuando advirtiéndonos que no hay lugar para la tregua. Un sujeto así podría haber llegado al poder, como otros asesinos, y haber matado mucho más con toda la tranquilidad que los demás le hubieran dejado. Las mentalidades criminales más peligrosas y detestables son las que hacen del odio a lo diferente su emblema ideológico y su razón de ser y de existir. Pero no podrán impedir que el mundo sea diverso y ofrezca el innegable atractivo de lo diverso. Suponerse superior, admitir la creencia de que los demás son nuestros enemigos por la única razón de ser de otra manera es la mayor de las aberraciones y ninguna perspectiva, de cualquier parte y procedencia que apunte en esa dirección, no debe de ser admisible ni tolerada.
La muerte ha llegado, también, a la voz personalísima de la música en forma de mujer. Canciones de letras que resultan atractivas por su espíritu provocador pero que delatan el alma perdida de quien quizá se dejó llevar, bajo influencias engañosas, por derroteros que no conducían a ninguna parte.
Puedes ser una persona con un don genial pero psicológicamente débil, puedes alcanzar la cima pero buscando sensaciones que no encuentras o afectos a los que nadie corresponde. Cuando se llega al triunfo siempre hay alguien, interesadamente solícito, que te ofrece aquello que tarde o temprano podría matarte.
Y si eres una persona insegura encontrarás, sin duda, quien te ofrezca una seguridad peligrosa. Manipuladores, advenedizos, aprovechados, desalmados forman parte siempre de la caterva que revolotea sobre la popularidad personal de quien en el fondo de su ser muestra desamparo.
Por lo demás, lo de siempre hasta el momento, siguen a sus anchas quienes ayudan a caer, caiga quien caiga, aunque sea un país entero, grande y poderoso o pequeño pero capaz; siguen a lo suyo quienes sacan provecho de la bronca, la desesperación y de la inquietud, aquellos en definitiva contra los que todos nosotros tenemos algo personal.
Pero que nada de esto sirva para desalentarnos, para olvidar que el verano es un período de regeneración interior, una oportunidad para llegar a ser mejores, un tiempo para crecer.
Y en septiembre recogeremos las uvas, no las de la ira sino las de la solidaridad y la tolerancia. Será entonces cuando, coincidiendo con nuestro primer aniversario, seguiremos brindando por un mundo mucho mejor que éste.