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Biblioteca de la Universidad Complutense de Madrid

Jueves, 26 de diciembre de 2024

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Los ojos de la mente

Ya podemos acceder a la visualización del cerebro humano en acción.

 

Se trata de uno de los más grandes avances que la neurociencia actual ha hecho posible. Recordemos cómo a partir del éxito revolucionario de la tomografía axial computarizada - nacida en los años setenta y que utilizaba "rayos x" - comenzaron a desarrollarse técnicas muchas más ambiciosas y arriesgadas que nos abren posibilidades hasta hace poco impensables.

Una de esas "artes de visualización" de la mente es la llamada resonancia magnética funcional que aparece con el propósito de lograr imágenes de alta resolución a partir de las ondas emitidas por los átomos de hidrógeno cuando éstos son activados por ondas de radiofrecuencia en un campo magnético.

A estos avances de ciencia ficción se unen los de la magneto encefalografía que detecta y mide los cambios transcraneales mediante un determinado tipo de estimulación electromagnética.

Esto nos sirve, entre otras muchas cosas, para probar el vínculo del paralelismo cuerpo-mente; no como una dualidad cartesiana sino como una correlación vital.

Comenzamos pues a detectar la incesante actividad cerebral y la cognitiva, comprobando experimentalmente como una modifica a la otra. Como "lo espiritual" cambia y transforma su sustrato orgánico, como puede curarlo o dañarlo. Potenciarlo o entorpecerlo. Confundirse, en definitiva, en una misma realidad.

Testimonio visual de esa actividad es también la Resonancia Magnética Funcional que nos proporciona imágenes vivas del aumento del aporte de oxígeno en la sangre en regiones especialmente activas.

La Magneto Encefalografía, por su parte, es capaz de revelar los cambios magnéticos producidos en la superficie de nuestro cuero cabelludo por la propia actividad bioeléctrica neuronal.

Sin embargo aún estamos por descubrir la trascendental relación que existe entre el electromagnetismo y la actividad permanente de nuestra conciencia en sus diferentes estados, de sueño, de vigilia, de alarma o en los llamados estados paranormales, como pueden ser, por ejemplo los fenómenos alucinatorios.

Esperamos que, siguiendo por esta línea y con la generación de imágenes en 3D de todo el cerebro - con las que podemos ya formar una visualización de su actividad en tiempo un real -, seamos capaces de aproximarnos a las articulaciones que caracterizan la estructura del campo total de la mente y divisar no sólo desarrollo evolutivo armónico o disarmónico, sino también la localización "encefalogeográfica" de las diferentes funciones, incluidas las del recuerdo o los diferentes tipos de aprendizaje, tal y como se dan al sujeto que las experimenta mediante un determinado acto de conciencia.

Estas prácticas avanzadas nos ofrecerán muchas claves de lo que realmente pasa con nosotros y con el rastro de la presencia del pasado cuando se activan las regiones vinculadas con la actividad de sentir, aprender o recordar, cómo organizamos y experimentamos tales vivencias y en consecuencia cómo podemos mejorarlas o reparar sus imperfecciones.

Existen además otras técnicas mucho más arriesgadas de investigación biopsicológica que, en principio, también tienen como objeto visualizar las señales de la acción cerebral. Este es el caso de la Tomografía por emisión de positrones, que por su carácter claramente invasivo y peligrosos deberían parecer exclusivamente destinado a pacientes que presentaran algún tipo grave de patología y, aún en estas circunstancias, con las máximas garantías de seguridad para las personas que precisaran de estos tipos de tratamientos. El procedimiento es, en mi opinión, bastante duro: se inyecta una sustancia similar a la glucosa que sirve de energía al cerebro (la 2-desoxiglucosa radioactiva) en la arteria carótida que irriga el hemisferio homolateral.

Esta sustancia es absorbida de inmediato por las neuronas que muestran un determinado patrón de actividad de modo que éste se pone rápidamente al descubierto.

También la estimulación magnética transcraneal que, mediante la actuación de un campo magnético situado bajo una bobina colocada sobre el cráneo, bloquea una pequeña parte del cerebro parece, al menos a unos ojos profanos, una técnica demasiada arriesgada.

Este procedimiento se suma al desarrollo audaz e imparable de esas nuevas técnicas de neuroimagen funcional y se pone en práctica para ver en qué medida ese "apagón cerebral muy localizado" puede, y de qué manera, influir en la conducta física, cognitiva o emocional del paciente.

Todos estas prácticas, en pleno progreso, poseen un indiscutible carácter de diagnóstico de posibles disfunciones, ya sea en su origen o en su desarrollo evolutivo, pero nos sirven también para poner al descubierto el rastro, el camino por los intrincados vericuetos cerebrales de nuestras funciones cognitivas o de aprendizaje - lo que W. James denominó, en The Principles of Psychology, "la corriente del pensamiento" y cómo podría haber un principio organizador del campo de la mente que de sentido a nuestra realidad.

Estos "ojos profundos de nuestra mente" se están convirtiendo en un gran recurso para que, desde la neurociencia cognitiva, podamos llegar a obtener un amplio archivo de imágenes de nuestras funciones cerebrales. Se despejará así el camino para descubrir los procesos que nos permiten aprender, sentir, recordar, reconocernos en nuestro pasado y presente, proyectarnos hacia el futuro y, en definitiva, amar u odiar.

Nuestra propia conciencia es en realidad un complejo almacén de recuerdos que rigen los procesos mentales, pero poco sabemos cuáles son los protocolos, las acciones necesarias, para localizarlos con precisión, colocarlos, rescatarlos - revivirlos incluso con la misma intensidad que en el momento que sucedieron, o simplemente enviarlos, si ese es nuestro deseo, a los rincones menos accesibles de la memoria.

Porque lo peor de todo es que parece que no tenemos ningún poder para controlar el orden de ese complicado tinglado. Y quizá no lo sepamos hasta que no podamos "retratar", o al menos diseñar, un nuevo modelo lógico-matemático, a escala accesible de integración, del inmenso proceso de conexiones de nuestra circuitería cerebral.

Se está trabajando, no obstante, en la simulación de modelos que pretenden reproducir los procesos de la actividad neuronal del Sistema Nervioso, pero el camino no ha hecho más que empezar y cada día surgen nuevos hallazgos.

Ya hay informes, según los cuales la información de datos transmitida por las neuronas podría ir más allá de la aparentemente necesaria comunicación de la proximidad de unas a otras.

Es como si hubiera una esfera desconocida que actúa, con fuerzas ignoradas - ¿Electromagnéticas? ¿Gravitatorias? ¿Aún por descubrir?-.

Se trataría, en todo caso, de una fuerza que podría trascender los circuitos específicos de las distintas regiones cerebrales.

¿Podría el cerebro humano, al margen de los distintos campos físicos, o integrándolos, disponer de su propia fuerza neuronal? ¿La fuerza N?

La descripción del contexto y de las formas de conexión del cerebro humano nos permitirá algún día dar un significado más preciso de nuestra propia experiencia consciente.

Parece, pues, que el misterio más indescifrable no se encuentra más allá de las estrellas sino que lo seguimos llevando en el interior de nuestro encéfalo. Pero lo que ya parece bastante evidente, a estas alturas, es el paralelismo visualizado entre la actividad cerebral y la cognitiva, la mutua interacción entre desarrollo neuropsicológico y los estados superiores del pensamiento.

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