En más de una ocasión me preguntan madres, padres, alumnas y alumnos sobre algo a lo que generalmente, a pesar de los tiempos en que vivimos, no parece habérsele dado todavía una respuesta suficientemente clara.
Los medios audiovisuales nos acompañan desde el momento mismo en que nacemos, incluso durante el periodo prenatal. Parece pues evidente preguntarse en qué momento el bebé puede distinguir y relacionar los estímulos visuales y sonoros que proceden de la T. V. y de qué manera afecta este tipo de contacto temprano a su desarrollo perceptivo y cognitivo.
O, dicho de otra manera, a partir de qué momento el mundo hipermedia puede empezar a influir en el desarrollo evolutivo en la infancia. Para comprender este fenómeno podemos partir de lo más cercano, de nuestra propia experiencia.
Tómate a tí misma/o como modelo de experimentación.
Imagínate a ti misma/o en tus actividades cotidianas y te darás cuenta de que vivimos en un mundo en el que, en condiciones normales, los objetos y los sucesos dependen de nuestra visión, audición, olfato, tacto y demás sentidos de la percepción. Nosotros no tenemos mayor dificultad para relacionar las diferentes informaciones sensoriales que proceden de un objeto e identificarlo según los recursos perceptivos de los que disponemos.
Es lo que, en términos psicológicos, solemos denominar percepción intermodal, o capacidad para relacionar e integrar de manera coherente informaciones procedentes de un mismo objeto o evento a través de dos o más sentidos: tales como la visión o la audición.
Pero qué pasa con los bebés, a partir de qué momento pueden adquirir este tipo de percepción intermodal y, por tanto, identificar la T.V., como una fuente única de de donde proceden estímulos sensoriales diversos.
¿Te atreves a hacer tu primer experimento con un bebé?
Si tenemos cerca un bebé de unos seis meses podemos hacer el siguiente experimento en casa:
Sabemos la atracción que los niños tienen, desde muy pequeños, por los animales.
Muéstrales, al mismo tiempo, una película en dos aparatos diferentes, uno a la izquierda y el otro a la derecha. Ahora es más fácil hacer este tipo de cosas con los recursos multimedia de los que disponemos.
En uno de los aparatos la banda sonora ha de corresponder realmente a los sonidos emitidos por los animalitos. Pero el otro, aunque muestre las mismas imágenes, lo debe de hacer con una banda sonora que nada tenga que ver con los graciosos movimientos de los cachorritos.
¿Cuál de las dos películas crees que tu bebé mirará durante más tiempo?
Si tu bebé mira más a la primera fuente de información audiovisual, esto es a los cachorritos cuyos movimientos se sincronizan con la banda sonora, es que es ya capaz de reconocer la correspondencia visual-sonora.
A partir de ese momento la criatura habrá identificado y reconocido una nueva fuente de estimulación audiovisual y una nueva forma de exploración intersensorial que va a influir notablemente en su desarrollo y por ello tendremos que empezar a educarle bien para que la interrelación: T.V.- niño pequeño, sea la apropiada, dosificando los tiempos y cuidando de los ritmos y contenidos.
Conclusión de nuestro experimento: El encuentro del bebé con el medio audiovisual se produce a partir de la mitad del primer año.
Es evidente que durante los cinco primeros meses los bebés tienen dificultades para construir representaciones mentales que conecten los estímulos sensoriales de los diferentes medios audiovisuales.
Pero, a partir del sexto mes, más o menos, y dependiendo del nivel de maduración sensitivo-perceptiva, pueden empezar a mostrar una habilidad cada vez mayor para desarrollar este tipo de conexiones mentales.
Probablemente esta capacidad, hace años, no se habría desarrollado tan prematuramente, ya que el mundo audiovisual del entorno de los niños pequeños era mucho más limitado.
Pero hoy, la proximidad a estas novedosas fuentes de estimulación plurisensorial, desde el momento mismo del nacimiento, hace que la experiencia mejore formidablemente las habilidades perceptivas de los bebés, lo que quizá contribuya a una aceleración de sus capacidades mentales, que si bien puede tener aspectos positivos, en lo que respecta a un mayor desarrollo de las posibilidades de su inteligencia, hay que tener, no obstante, más cuidado en el modo como esta, acaso excesiva estimulación, se le ofrece al niño pequeño.
A partir de ese momento padres y educadores, y en respuesta a esa nueva exigencia que el medio familiar plantea, han de tomarse en serio que hay que preocuparse seriamente por enseñarles a convivir con la imagen.
Hay que educarles para vivir junto a un medio que, dependiendo de su uso, puede ser un elemento estimulador del desarrollo de la inteligencia o una trampa limitadora, e incluso paralizadora, de los diferentes parámetros evolutivos: físicos, psicomotores, cognitivos, afectivos o sociales.