Cuando Francis Crick recibió el Premio Nobel de Fisiología o Medicina en 1962, nadie le hubiera dicho que parte de su legado levantaría, más de medio siglo después, tanta polvareda.
Francis Crick nació en 1916 en la región británica de Northampton, y a los catorce años, recibió una beca para poder estudiar en la Mill Hill School de Londres. Sería en la capital británica donde estudiaría Física, después de haber sido rechazado por la Universidad de Cambridge.
Crick comenzó su doctorado en un tema de investigación que él consideraba "aburrido": la viscosidad del agua a altas temperaturas. Sin embargo, la llegada de la II Guerra Mundial, su carrera en el mundo de la física se vería truncada, al caer una bomba sobre el techo de su laboratorio. Este hecho provocó en parte que aquel joven inglés cambiara totalmente su rumbo profesional, para comenzar a trabajar en el campo de la Biología.
Después de dos años de estudiar desde un punto de vista físico el citoplasma (es decir, el "líquido" que está en el interior de las células), pasó al Laboratorio Cavendish, en Cambridge, donde haría sus trabajos más importantes. Allí comenzó a investigar junto con James Watson sobre la estructura de la molécula que alberga nuestra información genética (ADN), apoyándose en los trabajos de Rosalind Franklin y en la iniciativa de Maurice Wilkins.
Por sus trabajos, que derivarían en la famosa "doble hélice" del ADN, Watson, Wilkins y Crick recibirían el Premio Nobel en 1962. Franklin había muerto tiempo atrás, afectada de un cáncer, aunque su trabajo es reconocido como se merecía en la actualidad. Sesenta años después del descubrimiento, salen a subasta varios de los recuerdos y legados de Francis Crick.
Entre ellos destaca la propia medalla de oro del Nobel, tasada en medio millón de dólares, y la carta donde Francis Crick le escribe a su hijo que han "descubierto algo importante", en referencia a la estructura del ADN.
Debido a esta salida a subasta, muchos se preguntan si es "ético" que la familia pueda decidir sobre los bienes personales de un genio que cambió el curso de la Biología. ¿No sería más lógico que fueran custodiados y expuestos al público en alguno de los Museos de Ciencia más importantes del mundo? O como pasa a nivel general, ¿los bienes tendrían que ser considerados como propiedad privada de la familia, una vez muerto Francis en 2004? ¿O quizás deberíamos dejarnos de "sentimentalismos" y recordar solo el trabajo del científico inglés como se merece? Múltiples cuestiones que sin duda han generado un amplio debate en la comunidad científica.