LA BESTIA DE LA IDENTIDAD
Claudia Vera Meléndez
Podemos definir identidad como lo que somos, como aquello que nos diferencia del resto. Así, la identidad está condicionada por nuestro ambiente, nuestras relaciones, nuestra personalidad, nuestra historia, nuestra situación...
Cada persona tiene su manera de identificarse en el mundo, viéndose reflejadas en las características que comparte con un colectivo, como puede ser la religión, la etnia, la orientación política o sexual, la lengua materna, etc. No obstante, las personas pueden llevar su identidad con respeto hacia las demás identidades o pueden transformar su identidad en una auténtica bestia capaz de devorar las demás identidades a fin de proteger la suya. Es aquí donde debemos preguntarnos qué es lo que lleva a una persona a atentar contra las identidades de los demás, a tratar de eliminar las diferencias que existen entre las distintas identidades mediante la violencia. Qué es lo que lleva a una persona a disfrutar de la vulnerabilidad de otros seres humanos por diferentes que sean sus ideologías o sus formas de vida.
Tendemos a relacionar con Oriente esta violencia hacia las identidades, pero esto no siempre es así. Bien, aunque no se justifiquen los actos terroristas, también debemos comprender que han sido culturas que se han visto subordinadas a Occidente, a la globalización. Comunidades enteras han tenido que emigrar debido a las guerras y a los conflictos de sus países, han tenido que dejar atrás su hogar. Otras, han renunciado a su cultura, a su religión o a su lengua para integrarse, incluso, en su propia sociedad. Nuestro gran error está en formar prejuicios sobre Oriente debido a colectivos minoritarios, pues si bien son culpables de parte de la violencia que ocurre en el mundo, las culturas occidentales son responsables de la otra gran parte de violencia. Se tiende a identificar lo que proviene de Oriente como algo peligroso, y ahí está nuestra equivocación: tenemos prejuicios por el miedo a lo desconocido.
Creo que centrarse en la idea de una única identidad es absurdo, deberíamos asumir la diversidad de nuestras sociedades en lugar de camuflarla. Deberíamos estar orgullosos de contar con identidades diferentes en lugar de usar nuestras propias identidades como un arma de guerra. Así, debemos pertenecer a una sociedad aportando nuestra diferencia, pero también aceptando su igualdad, construyendo la casa no por el tejado, sino ladrillo a ladrillo y entre todos. De esta manera, será en una sociedad en la que exista respeto por la diversidad, por las distintas identidades, donde todos seamos capaces de reflejarnos, de vernos implicados en la construcción de una sociedad diferente, que respete las diferencias pero que comparta unas semejanzas con los individuos que la integran, donde nadie tenga que verse excluido dentro de su propia sociedad.
Solo mediante el respeto por las diferencias que hay entre las sociedades, mediante el deseo a querer aportar y querer recibir, podremos domesticar a la bestia de la identidad sin que para ello tengamos que llegar a las manos, a la violencia. Solo mediante el reconocimiento de la grandeza que poseen todas las sociedades podremos dejar de lado la identidad de la bestia para formar entre todos la identidad de persona.