La ignorancia es atrevida. Tal es así que esta nos lleva a pensar cosas. Cosas que más que equívocas, son absurdas. La ignorancia lleva al desconocimiento. El desconocimiento no es más que la falta de información por miedo a descubrir más, por miedo a descubrir algo que nos saque de los cánones más precisamente estipulados por esta ignorante sociedad. La ignorancia es atrevida, sí. Y tal es así que nos lleva a tomarnos la libertad de privar de derechos a quien los tiene todos. Nos lleva a quitar capacidades a quien no carece de ellas. Con ese término. Sí, ese maldito término, DISCAPACIDAD.
Veamos, según nuestra querida y actualmente modificada amiga "RAE" de qué es de lo que estamos hablando.
Discapacidad: cualidad del discapacitado.
Vamos a ver qué dice del término discapacitado, que no nos lo quiere dar todo hecho:
Discapacitado/ da: dicho de una persona: Que tiene impedida o entorpecida alguna de las actividades cotidianas consideradas normales, por alteración de sus funciones intelectuales o físicas.
Ahora vamos a introducir un nuevo término: sexualidad, y, de hecho, vamos a ligarlo con el anterior. Discapacidad y sexualidad. ¿Qué tal quedan estos términos juntos? Alguien que no esté vinculado a la discapacidad quizás no se lo ha planteado nunca. Y habrá gente cuya primera impresión habrá sido pensar: cómo pueden conexionar esos términos, de qué manera. Igual piensan que las personas con discapacidad no tienen necesidades ni capacidades con respecto a este tema.
En este sentido, habríamos de preguntarnos si somos nosotros los que carecemos de capacidades, porque no es que ellos no tengan capacidades para ciertas cosas, sino que hemos sido nosotros, y nuestra sociedad, los que hemos decidido que no han de tenerlas.
Hablamos del sexo, de que es algo natural, de que es algo de lo que todos podemos disfrutar. Pero cuando hablamos de ese "todos", ¿incluimos también a las personas con diversidad funcional? Seguramente no. Apuesto que muy poca gente se planteará si estas personas presentan las mismas necesidades que nosotros, o si pueden disfrutar del derecho a la sexualidad.
Esa es la libertad de la que hablo, la que nos tomamos para designar a alguien por algo que le caracteriza. Cualidad dice, en fin. O mejor aún, la libertad que nos tomamos para decidir lo que una persona puede o no puede hacer. Pero, ¿nosotros quiénes somos para hablar de lo que puede o no puede hacer alguien? ¿Qué derecho tenemos para privar a alguien de algo? Pues esto es lo que ocurre con la sexualidad. Creemos que una persona con discapacidad, o mejor dicho, hablemos con propiedad, con diversidad funcional, no tiene la plena autonomía y determinación para decidir por sí misma qué es lo que quiere o lo que no quiere hacer.
Y si os digo que cinco nombres al azar, como podrían ser Carmen, Carlos, Esther, Rubén y Sergio, tienen una familia, o quieren tenerla, o tienen relaciones sexuales, o quieren tenerlas, aparentemente estamos hablando de algo políticamente correcto, pero si digo que el último chico mencionado tiene síndrome de down igual esta percepción de lo que es o no correcto varía un poco. A pesar de que sea distinto, es un chico más, que puede disfrutar de su sexualidad si lo desea. Si pretende tener relaciones sexuales con otra persona, ¿puede? Claro que puede. Sólo se necesita la conformidad y aprobación de la segunda parte. No somos quién para decidir, para privar o para prohibir a otra persona que tenga o no tenga relaciones afectivas sexuales, ya seamos sus padres, madres, hermanos o abuelos. La discapacidad en este sentido se trasforma en capacidad. Capacidad para hacer, capacidad para decidir, para experimentar, para disfrutar.
Autores
Gómez Gil, María
Gutiérrez García, María
Madrigal Losa, Gema
Oamil Hilario, Alexis