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Biblioteca de la Universidad Complutense de Madrid

Martes, 23 de abril de 2024

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Sobre la enseñanza pública

No es ninguna novedad para los profesionales de la enseñanza pública el desprecio que la presidenta de la CAM, Esperanza Aguirre, muestra por nuestro trabajo. Sigue realizando las mismas declaraciones de hace años, cuando fue ministra de Educación con el gobierno de Aznar; convierte sus palabras en armas cargadas de intención: desprestigio, insulto, arrogancia. Se mueve bien en ese territorio, un campo en el que acostumbra a encender los ánimos merced a una cuidada y demagógica puesta en escena donde campan  a sus anchas su verbo y entonación distinguidos.

 

Desde comienzo de curso los docentes de la pública estamos denunciando los recortes presupuestarios impuestos por la Comunidad. Nunca antes el colectivo había sentido atacada su dignidad profesional con tanto ardor, nunca antes habíamos percibido la magnitud de un plan, cuidadosamente trazado, que busca el desmantelamiento de un servicio indispensable en democracia, pues es  la enseñanza pública quien  garantiza la  igualdad de oportunidades, el  respeto por la diversidad cultural y la formación crítica del individuo.

Nuestro material humano, los alumnos, es sumamente sensible a los vaivenes y embates de la sociedad capitalista y globalizada y necesitamos todas nuestras capacidades, experiencia y recursos para conseguir formarlos y guiarlos en la elección de su futuro laboral y humano. Por eso enseñamos, integramos, diversificamos, apoyamos y desdoblamos, verbos que nuestra presidenta y consejera Figar deberían aprender a conjugar  si de verdad les interesa la calidad educativa .

Esperanza Aguirre no cree en lo público y resulta patético verla justificar lo injustificable en aras de la recuperación económica a la que con tanto denuedo dice aplicarse. Sobre todo teniendo en cuenta que para conseguir este fin regala suelo público a colegios privados y concertados, pacta con ellos exenciones fiscales, crea Bachilleratos exclusivos de excelencia con grupos reducidos, mientras las aulas en este nivel se nos llenan con 38 alumnos. Escuchar la palabra "público" le produce desazón,  y convierte su rostro en un mar convulso, agitado por cien mil marejadas, inmensas olas que la atacan, coronadas con lemas inventados o prestados por Pitágoras, Cervantes, Ernesto Sábato o Eduardo Galeano, peligrosos pensadores que la acechan y soliviantan. Ve monstruos en forma de camisetas verdes, productos incontrolados por ventas fraudulentas, manifestantes que llenan de soflamas revolucionarias las mentes de padres y alumnos.

La búsqueda del enfrentamiento cuerpo a cuerpo es un síntoma de prepotencia infinita. La señora presidenta no quiere asumir que en este conflicto  los docentes estamos guiados por el  sentido común, la responsabilidad profesional y el compromiso con la escuela pública, en la que la mayoría de nosotros hemos estudiado y a quien, en agradecimiento, nos corresponde devolverle una pequeña parte de lo que tan generosamente nos entregó.

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