Se trata de uno de los escritos originales de Nela Vega Divassón.
Con él, la autora trata de hacernos pensar sobre la importancia que tienen esos pequeños detalles que muchas veces pasan desapercibidos.
Hay un momento en el día
Hay un momento en el día, por la mañana temprano, en el que nacen los sueños.
En ese momento del día, mamá se levanta prontito y mira por la ventana. Mira sus árboles, sus queridos árboles. Sus robles que encauzan el camino y que siempre dan una gran sombra. Mira también hacia al lado, a los ahora pelados castaños, dispuestos a volver a traer sus dentadas hojas, en cuanto la primavera alcance. Y así pasa largo rato... hasta que, armada de valor, levanta el mentón y mira hacia el horizonte... Y siempre, siempre que mira hacia allí, entorna los ojos y suspira. "Ahí es donde están ahora naciendo los sueños"-dice.
Hay un momento del día, justo tras el desayuno, en que mi hermana es feliz. En ese momento del día, mi hermana se mira al espejo. Se pasa rato y rato mirándose, se pasa rato y rato buscando otra nueva forma de mirarse. Cuando ya ha comprobado su aspecto, se pone, por lo menos, dos o tres veces nerviosa... "ojalá hoy hable con él" -piensa.
Hay un momento del día, justo a la vuelta del cole, en el que mi padre se sienta. En ese momento del día, nunca podemos molestarle. No porque nos grite, no; ni porque nos regañe, tampoco; sino porque es "su momento del día", y eso hay que respetarlo. Mi padre se sienta en el sillón que da al balcón. Allí cierra los ojos largo rato mientras la brisa le acaricia el cabello. Cuando la brisa es cada vez más fuerte por la llegada de la noche, y más ahora que la muralla de hojas de los castaños se encuentra desfavorecida, entonces mi padre, echándose el pelo hacia atrás, abre los ojos con fuerza.
Sin embargo, hay un momento del día que no es el momento de mi madre, ni el de mi hermana, ni el de mi padre... Hay un momento del día que es mi momento, que es el que a mí más me gusta... No es por la mañana, ni antes de ir al cole, ni al volver. Sólo pasa a veces. Lo bueno es que pasa, la verdad, muchas veces.
Es en este momento cuando yo juego a los coches. Esta vez, un nuevo coche es el que corre veloz de un lado a otro del pasillo. Mi padre, frenético, pasa y pasa muchas veces, casi pisando mi coche, en busca de sus gafas, nuevamente perdidas. Mi madre pasa y pasa, preguntando a todos quién va a cenar ya.
Y mi hermana, pasa y pasa con cara de enfadada, por la edad en la que está.
Aquí es cuando yo juego. "Shuuuuuuuun, shuuuuuuun", muevo mi coche nuevo hacia allí y hacia aquí...
"Fernando, ¿no puedes jugar un poquito más para allá?", "Fer, que por aquí no se cabe", "Oye, Fernandito, que no dejas pasar a nadie"... yo sonrío; sé que es esto lo que al principio siempre se oye; pero también sé que luego, cuando todos se calman, las frases cambian...
"Fer, déjame un huequito", "¡Anda! ¿Es ése tu nuevo coche?", "Sólo media horita jugando y comemos, ¿vale? A ver, yo seré el rojo, el que tu padre me da siempre"... es entonces y sólo entonces, cuando todos se piden un coche y se sientan alrededor del juego listos para empezar, cuando yo pienso "este sí que es mi mejor momento del día".