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Miércoles, 9 de octubre de 2024

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Editorial: Libertad y libertinaje

EDITORIAL: LIBERTAD Y LIBERTINAJE


Tomás Andrés Tripero; director de einnova.ucm

 

Es indiscutible para Kant el poder de la "ratio" (la razón) como principio engendrador de la libertad y no, precisamente, como expresión engañosa de la jerga totalitaria (Ej. "racionalización de los servicios públicos" para ocultar la realidad de otra expresión más acertada como "supresión de los servicios públicos").

Ya hemos visto con anterioridad cómo, en el contexto de la reflexión kantiana, la conciencia pura no tiene otro sentido que el de volcarse en la acción. Por eso, es importante para los poderes absolutistas, que nos imponen su dominio despótico, desproveer de conciencia a las masas, potencialmente revolucionarias, con el opio tradicional de las pasiones que se canalizan - sanamente - a través de las disputas futbolísticas o, simplemente, adormeciéndolas con el fluido hipnótico y subliminar de una comunicación multimedia que no tiene otro objetivo que el del apaciguamiento de la conciencia y, por tanto, de la voluntad de cambio.

Los afanes de liberación ciudadana deben encontrar argumentaciones sabias y prudentes, sutilmente proporcionados por el poder con la ayuda de sus socios que controlan la información, para limitar su afán expansionista.

En las argumentaciones políticas, supuestamente democráticas, se tiene especial cuidado en que, en la propia dinámica del pensamiento, se introduzcan los antídotos suficientes para neutralizar su impulso de emancipación, cuando éste, incontenible, pueda llegar a poner mínimamente en peligro los cimientos del orden represivo.
No es de extrañar, por tanto, que en la apología capitalista de la libertad (de la libertad de engaño, explotación y especulación), se acabe reafirmando la necesidad de orden.
Se distingue entonces sutilmente entre libertad, esto es liberalismo radical económico, y libertinaje, como término despreciativo para censurar la resistencia del individuo a la opresión.
De ahí que Kant distinguiera con cuidado entre ser y deber ser, ya que era plenamente consciente de que la insistencia del poder en la libertad- como algo supuestamente existente - ocultaba un dominio real y verdadero, expresado conflictivamente en la antinomia, aún no superada, entre libertad y sumisión.

Pero para los poderes establecidos la radicalidad gnoseológica kantiana sería oportuna siempre que siguiera los senderos de la conciencia pura y se alejara de la crítica de la razón práctica aplicada a la realidad social.

La solución podía encontrarse en la filosofía propia del escepticismo que bien puede ser útil para reconciliar el pensamiento trascendental con el orden brutal existente; ensalzando, desde luego, la estética de la utopía pero desaconsejando, por inútil, su intento de consecución.

La miseria y la infamia adquirían así su rango de objetividad y el olvido de la esperanza por una humanidad mejor.
Es así como la razón había corrido a descansar en el confort del idealismo trascendental que, en tiempos difíciles para la historia, fue ampliamente cultivado por Heidegger (El miércoles de ceniza del subjetivismo parasitario, como le denominara Georg Lukács en su libro "El asalto a la razón"), por K. Jasper e incluso, por la fenomenología de Husserl, que insistía en ir a las cosas mismas pero, sólo, por los caminos de la conciencia pura. Incluso el mismo j. P. Sartre, padre de un existencialismo que coqueteaba con el más profundo nihilismo decía que "siempre nos quedaría un espacio para la libertad en el pensamiento, incluso encadenados".

De esta manera, como tratan de hacer ahora, se ha esperado siempre que el espíritu rebelde se amansara en la aceptación de la fatalidad inevitable de una conciencia individual doliente, expresada en la vulgaridad de la frase "es lo que hay"...en la que el interlocutor interpreta con escepticismo sumiso: "y no puede ser de otra manera". Se suponía que así se alcanzaba la dicha de una conciencia trascendental pura, ataráxicamente insensible al dolor y resignada a la injusticia, a la perfidia y al engaño.

Desde el punto de vista de la Teoría del Conocimiento el planteamiento parecería impecable pero tendría que resignarse a la hora de cambiar el mundo.

Por ello el poder establecido adoptó con entusiasmo el apriorismo de los juicios sintéticos que sólo podían llevar a la consecución de un ideal de perfección cómplice en la metafísica; olvidándose de que Kant, en realidad, estaba descubriendo que la libertad era la libertad propia de la razón de la ciudadanía revolucionaria y el libertinaje, el libertinaje irracional de los abusos continuados del poder absolutista.

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Comentarios - 1

MyBalanceNow

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MyBalanceNow - 27-01-2021 - 08:20:13h

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