Llama la atención que un arte tan educativo como el teatro no tenga representación en la facultad de Educación de la Universidad Complutense de Madrid. ¿Qué es lo que falla? ¿Por qué nadie se ha comprometido con la creación de una compañía estable como sucede en otras facultades? El teatro es un arte que abre la mente, aligera el cuerpo, quita tensión a la expresión, facilita la transmisión de las ideas, enseña a través de la experiencia y nos ayuda a posicionarnos como personas en la sociedad. El teatro fomenta el diálogo real y las inquietudes filosóficas, aptitudes humanas relegadas a espécimen de extraña comprensión por las nuevas tecnologías. Y pese a permitir abiertamente la incursión y experimentación con estas nuevas tecnologías, desde el teatro se reencuentra uno con esos seres en peligro de extinción como son el gusto por la lectura, la gramática de la escritura, el ritmo interno de las narraciones y la vida creadora de las palabras. Desde el teatro aprendemos que estamos hechos de carne y hueso, que nuestro cuerpo y nuestra mente son cuasi infinitos y que la creatividad existe hasta en el movimiento que la brisa provoca en los pétalos de una flor. La práctica del teatro fomenta valores positivos como la cooperación, la autodisciplina, el respeto al trabajo de los demás, la importancia del silencio para la creación y el aprendizaje, la autocrítica, la aceptación de críticas ajenas, la superación de pudores y la certeza de que siempre hay alguien que puede saber más que nosotros (esto es, la humildad).
Todas estas consecuencias de la práctica teatral, ¿a quién definen? ¿A quién ayudan? ¿Para qué sirven? ¿Qué tipo de mensajes permiten trasmitir? ¿Promueven la inteligencia? ¿Provocan el conformismo o por el contrario nos ayudan a criticar aquello con lo que no estamos de acuerdo?
Nosotros hemos decidido matar al conformismo. No queremos quedarnos de brazos cruzados. Queremos expresar nuestra disconformidad con la pérdida de valores que se está dando en el mundo actual de mano de los poderes públicos que nos gobiernan. No pretendemos radicalizar nuestro discurso. No queremos describir a los buenos y a los malos. Todos somos como somos: lo que nos diferencia son nuestros actos; nuestros actos tienen consecuencias; estas consecuencias hablan de nuestros valores; nuestros valores despiertan opinión en los que nos observan; y los que nos observan son los que determinan nuestra posición moral. No queremos impartir justicia, sino fomentar la reflexión sobre lo que es o no justo. No queremos sentenciar, queremos debatir, para cambiar el mundo. Creemos que el teatro es el mejor medio para plasmar nuestras inquietudes. Es un medio real llevado a cabo por personas reales. Traspira alma. Y el alma es nuestro credo.
Esto parece un pensamiento olvidado, ya que vivimos en una sociedad que se mueve, generalmente, como el agua de un río. Sitúo su manantial, embalse eterno, en el vientre materno. Escapamos de allí sin voluntad para seguir nuestro curso fluvial, y desde ese momento nos convertimos en amigos de la inercia hasta llegar al mar. Tenemos conciencia, pero no disfrutamos del camino. Nos sabemos parte de la humanidad, porque así nos lo han dicho, pero renegamos, como un gesto de tristeza, de sorprendernos a nosotros mismos. Como agua que fluye y abraza la Tierra, tenemos el poder de dar a los demás su aliento vital, pero hemos olvidado cómo hacerlo; tenemos la capacidad de remediar la sed y el hambre, pero estando encerrados en nuestros problemas, olvidamos que existe la bondad; tenemos la labor, diríase divina, de alimentar las raíces de la Naturaleza, de permitir a las personas, como afluentes, no morir sin llegar al océano, pero por falta de beneficios, ya no nos interesa. Somos líquido puro, dador de vida, en el que la mano del poder ha vertido sus tóxicos hipócritas; ahora, somos sinónimo de egoísmo, violencia y suerte; nos hemos convertido en la maquinaria de los sistemas capitalistas. No valemos por lo que somos, sino por lo que generamos. No tenemos voluntad. Nos la han matado.
Pero todavía existe un lugar en el que están permitidas las conciencias. Es un lugar donde la inercia se torna en voluntad y la soledad es compañía. Allí, todavía se siente la sangre fluyendo por las venas, y puede reflexionarse sobre la humanidad en su pureza. Es un lugar llamado teatro. Su sede es nuestro planeta. Su voz, la de la crítica. Su motivación, la vida. Su método, el de las personas. Y su objetivo, remover conciencias. Os invito a todos a buscarlo. Muchos caminos llevan a él, pero el original está casi olvidado. Hace mucho tiempo que ya no se ve porque lo tapa la maleza. Una vez que lo encaucemos, debemos ser conscientes de todos los pasos que demos en él, porque podemos tropezar con la dificultad y rendirnos fácilmente. Sabed que no somos perfectos, y este camino original nos lo demuestra; sabed que la razón es bipolar, y en este camino usamos el bastón de la humildad. No vale caminar solos, compañeros, pues únicamente ocupando todo su ancho, sigue creciendo la senda. ¿Sabéis qué debéis hacer para llegar a este lugar? Seguid leyendo:
Primero: ser una persona abierta que sepa o esté dispuesta a trabajar en equipo, a formar parte de una comunidad que persiga unos intereses comunes.
Segundo: ser una persona comprometida con lo que empieza, dispuesta a sacrificar parte de su tiempo por unos objetivos y que haya aprendido a ser consecuente con sus decisiones.
Tercero: estar interesado en la transmisión de unos valores que favorezcan la convivencia, la desaparición de las violencias y el conocimiento de diferentes culturas.
Cuarto: tener voluntad propia, en contra de los somníferos políticos que adormecen las mentes y los actos de nuestros conciudadanos.
Quinto: no buscar el reconocimiento de la humanidad, sino el conocimiento de lo que supone ser humano. No podemos asegurar que vayáis a conseguirlo.
Sexto: no estar de acuerdo con las injusticias políticas, económicas y sociales que rigen el mundo, ni con los abusos de poder que en él se suceden.
Séptimo: no ser radical en tu mensaje crítico, pues no pretendemos hacer política de la verdad con nuestros actos, sino dar a conocer el comportamiento humano para que el espectador saque sus propias conclusiones.
Octavo: querer formar parte de algunos de los departamentos necesarios para llevar a cabo una producción teatral con unos mínimos de calidad profesional.
Noveno: ser estudiante de la facultad de Educación de la Universidad Complutense de Madrid, aunque se estudiarán otras candidaturas.
Décimo: contactar con nosotros para que podamos conocerte y comprobar que eres una persona adecuada para formar parte de nuestra compañía.
Es mi ilusión que la futura profesión de nuestros estudiantes no se convierta en paradigma de la buena vida, sino en el medio para conseguir unos valores que inunden de personas consecuentes y coherentes nuestra sociedad.