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Biblioteca de la Universidad Complutense de Madrid

Jueves, 28 de noviembre de 2024

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Estrés escolar actual y las exigencias de excelencia

Las nuevas circunstancias sociales, familiares y económicas, así como el nuevo concepto de exigencia escolar que presiona, en unas mentes frágiles, hacia una idea equivocada de la excelencia como superioridad socio-educativa - que es la que se invoca desde las ideologías más reaccionarias en política educativa - contribuyen al aumento del padecimiento físico y psíquico del estrés en la Edad Escolar (de 6 a 12) y Adolescente.

 

Aunque ambas edades comparten características comunes, en lo que al estrés respecta, también es verdad que los desencadenantes y circunstancias varían notablemente de una a otra. En este caso vamos a abordar el estrés escolar y sus repercusiones en el equilibrio emocional, social y en el rendimiento exigible propio de la escolaridad.

Actualmente se hace especial referencia al concepto de estresores que son los que alteran el equilibrio psico-fisiológico del niño. Siguiendo el más puro esquema conductista el organismo reacciona emocionalmente ante ellos alterando su equilibrio psicosomático. En realidad no habría que hablar, en plural, de "estresores" sino de una "gestalt ambiental", en singular, que configura un entorno sobre el que se ha perdido el control y no se es capaz de ordenar una respuesta global. Es un sentimiento de impotencia psicológica, de incapacidad para organizar unos elementos que componen esa estructura del entorno e impedir el consiguiente "derrumbe psicológico".

Es verdad que los acontecimientos vitales inesperados y traumáticos desconfiguran inevitablemente la armonía ambiental que ha de rodear, por imperativo psicológico propio de la edad, el ambiente cotidiano del escolar. Éstos exigen ajustes adaptativos imprescindibles y la ayuda profesional del educador orientador y del psicólogo escolar.

 

El estrés crónico escolar.

Pero el entorno del escolar puede haberse también configurado, de una manera crónica y continuada, por una circunstancia permanente de estrés.

Se trata de un estrés cotidiano, propiciado por factores familiares y escolares diversos: la situación crítica económica que padecen muchos ambientes familiares contribuye a exigir, generalmente, un mayor rendimiento escolar, como si los buenos resultados escolares fueran una garantía frente a los descomunales poderes especulativos. En algunos casos la relación con los profesores no es siempre la más comprensiva, el propio temor al fracaso - tan importante en la Edad Escolar y que implica el temor a la respuesta desesperada de los padres o las humillaciones corrientes por parte de otros compañeros-, el exceso de trabajo y la, a veces, totalmente inalcanzable meta de una excelencia mítica, dibujan los sombríos contornos del estrés en la fase infantil madura.

  • Su característica principal es el endurecimiento de los aspectos socio-educativos- excelencia a toda costa- que propicia una tensión y un estado de alerta permanente contribuyendo a perjudicar la salud mental y física de quien lo padece: inadaptación socioemocional, hundimiento de la auto-estima, fracaso escolar, trastornos de conducta, síntomas psicosomáticos, ansiedad y depresión.
  • Nos encontramos pues con estresores arraigados que alterarán notablemente el desarrollo cognitivo, social y emocional en esta edad crucial, especialmente a partir de la edad crítica de los ocho años.
  • Nunca exigiríamos de un deportista que se encontrara mal entrenado, deprimido o desmotivado, la conquista de una elevada meta, esperaríamos a que se recuperara, a que recibiera la ayuda profesional pertinente física, intelectual y psicológica para ponerle en la línea de salida con esperanzas de éxito.

Pero lo que parece razonable en muchos ámbitos no parece serlo en el de la educación. La excelencia ha de ser el objetivo a alcanzar independientemente de cualquier otra consideración, cuando lo primero que hay que propiciar son las bases sobre las que se ha de consolidar un pensamiento eficaz y capaz y una personalidad equilibrada.

 

La respuesta al estrés escolar

La respuesta al estrés escolar ha de encontrarse en el ámbito específico de la orientación e intervención psico-educativa, a partir de la cual podemos llegar a diseñar programas y estrategias de afrontamiento del estrés educacional.

El punto de partida ha de ser siempre el de una comunicación afectiva que sirva para que el escolar pueda hallar soluciones adaptativas a sus problemas, fortaleciendo de manera realista su confianza en sí mismo, enseñándole a estudiar y a desarrollar su trabajo escolar con eficacia y sin tensiones y motivando siempre una actitud placentera ante el conocimiento, como recurso para entenderse mejor, para comprender a los demás y para descubrir los secretos fascinantes de la ciencia y de la cultura. La potencia intelectual que todos los niños en condiciones normales adquieren a partir de los ocho años - gracias entre otras cosas a la aparición, en ese momento del desarrollo, del nuevo ritmo alfa en el cerebro - les hacen extraordinariamente capaces. Si las bases han sido las correctas y el estrés no bloquea sus capacidades tendremos "niños excelentes por la naturaleza propia del desarrollo". No quememos su potente motor neurológico.

Hay también que dotarles de estrategias fiables para organizar, recordar y recuperar en los momentos de necesaria aplicación o de evaluación lo que ha aprendido. Hay niños que fracasan no porque no tengan la suficiente capacidad intelectual sino porque nadie les ha enseñado las estrategias imprescindibles para sacarles el mayor partido ante el reto del rendimiento escolar.

No habría que olvidar tampoco la necesidad de enseñarles a interactuar de manera asertiva y saludable con los demás, previniendo circunstancias estresantes sociales como la burla, agresión o rechazo de los iguales, enseñándole a buscar, si se hiciera necesario, el apoyo familiar y profesional.

 

Una idea diferente de la excelencia.

No rechazamos la excelencia como elemento motivador, como ideal hacia el que se ha de dirigir el proceso de aprendizaje, como refuerzo de lo que se consigue paso a paso, como conquista permanente del espacio de la zona de desarrollo próximo. Ya que, desde este punto de vista, todos los niños - los de aprendizaje más lento o rápido, los que poseen dificultades objetivas para su desarrollo o los que disponen de las mejores capacidades intelectivas-, pueden disfrutar cada día del pequeño o gran avance educativo que les encaminará hacia su propio nivel de excelencia.

Pero no hay excelencia mejor que la de aprender a ser una buena persona.

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