La actividad física y muscular potencia las capacidades perceptivas, emocionales y cognitivas, además de mejorar y modular los trastornos emocionales y prevenir enfermedades degenerativas del cerebro.
Los nuevos hallazgos sobre el cerebro, a partir de los recientes postulados de la neurociencia cognitiva, me invitan a considerar una posible concepción innovadora de la mente humana.
Más allá de los viejos modelos que describían la actividad cerebral como propia de un sistema estructural compartimentado en áreas o "mapas" en los que se desarrollaba una determinada especialidad del funcionamiento corporal o del comportamiento humano, los nuevos datos adquiridos - entre otras cosas a través de los sistemas de visualización y estimulación "en vivo" de la actividad cerebral (resonancia magnética nuclear, tomografía por emisión de positrones, resonancia magnética funcional, estimulación magnética transcraneal o magnetoencefalografía)- nos permiten pensar en que el órgano esencial de nuestra existencia funciona de manera diferente a cómo, en un principio se había pensado .
Efectivamente el viejo mapa del homúnculo somatosensitivo, desarrollado por W. Penfield y colaboradores en 1937, en el que - tal como pretendían demostrar mediante la estimulación eléctrica puntual de la superficie cortical - a cada parte del cerebro le correspondía diferentes sensaciones en diferentes partes del cuerpo - puede servirnos de base para apreciar cierta implicación zonal en nuestras respuestas motoras y representaciones sensoriales. Pero no va más allá de una importante experiencia concreta con resultados interesantes.
El cerebro lejos de responder a un modelo compartimentado parece adecuarse mejor a la idea de que se trata de un sistema global que actúa de manera global e interactuante, cuyas bases de funcionamiento responderían a estructuras mucho más profundas, de nivel subatómico, y a energías de carácter bioeléctrico, gravitatorias y electromagnéticas cuyos códigos de funcionamiento aún están por descubrir.
El cerebro respondería de esta manera a una capacidad funcional que explicaría - entre otras cosas - cómo es posible que el ejercicio físico muscular que, supuestamente depende del "cerebro motor", pueda - tal como se ha demostrado- potenciar la capacidad intelectual, el aprendizaje, la comprensión y la retención de la información por parte de la memoria. También mejorar la vida emocional.
O cómo la satisfacción propia de la vida sexual podría cumplir un importante valor terapéutico, o cómo la sugestión intensa podría adquirir, también, cierto valor beneficioso en eso que se ha dado en llamar "curación por el espíritu". Temas que, desde el punto de vista de la más estricta consideración científica, trataremos más adelante.
El caso es que las áreas sensitivomotoras (corteza motora primaria y suplementaria y corteza somatosensitiva) parecen tener mucho más que ver con las áreas de la percepción, el aprendizaje, la memoria y el sistema emocional, que lo que en un principio podríamos suponer.
El ejercicio muscular no sólo tonificaría y desarrollaría la masa muscular sino que, además, dotaría de una funcionalidad mucho mayor al resto de las actividades cerebrales.
Hacer ejercicio toda la vida permitiría, a través de la continua activación neuromuscular, optimizar las posibilidades vitales de las personas.