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Biblioteca de la Universidad Complutense de Madrid

Sábado, 20 de abril de 2024

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Marea Verde

Vivimos en un mundo globalizado donde las doctrinas neoliberales imperan. No gobiernan los políticos sino los mercados y esto tiene como consecuencia, entre muchas cosas que en éste artículo no voy a tocar, a un inquietante proceso de privatización y de mercantilización de la enseñanza.

 

La educación de mercado es una doma cultural y psicológica de la naturaleza humana que aplasta sus rasgos sociales y naturales, exacerbando los individualistas y artificiales. Su objetivo es suplantar en nuestros niños los conceptos de economía, trabajo y cooperación por los de beneficio, salario y competitividad. Hoy en día, la educación modernizada consiste en dotar a los jóvenes de las habilidades técnicas requeridas por las empresas para competir con sus iguales en una loca carrera para acceder a los puestos de trabajo escasos.

Hemos permitido que la sociedad delegue en instituciones al servicio de los mercados la educación de las personas. Actualmente la educación es más un instrumento que contribuye a la opresión social y menos un medio al servicio de la libertad de los individuos. Esto es grave pues si no hay libertad para pensar, los límites al pensamiento se traducen en límites a la libertad.

Una educación alternativa debe estar asociada a un modelo también alternativo de las necesidades humanas.

El arraigo (la participación del individuo en una red de vínculos sociales definida por elementos comunes en referencia a la cultura, la lengua, el pasado histórico y las perspectivas de futuro) es muy importante, y la educación puede llegar a constituir un instrumento de desarraigo cuando se dirige a la vulgarización de los conocimientos y de la cultura y siembra en las personas la indiferencia hacia la verdad.

 

¿CÓMO DEBE SER LA ESCUELA?

Debería ser una escuela de monólogos cortos e interminables diálogos, de profesoras y profesores capaces de aprender mientras enseñan y alumnas y alumnos felices de enseñar mientras aprenden.

Una escuela sin listas ni notas, sin premios ni castigos, en la que los éxitos sean colectivos y los fracasos estímulos para superarse colectivamente.

Una escuela en la que no se embuchen conocimientos en un tiempo más breve. En la que se dedique el tiempo que sea necesario a tratar algo que se estime importante. Sin obsesión por dar cumplida satisfacción a un severo programa. Más interesada en el diálogo plácido para indagar lo que hay por detrás de tantas cosas y así inculcar en el alumno una visión crítica e independiente de la realidad.

Una escuela en la que no se anime a tener más que los demás, sino a ser más con los demás. En la que no nos preparen para ser buenos profesionales, sino para ser buenas personas.

Una escuela cada vez más libre, más igualitaria y más fraternal. Que nos enseñe que la sociedad se puede transformar y no nos debemos conformar con el "esto es lo que hay".

Una escuela inteligente, sensible, creativa, crítica y solidaria, pública y libre. Que enseñe el respeto por la naturaleza, que opte por la vida y aparque en el almacén del olvido el amaestrar para el mercado. Una escuela que renueve pedagogías y busque alternativas realmente educativas humanas entre el ruido de los que sólo apuestan por el ingles y las nuevas tecnologías, que el mercado más que demandar, impone.

Esto sólo se puede conseguir apoyando a la escuela pública con mayúsculas. Una escuela para el pueblo que responda a lo que nuestros niños necesitan... ¡todos los niños!, pero sobre todo los "diferentes", los que demasiado a menudo no encuentran su hueco en nuestra competitiva y dura realidad. Porque es una escuela de titularidad pública y por lo tanto, no tiene en la búsqueda de la ganancia económica su único sentido, y es construida con el pueblo, hombro con hombro, entre padres y madres, niñas y niños, maestras y maestros, y no una escuela como la que se pretende desde este sistema capitalista salvaje, consistente en instruir para el mercado: una escuela reproductora del sistema y de sus castas.

Por eso hay que seguir saliendo a protestar con las camisetas verdes (la llamada marea verde) por las calles para ¡cambiar el mundo!

 

POR UNA ESCUELA PÚBLICA, LAICA, DEMOCRÁTICA Y PARTICIPATIVA, DE TODOS Y PARA TODOS.

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