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Biblioteca de la Universidad Complutense de Madrid

Jueves, 25 de abril de 2024

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La bella flor

Cuentos para ir a la cama...

 

Los rayos del sol atravesaban con su luz las copas de los arboles, iluminando  y dando vida con su calor, el verde manto el bosque. La Ada de la primavera tocaba con su mano mágica las flores, que desprendían su intenso aroma, impregnando de fragancia  fresca de rocío  cada rincón de aquel bello paraje, y el canto del ruiseñor  lo inundaba de música celestial, despertando todos los sentidos de la naturaleza.

Como disfrutaba Ainara con su niño, paseando por el bosque,  jugando y revoloteando con alegría y felicidad.

-Mama, ¿cómo se llama esta flor?- preguntaba con inocencia el niño. -Ésta se llama Margarita, cariño- respondía la mamá con ternura.

-¿Y esta otra tan amarilla, mamá?- volvía a preguntar, con insistente curiosidad.

-Es Diente de León, mi vida.

-¡Pero mama!, no me engañes, ¿Cómo va a ser una flor un diente de león?.

Ainara no podía contener la risa, ante tanta elocuencia del niño -de verdad que se llama así cariño, no te engaño.

Y así transcurría la mañana, entre pregunta y pregunta. Cuanta curiosidad reflejaban de desconocimiento infantil  los ojos del niño,  desconocimiento  que Ainara enriquecía con sabiduría, paciencia, ternura y el amor que una madre puede dar hacia su hijo.

-Te hecho una carrera hasta el rio, ¿a que no me ganas?- dijo el niño con gesto desafiante.

Dicho y hecho, los dos salieron corriendo hasta la orilla del rio entre gritos y risas, llegando cansados y exhaustos, tumbándose en la hierba verde y disfrutando del frescor que desprendían  las cristalinas aguas.

Mientras el niño jugaba con su reflejo en el agua, Ainara se refrescaba la cara, disfrutando del momento de placer que le ofrecía el señor rio.

Unos ojos brillantes les observaban muy cerca, escondidos en la espesura del bosque y solo el niño escucho una voz que le decía.

-¿Te vienes a jugar con nosotros?, te lo vas a pasar muy bien y te vamos a enseñar un lugar muy bonito, donde jugaremos contentos y felices.

De repente el reflejo del niño desapareció del agua del rio. Los duendes del bosque se lo llevaron.

No dio tiempo a reaccionar, cuando Ainara se quiso dar cuenta, el niño ya no estaba. Un segundo, una pequeña fracción de tiempo tan solo había sido suficiente y el niño había desaparecido.

Ainara corrió a encontrarlo, gritando su nombre por todo el bosque. Corrió y corrió desesperada sin ningún éxito en su búsqueda. Angustiada volvió al pueblo a pedir ayuda y se organizo una gran batida en la que participaron todos los hombres y mujeres del pueblo.

Se recorrió hasta el más oculto rincón del bosque sin éxito de encontrar al niño. Mientras tanto el niño jugaba y jugaba sin cesar con los duendes del bosque sin darse cuenta que cada vez estaba desapareciendo más y más, hasta convertirse en una hermosa flor, y así paso la primavera, llegando el verano, el verano cedió paso al otoño, seguido del invierno que implacable inicio su camino, cubriéndolo todo de su enorme, frio y blanco manto.

Pero volvió la primavera y todas las flores volvieron a florecer.

Un día una hermosa joven recogía flores por el bosque, para luego venderlas en el mercado y en su búsqueda encontró una bella flor que la deslumbro con su esplendor y perfección.

-Qué hermosa flor- pensó -la llevare al mercado y ganare mucho dinero con ella.

La joven recogió la flor y se fue muy contenta a venderla en el mercado del pueblo.

Al llegar a la plaza del pueblo, la joven montó su puestecillo de flores, voceando para atraer a la clientela.

-Vendo flores preciosas y baratas para chicas guapas, flores bonitas para regalos de enamorados. ¡Vendo flores de mil colores!.

Ainara pasaba por el puesto de la joven florista, quedándose  maravillada por la belleza de la flor que momentos antes la chica había recogido en el bosque. La compro y se la llevo a su casa. La puso con agua en un jarrón y no podía dejar de mirarla. En ese momento sintió una sensación muy extraña. La flor le recordaba a su niño. Se sintió muy triste y  Ainara se echó a llorar. Pero una lágrima de sus ojos cayó sobre la flor mágica.

En ese instante la flor empezó a brillar con una luz tan intensa, que cegó los ojos de Ainara y cuando pudo ver, la flor había desaparecido y allí estaba su hijo.

Hijo y madre se abrazaron intensamente sin parar los dos de besarse.

-Nunca más me separare de tu lado, mama- dijo el niño.

-Siempre estaré a tu lado, hijo mío- dijo la mama.

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