El cine de estreno vuelve a centrar el interés y la curiosidad en los fenómenos espectrales y en la fenomenología paranormal.
Pero invocar espíritus y presencias fantasmales puede resultar un entretenimiento excitante o una más que probable experiencia traumatizante. Especialmente si se trata de psicologías inmaduras, como suele suceder en un gran número de casos: particularmente si la experiencia es realizada entre adolescentes.
En el reciente film, Ouija (2014) - dirigido por Stiles White son - precisamente - alumnas de una Escuela Secundaria de USA quienes encuentran, en la posibilidad de utilizar en este artilugio, un recurso para contactar con su amiga reciente y brutalmente muerta.
El juego descubre la intervención de un "espíritu oscuro", que inevitablemente va a complicar sus vidas. La película no es una obra maestra, pero vuelve a animar a adolescentes inmaduras para jugar a un juego poco recomendable para ellas, y ellos, a causa de los riesgos que entraña.
Pensemos que no es infrecuente encontrarnos con casos clínicos en los que personas muy jóvenes han necesitado ayuda psicológica especializada al sufrir un impacto traumatizante - motivado por este tipo de práctica lúdica - que juega con los temores que nos provocan los supuestos misterios que se esconden más allá de la muerte.
Pero para descubrir qué se esconde tras ese juego que provoca escalofríos no hay nada mejor que lo practiquemos aquí y ahora y podamos comprobar de manera experimental cuál es la respuesta de la psicología.
¿Os apetece - entonces - invocar, con un grupo de amigos, la presencia de un fantasma? Si es así, ¡hagamos el experimento!
Y no, no vamos a ponernos en contacto con "el otro lado", intentaremos hacer lo más difícil todavía, crear nuestro propio fantasma particular y hacerle aparecer.
¿Qué es lo primero que haremos? Pues inventar la historia de un ser que supongamos desaparecido para darle una identidad real - primero - y fantasmática, después. Se aconseja que cuanto más siniestra sea la historia, con morbo, persecuciones de pánico y muertes violentas e impactantes, tanto mejor. Los seres sencillos lo seguirían siendo - igual de sencillos - en el más allá.
La historia se la dejo a su imaginación. Generalmente andamos escasos pero se puede intentar hacer un esfuerzo. Después, cuando ya podamos visualizar claramente al personaje, con cierto lujo de detalles, pongámosle nombre, personalidad e invoquémoslo - con una guija de por medio - y sentados en un círculo.
¿Se mostrará el fantasma de alguna manera ante nosotros? Pues sí, si se intenta con empeño es bastante probable que se consiga.
No sería tampoco de extrañar que la mesa comenzara a vibrar y que tras unos golpes secos, que adviertan de su presencia, podamos establecer un código elemental de comunicación: "Sí", "no"...etc.
Pues bien, es más que probable que el espíritu se identifique - exactamente tal y como lo habíamos inventado - y que haga referencia a la historia terrible, truculenta y morbosa que habíamos creado para él o para ella.
Esta es básicamente la explicación de esa supuesta experiencia paranormal conocida como juego de la güija, ese tablero de letras y números con el que se pretende contactar con los espíritus.
¿Hay una explicación científica en el campo de la psicología?
Este tipo de experimentos, frecuentemente repetidos, parecen confirmar que los fenómenos psíquicos, fuertemente condicionados por la sugestión individual y colectiva (si se aumenta el número de intervinientes, se provoca una amplificación energética a causa de la sugestión compartida), se originan en el inconsciente.
Y éste es capaz de desarrollar una especie de fuerza electro- magnética, aún sin definir con exactitud, que puede fluir por las terminaciones de los dedos y que es capaz de producir alteraciones físicas significativas en el entorno inmediato.
El gran peligro de las experiencias que giran en torno a la güija no sería tanto la evidencia del fenómeno observable en sí, sino la posibilidad de la participación en las sesiones de psicologías alteradas o inmaduras - especialmente susceptibles - que podrían provocar estados de tensión o pánico, a nivel individual o colectivo. También con consecuencias negativas para la estabilidad psicológica emocional o el comportamiento anímico posterior que podría verse sensiblemente alterado.
En la actualidad la ciencia admite que la fuerza, a veces incontrolable, del inconsciente puede producir efectos de carácter psicosomático: embarazos fantasmas, alteraciones histéricas del alma o del cuerpo (parálisis, afasias o cegueras histéricas,) o incluso, por el contrario, aparentes "curaciones milagrosas".
Lo que se está investigando ahora es qué tipo de fuerzas psicogénicas, qué energías anímicas, pueden llegar a desarrollar capacidades psico-cinéticas con la fuerza suficiente para mover objetos pequeños o supuestamente "psico-curativas".
La "Teoría inconsciente" de los fenómenos psíquicos nos muestra cómo el Yo posee poderes extraordinarios debido a una forma de energía sospechada pero todavía desconocida en términos de control científico de variables. No sabemos si esa fuerza psíquica podría ser, como hemos adelantado, de tipo electromagnético, lo que no sería improbable.
El gran problema es que no disponemos de una metodología científico-experimental precisa puesta al servicio de la mente inconsciente y de sus poderes indiscutibles, pero lo que sí sabemos es que el aspecto consciente de nuestra realidad no es el único acto psíquico operativo capaz de influir dinámicamente en el entorno.
Pero la gran pregunta es: ¿Por qué la mente inconsciente posee poderes que le son ajenos a la mente consciente? Desde luego el llamado, desde Freud, inconsciente no pertenece a una categoría diferente y subordinada al mundo aparentemente lógico de la lógica consciente.
Todos nuestros actos mentales forman parte de una misma capacidad psicológica y aquellos de los que tenemos una clara conciencia no significa que pertenezcan a una clase diferente ni superior.
¿No podría ser que el llamado inconsciente no sea en absoluto un residuo de la vida psíquica, de la cual - aparentemente - sólo una minúscula parte alcanza los niveles - diferentes que no superiores de la conciencia - sino antes al contrario su materia originaria?
Consciente (procesamiento del pensamiento, intelectual, explícito/racional) e inconsciente (emocional, implícito/intuitivo) no parecen ser partes funcionales diferentes y opuestas, sino aspectos dinámicos complementarios cuya interacción precisa indiscutible se nos escapa todavía.
A la luz de las actuales neurociencias se abre, desde luego, un nuevo espacio apasionante y probablemente sorprendente de investigación.
Si alguna vez descubrimos la naturaleza de los procesos operativos de nuestras capacidades ocultas, que amplían notablemente el campo de nuestras facultades y fuerzas psíquicas, es posible que veamos tambalearse algunos de nuestros principios científicos más sólidos, en relación con el mundo - aún por descubrir - de la mente humana.
El funcionamiento real de nuestro cerebro es todavía un gran misterio, nuestras capacidades parecen ir mucho más allá de lo que parece a simple vista, una nueva teoría hasta ahora inconcebible sobre el cerebro y la mente está llamando a las puertas de la psicología. Nos está diciendo "¡Déjame entrar!" (¡Let me in!)