La motivación...
La motivación es un aspecto de vital importancia en educación, sobre todo en las etapas obligatorias, por dos motivos. Por un lado, los niños/as se ven obligados a asistir a clase y no siempre quieren y, por otro, porque, como algunos autores sugieren, sin motivación, no se puede dar aprendizaje significativo, que, evidentemente, es el que se busca en el aula.
Esta motivación de la que hablamos es una de las diferencias individuales que más influyen en el aprendizaje de los alumnos. Si estos están motivados por algo siempre obtendrán mejores resultados que, si por el contrario, no lo están. De esta forma, una buena motivación, es decir, unas buenas actitudes previas por parte tanto del alumno como del profesor, puede llegar a paliar o compensar limitaciones aptitudinales, siempre y cuando éstas no se refieran a profundos trastornos, lógicamente.
Tipos de motivación...
Así, es importante diferenciar entre motivación extrínseca e intrínseca; la extrínseca es aquella que tiene su origen en factores externos (incentivos que da un profesor/a al realizar las tareas) y la intrínseca procede de uno mismo, del propio placer que nos produce realizar la tarea. Aunque en las aulas encontramos sobre todo motivación extrínseca (puesto el que elige qué hacer es normalmente el profesor), lo óptimo sería ir convirtiendo la motivación extrínseca en intrínseca.
El grado y tipo de motivación de cada alumno es diferente y, según cómo sea, hemos de actuar de una manera u otra.
¿Cómo aplicar y aumentar la motivación en el aula?
En esta línea hemos de tener muy en cuenta la teoría de la autodeterminación de Deci y Ryan que a grandes rasgos nos dice que si aplicamos una motivación externa a una actividad por la que el alumno no sentía ningún tipo de motivación, ésta se ve aumentada; pero, y esta es la clave, si el alumno/a ya estaba motivado intrínsecamente, lo que haremos será reducir su motivación.
En cuanto a la diversidad en el alumnado, los alumnos pueden enfocar el aprendizaje de forma profunda o superficial; ello depende, en gran medida, del grado de motivación que haya sido propiciado por la metodología empleada por el profesor. Una metodología más activa, que tenga en cuenta al alumno (intereses y aptitudes) propiciará un ambiente motivador. Esto último es crucial para que se de un apropiado proceso de enseñanza-aprendizaje.
Aprovechándonos de la curiosidad y el interés de nuestros alumnos/as...
Analicemos primero qué es la curiosidad y qué son los intereses. La curiosidad, por un lado, es el conjunto organizado de conductas que lleva a cabo el individuo frente a un objeto, debido a la interacción entre las características de uno con los otros; mientras que el interés es la inclinación o predisposición que tiene el sujeto hacia determinadas cosas o acciones que le atraen. Otro punto para diferenciar ambos términos es la continuidad en el tiempo; mientras que el interés perdura a lo largo del tiempo, la curiosidad, una vez satisfecha, cae en el olvido. Así, encontramos dos tipos de curiosidad: la profunda, que se manifiesta por la preferencia del sujeto por un solo objeto a la vez; y la amplia, en la que cabe el cambio debido a distintos estímulos.
Se han empleado diversas técnicas para valorar los intereses de los niños. Diversos estudios han llegado a la conclusión de que las mejores técnicas para medir el interés de nuestros alumnos son la pregunta abierta, los inventarios de intereses, la preferencia de lección forzosa, las calificaciones del profesor sobre frecuencia de la conducta, la observación del juego libre en el aula, los estudios sobre la selección en la biblioteca y la atención o resistencia a la distracción. Aquí no hemos de olvidar que existen grandes diferencias entre los gustos y preferencias de niños y niñas. Mientras los primeros suelen preferir la unión de construcciones (rompecabezas), los juguetes para monta, el aprendizaje acerca de animales, los números y letras (no estructurados) y las actividades en movimiento, las niñas se suelen inclinar por el arte y trabajos manuales, la indumentaria y las actividades que se realicen sentadas.
Por todo lo dicho vemos la gran importancia de variar y darles la opción de elegir entre distintos tipos de actividades. Los niños/as tienen una motivación muy diferente, evidentemente, si estudian una determinada materia realizando actividades que les gusten que cuando realizan actividades que consideran aburridas.
Las atribuciones causales...
Aquí es importante tener también en cuenta las atribuciones causales; las justificaciones que los alumnos dan a sí mismos para explicar los resultados académicos que obtienen. Según crean que su suspenso es culpa suya (atribución interna) o que tuvo mala suerte (atribución externa) dependerá su motivación al enfrentarse a nuevas pruebas. Así vemos que aquí influye la internalidad (¿es culpa mia o no?), la estabilidad (¿sólo ha ocurrido una vez o pasa frecuentemente?) y la controlabilidad (¿soy capaz de interferir en ello?). El docente ha de saber manejar estas variables. No es lo mismo que un alumno/a suspenda por no estudiar o porque le cuesta; en el primer caso hemos de mostrarle que ha suspendido por causas totalmente internas: porque no ha estudiado, y que lo puede controlar estudiando más para la próxima vez; y en el segundo he de mostrar causas externas (como has tenido mala suerte, por ejemplo) para que siga intentándolo para la próxima vez. Así vemos que estas atribuciones influyen en gran medida en la motivación, en el aprendizaje y en la autoconsciencia del alumno/a.
Modelos motivacionales...
A este respecto existen varios modelos motivacionales que nos pueden venir bien a la hora de motivar a nuestros alumnos; estos modelos, además de proponer actividades, analizan cuál es la motivación de los alumnos y cómo puede mejorarse. Sin embargo, hemos de tener en cuenta que son pautas generales de actuación, nunca reglas empíricas, pues cada niño/a es un mundo.
Algunos de estos modelos son el modelo son el modelo ARCS de Keller, el de socialización de la motivación, el de motivación en el aula de Alonso, el TARGET de Ames o el LINKS de Alderman.
Algunas pautas de actuación...
Para acabar y a modo de aplicación práctica de lo dicho anteriormente, veamos algunas pautas que pueden ser útiles en la práctica docente, recordando siempre que son meras pautas, no reglas empíricas.
- Es bueno que los educandos experimenten cierta autonomía. El hecho de participar en sus actividades y de que su opinión sea tomada en cuenta hace que se vea dentro de ello y se sienta parte importante del proceso, no el último de la fila.
- También ayuda que el discente se sienta competente, para evitar la inseguridad y la falta de "riesgo" (sólo busca un aprobado). Esto se hace por adaptaciones curriculares, un examen previo para adecuarnos a ellos, una adaptación al nivel del alumnado...
- Sólo hemos de prestar ayuda al educando cuando este lo solicite o sea imprescindible, porque si estamos ayudando continuamente a un alumno, este (y sus compañeros) se da cuenta de que no le consideramos lo suficientemente competente (a parte de que ya de paso le resolvemos el problema).
- Es bueno evitar la rutina a base de cambios. Esto conlleva motivación: "¿qué iremos a hacer hoy?".
- Hemos de tener cuidado a la hora de aplicar motivaciones externas. Sólo aplicaremos recompensas si el alumno no se encuentra motivado. Para hacerlo correctamente, por lo menos una vez, cada alumno ha de recibir una recompensa y hemos de tener también en cuenta la edad del educando.