UNA NACIÓN ENGAÑADA
DE QUÉ FORMA LAS ESCUELAS REPRIMEN A LOS ESTUDIANTES MÁS BRILLANTES DE LOS ESTADOS UNIDOS
Con este llamativo título se publicó en octubre del año 2004, el también conocido como informe Templeton sobre la aceleración. En este informe se recogen los resultados de una sólida investigación (estudio longitudinal a lo largo de 50 años) sobre la aceleración, como medida educativa para atender las necesidades de los alumnos de altas capacidades. La investigación demuestra continuamente los impactos positivos de las diversas formas de aceleración. Sin embargo, el sistema educativo, no es muy proclive a aplicar esta medida.
El actual sistema educativo trata de garantizar la atención a la diversidad del alumnado desde un currículo comprensivo que pueda adaptarse para dar la respuesta más adecuada en cada circunstancia a cada alumno. La preocupación por conseguir una acción docente adecuada y ajustada a las necesidades de todos y cada uno de los alumnos se ha convertido en un reto para los profesionales de la educación. La atención a la diversidad es un concepto aceptado y un objetivo del proceso educativo y no puede entenderse como un problema. La atención a los más capaces, por ello, tampoco.
La educación de estos alumnos debe plantearse en términos de igualdad de oportunidades, de equidad y de educación para la excelencia. Igualdad de oportunidades no quiere decir una organización, contenidos y métodos de enseñanza comunes para todos los alumnos, por el mero hecho de tener la misma edad cronológica. Hay que aplicar los conceptos de rendimiento suficiente y satisfactorio si de verdad queremos atender a la diversidad del alumnado con equidad. Equidad no quiere decir igualitarismo ramplón, sino una formación cualitativa y cuantitativamente diferenciada atendiendo a cada alumno de acuerdo con sus necesidades. La excelencia debe entenderse en el ámbito personal y social. Una educación es excelente si logra de cada alumno un rendimiento satisfactorio, es decir acorde con las capacidades y recursos que posee.
Uno de los mitos que tradicionalmente se han asignado a los alumnos con altas capacidades consiste en considerar que, debido a su potencial intelectual, están en mejores condiciones que el resto de los alumnos para alcanzar sin esfuerzo los estándares que establecen los sistemas educativos.
Pero, en el caso de los alumnos con altas capacidades intelectuales hay que considerar la globalidad de la persona, sus puntos fuertes y débiles, y establecer mecanismos de equilibrio para lograr su desarrollo homogéneo. Estos alumnos pueden aprender más rápidamente y con más profundidad que el resto de sus compañeros. Para ello se hace necesario arbitrar opciones metodológicas, adecuadas para dar la respuesta más ajustada a cada alumno. Si no se implementan estas medidas, el alumno caerá en el aburrimiento y probablemente antes o después dejará de atender y de interesarse. La prueba palpable del fallo del sistema escolar en la atención a los alumnos de altas capacidades, es que parte de ellos son detectados cuando sufren fracaso escolar. Por ello, tanto la necesidad de atender a su evolución armónica como la de ofrecer respuestas académicas apropiadas a su capacidad intelectual, determinan la necesidad de una atención específica a los alumnos de alta capacidad, ya que, cuando las capacidades no se convierten en competencias, desaparece su posibilidad de aplicación en la vida de una persona.
El Dictamen del Comité Económico y Social Europeo sobre el tema «Liberar el potencial de los niños y los jóvenes con gran capacidad intelectual dentro de la Unión Europea» (Dictamen de iniciativa) (2013/C 76/01) deja patente esta situación cuando dice:
"3.1.2. El perfil de alta capacidad no debe ser entendido como una situación estática sino como un potencial que, para ser desplegado, requiere ser detectado, reconocido y atendido por la sociedad ya que, en caso contrario, puede perderse".
"3.3.7 En la actualidad, la gran asignatura pendiente es mejorar sustancialmente la atención educativa que reciben los alumnos con altas capacidades en su propio centro, lo que requiere mejorar la formación inicial y permanente del profesorado en lo que respecta a la detección y atención educativa de los alumnos con altas capacidades dentro del marco general de atención a la diversidad del alumnado".
Una de las medidas de intervención educativa que pueden utilizarse con este alumnado es la aceleración. El término aceleración es muy amplio. En puridad acelerar es trabajar los contenidos del programa con mayor rapidez, permitiendo adaptar la enseñanza de los mismos a la precocidad de los alumnos. La aceleración facilita al estudiante el acceso a contenidos preparados, dentro del programa oficial, para una edad mayor. La aceleración se basa en el nivel de competencia del alumno. Este nivel de competencia exige no sólo disponer de un potencial intelectual por encima de la media, sino también tener la habilidad de conseguir los objetivos del currículo escolar a un ritmo más rápido.
Aceleración no es sinónimo de adelanto de curso. Ésta es una de las modalidades que recibe el nombre de flexibilización. Sobre la conveniencia o no de la flexibilización existe una gran controversia.
Los autores del informe Templeton sobre la aceleración, afirman que en los últimos treinta años las estadísticas demuestran que el último beneficiado de la flexibilización son los alumnos flexibilizados cuando alcanzan los 22 años. "Los estudiantes que avanzan tienden a ser más ambiciosos, y logran obtener títulos más rápidamente que otros estudiantes. La gran mayoría de los estudiantes acelerados entrevistados años después dicen que la aceleración resultó una experiencia excelente para ellos. Los estudiantes acelerados se sienten académicamente desafiados y socialmente aceptados, y no recaen en el aburrimiento que ataca a muchos estudiantes con capacidades excepcionales que se ven forzados a seguir el plan de estudios estipulado para los niños de su edad".
Los estudios que citan parecen avalar que la aspiración a profesiones que requieren una educación superior es más frecuente en los estudiantes que fueron flexibilizados que en aquellos a los que no se les aplicó la medida.
La conclusión final que se puede extraer es que las ventajas de la flexibilización están basadas en resultados de numerosas investigaciones contrastadas, mientras que las críticas a esta medida, y las desventajas que enumeran sus detractores tienen como soporte una lista limitada de casos particulares, y una generalización poco afortunada de los mismos, acompañada de tópicos y temores más cercanos a principios ideológicos que a datos objetivos.
El informe Templeton aporta 20 puntos en defensa de la medida de aceleración y de la flexibilización de curso. La última de ellas es concluyente: la pregunta clave que se tienen que hacer los educadores no es "si se debe" acelerar a un niño de altas capacidades, sino "cómo".