"El abuelo Juan"
Elena Juste Garrot
El abuelo Juan fue confitero y celador, dos profesiones que para él no eran trabajo, eran su forma de ser; dulce como una tarta de cumpleaños de chocolate, caramelo, y su chorrazo de ron (la mejor tarta del mundo dicho por todo aquel que la prueba) y social, cuidaba de todo el mundo aunque para ello tuviese que dejar parte de su propia salud. Él fue mi mentor para empezar a dibujar, y acabar estudiando Arte, pero también lo ha sido para otras tantísimas cosas que no acabaría nunca de contarlas, porque en todo lo que hago está él, desde cosas muy grande hasta detalles "mágicos" como sacarle a uno de mis alumnos un caramelo de la oreja o hacerle creer que soy inglesa y no española. Yo estuve hasta los 15 años o más pensando que una vaquilla que mi abuelo " El confiterito" (así salía en cartel) toreó en la Carolina le corneó la espalda dejándole una cicatriz que él me enseñaba. De casualidad descubrí finalmente que en realidad era una operación de apendicitis. Me enseñó también a montar en bici y siempre quedará guardado en mi recuerdo la imagen de, cuando, en un momento dado, me giré para ver si el abuelo seguía corriendo detrás sosteniéndome la bici, le vi a lo lejos de pie mirándome con una sonrisa orgullosa y segura, volví a girarme y seguí pedaleando hacia adelante con fuerza sintiéndome capaz de todo. A partir de ahora, todas las reuniones familiares (estudiando previamente todos los menús del día de la zona) tendrán guardados recuerdos tuyos, las reuniones en casa por Navidad, la Nochebuena, tendrá tus villancicos carolinenses, aunque no será lo mismo sin tu voz. La mayor sensación de seguridad la he tenido caminando enhebrándote el brazo en el "minimundo" creado debajo de tu paraguas cuando llovía (ese paraguas que apoyabas a lo Chaplin con gracia cuando no llovía) con el olor a colonia "Impacto" de 5 litros que te echabas hasta en el bigote envolviéndonos a los dos. Esa manaza caliente y esa tripa imposible de pellizcar en donde jugabas a poyarte el café, que me acompañará siempre. Los cuscurros veraniegos en Griñón (que si no nos dormíamos venía el hijo del Alcalde a secuestrarnos) a la hora del Tour o la película de vaqueros que tanto " te dormías" y no dejabas que te cambiasen por otro canal porque abrías los ojos y utilizabas el "mando a distancia" para arrear a quien lo intentase o también te valía como batería para hacer ritmo con tus anillos, ¿ para qué tanto mando a distancia con WIFI y Ficus teniendo un palo largo de madera recubierto de una fina capa de metal?. Mi abuelo Juan, un hombre sencillo, que no simple, que sacaba la cabeza por la ventana de su sexto piso para hacer nuestro intercambio de silbidos cuando me marchaba a casa, el que , con los dedazos, tocaba en la puerta una melodía de taconeo flamenco que teníamos que bailar al abrir. Como veis no sólo es buen anfitrión, sino que daba gusto recibirle en casa, la alegría de vivir llamando a la puerta ¿cómo no ir como perrillos contentos corriendo a recibirle?, mi hermano Curro, y yo la Lili.
Conseguiste que yo comiese verdura, pipirrana y mucho pan hecho barquitos mojados en la salsa. Tus letras de pastelero lleno de florituras, ese arte con la manga pastelera construida con un cucurucho de papel ya se ha perdido por la nueva pastelería esta de las magdalenas gigantes...ah sí, los Muffins, yo me mofo de los muffins.
Me acuerdo de cuando me ponía "morruda", "rabisalsa", "raspa", o "zurraspa" contigo porque no me dejabas ayudarte a hacer algo, y la Yaya me decía " Esto os pasa porque sois iguales, unos orgullosos y por eso os queréis tanto", totalmente cierto, aunque no recuerdo habértelo dicho ni que tú me lo dijeras a mí, ni pedirte perdón yo, ni tú a mí, volvíamos de repente a estar mejor que nunca, era nuestra forma de hacer las paces y recuerdo esa euforia, que seguro que tu también sentías, de haberme arreglado contigo.
Estoy segura de que tú lo sabías, pero aún así quiero decírtelo: Abuelo, te quiero muchísimo, todos estos recuerdos me hacen sonreír, pero también me hacen ver la falta que me haces. Nunca me plantee siquiera que te echaría de menos así, para mí, como dice la yaya, " Rafael es INMORTAL", ya sabes mi teoría de la vida después de la muerte, en el cielo no lo sé, pero en la tierra se basa en el recuerdo, si un árbol se cae y nadie es testigo de ello, eso que ha pasado no existe. Tú existirás mientras nosotros te sigamos recordando y se lo contemos a nuestros hijos, nietos, biznietos...tu vida está siendo y será la más larga.
Abuelo, como cuando te soltaste de mi bici, estoy aprendiendo la difícil tarea de echarte de menos y seguir pedaleando con tu impulso el resto de mi vida.