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Biblioteca de la Universidad Complutense de Madrid

Sábado, 21 de diciembre de 2024

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Playa de Bolonia y conjunto arqueológico de Baelo Claudia

Tenemos que recordar que aquí, en esta sección del Club E-innova, no actuamos como tristes turistas sino como viajeros ávidos de descubrimientos interesantes. Viajar es conocer, el viajero es un "conocedor vocacional"; el turista hace turismo allí en donde vaya siempre con los mismos criterios. El viajero, incluso con pobres recursos, es rico en experiencias vitales y humanidad, el turista pobre resulta triste y deprimente en su intento vano de querer alcanzar una felicidad imposible.

 

Las playas de Cádiz son en general, un gran descubrimiento para el viajero, a mí me gustan especialmente la de la Barrosa y la de Costa Ballena, si las gentes como yo logramos olvidar ese reclamo del Golf, sólo para aficionados pretenciosos y sus paraísos artificiales. Pero si hay un lugar realmente sorprendente, sobre todo desde el punto de vista de las curiosidades que ofrece la naturaleza y los restos que nos ha dejado la historia antigua de nuestro gran país es la gaditana Playa de Bolonia.

Para llegar es a través de la Carretera Nacional 340 (Cádiz-Málaga). A la altura del punto kilométrico 70,2 veremos la intersección con la carretera provincial CA-P-8202 - dirección Bolonia -. Desde dicho punto sólo hay unos escasos ocho kilómetros.

La playa de Bolonia está ubicada en el término municipal de Tarifa, en la comarca del Campo de Gibraltar frente a la ciudad de Tánger. Su longitud es de 3.800 metros y una anchura media de 70 metros; está considerada como una de las últimas playas semi-vírgenes del sur de la Península Ibérica. Fue también antiguo paraíso de libertad nudista en los viejos años de la libertad.

En el sector oeste de la playa se encuentra la espectacular Duna de Bolonia, declarada monumento natural desde 2001.

El Sistema Dunar de Bolonia es extraordinariamente móvil e impide de forma natural el establecimiento de especies vegetales estables excepto el barrón, una especie adaptada al enterramiento y que ayuda al propio mantenimiento de la duna. Las partes más internas de las dunas se encuentran pobladas por el típico pino piñonero de la zona, lentiscos y enebro marítimo.

El continuo avance de la arena provoca la desaparición por soterramiento de los altos pinos; se trata de un proceso natural y, a pesar de las polémicas que advierte de un avance imparable que amenaza caminos e instalaciones, las actuales medidas conservacionistas aconsejan que no se obstaculice su crecimiento.

Junto a la playa se encuentran las ruinas de la antigua ciudad romana de Baelo Claudia, en un excelente estado de conservación, a pesar de los expolios. Su excavación comenzó en los años sesenta. Los restos arqueológicos se encontraron bajo el antiguo poblado de Bolonia, ahora trasladado, y las arenas que lo cubrían.

 

¿Cuál es la historia de este bello enclave?

A finales del siglo II a. C. surgió una ciudad romana sobre un asentamiento fenicio-púnico el antiguo (Bailo, Baelokun). Su existencia parece encontrarse muy relacionada con el comercio del norte de África. Es más que posible que Baelo Claudia tuviera funciones estratégico- administrativas, pero la explotación pesquera, la industria de salazón de atunes y el garum (una salsa espesa elaborada a partir de las entrañas de los peces y muy apreciada en la antigüedad) fueron, al parecer, sus principales fuentes de riqueza.

Fue el emperador Claudio, el de "Yo Claudio", quien le otorgó el destacado rango de municipium, de ahí su nombre. Su vida alcanzó su esplendor entre los siglos I a. C. y II d. C., iniciándose su decadencia a partir de segunda mitad del siglo II, justo cuando un gran maremoto, similar al que en una zona próxima a las marismas de Cádiz y Huelva hundió la Atlántida, arrasó también y sumergió gran parte de la ciudad que ahora se encontrará bajo las arenas de la playa. A sus efectos catastróficos se fueron sumando las crisis sociales y políticas del siglo III y las incursiones de hordas saqueadoras de salvajes piratas, fundamentalmente mauritanos y, especialmente, germanos.

La ciudad experimentó, no obstante, una ligera recuperación en el siglo III, pero fue poco a poco quedando abandonada durante el siglo VII.

Tras el paseo por la duna, por la que no se puede caminar sin protección de calzado a causa de los brotes espinosos de los pinos que se encuentran bajo la tierra, la visita al yacimiento arqueológico de Baelo Claudia es imprescindible.

Podremos comprobar, in situ, cómo en su característico trazado urbano se distinguen las dos vías principales típicas de la ciudad romana: el Decumanus maximus, que se trazaba de Este a Oeste, y en cuyos extremos se situaban las puertas de entrada a la ciudad, y el Cardo maximus, que la cruza en ángulo recto en dirección Norte a Sur. Es precisamente en la encrucijada de estas dos calles en donde se situaba el foro, cuyo pavimento, por el que ahora podemos deambular, es el original de losas de Tarifa y que ha sido conservado desde el siglo I; a su alrededor se distribuían los principales edificios públicos.

En el yacimiento podemos ver los restos de las construcciones más representativas que constituían lo esencial de una ciudad romana de la época. Contaba con una poderosa muralla, reforzada con más de cuarenta torres de vigía, de éstas se conservan las de las puertas principales de la ciudad, la que se dirigía a Gades, al oeste, y la que se dirigía a Carteia. Había, como es natural, edificios de carácter administrativo como la curia o senado local, el archivo municipal, la plaza pública (foro), y una basílica judicial; situado en el foro - frente a los templos - podemos contemplar una magnífica estatua del emperador Trajano de más de tres metros de altura. La zona industrial está dedicada a las factorías que preparaban el atún de almadraba y el garum para enviarlos a Roma, en embarcaciones especializadas, como una auténtica exquisitez.

Había también cuatro templos: tres dedicados a cada uno de los componentes de la Tríada Capitolina: Júpiter, Juno y Minerva, y otro consagrado a la diosa egipcia Isis, relacionado con el poco conocido culto isíaco en la península. Esperamos que algún amigo historiador nos facilite información al respecto.

El edificio más espectacular de Baelo Claudia es el Teatro, que permitía un aforo de unas 2000 personas. Siguiendo la costumbre clásica todos los actores eran hombres, las máscaras servían para identificar a los personajes y su género.

La ingeniería avanzada de las infraestructuras se ha puesto también al descubierto. Se ha podido comprobar cómo el abastecimiento de agua de la ciudad se realizaba por medio de tres acueductos. Las calles y el sistema de alcantarillado son de una construcción impecable. Puede apreciarse la zona industrial con restos de las instalaciones para la fabricación del garum. También, como en Pompeya, podemos ver lo que ha quedado de las tiendas (tabernae), del mercado (macellum), y de las termas (termae).

Ciertamente en ningún otro yacimiento romano de la Península Ibérica es posible, tras la visita, obtener una visión tan completa del urbanismo y la organización administrativa y económica de una ciudad romana. Por lo que resulta un recurso excelente para la didáctica de la historia. El increíble paisaje, marítimo y dunar, que se contempla desde la ciudad hacen de esta visita una experiencia inolvidable para los amigos del Club E-Innova de Viajeros.

La puesta de sol tras la duna supone un espectáculo más inolvidable.

Baelo Claudia apareció por vez primera, como monumento reseñable, en La Gaceta de Madrid, en el año 1925, cuando con la colaboración de historiadores de la Casa de Velázquez se descubrió lo que ocultaba el poblado de pescadores bajo sus casas.

Desde 2007 se abrió un museo que incorpora la Sede Institucional y el Centro de Visitantes del Conjunto Arqueológico, obra del arquitecto Guillermo Vázquez Consuegra. A pesar de algunas polémicas, sobre su estilo vanguardista y de la idoneidad de su construcción en ese lugar, representa - a mi modo de ver - una bella representación arquitectónica que desde el presente de sus enormes ventanales- que encuadran, como en una fotografía, magníficamente los restos- se nos abre la visión del pasado histórico. El relato pedagógico del centro de interpretación que contiene es encomiable.

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